
…dejé que mi hija construyese su propia identificación, sorteando la dificultad de aquellas anhelantes preguntas que me formulaba y tanteando las respuestas adecuadas para esa edad en que la acertada comprensión de la realidad depende del tino en colocar un adjetivo con precisión. Conforme fue cumpliendo años y ganando en discernimiento, la curiosidad cesó, pues percibía que nada aliviaría su atascada confusión, optando por dejarse llevar por la intuición. Su preciosa voz enmudeció, hablando con el encrespado mar de unos ojos celestes que fueron ganando en revelación, aunque solo yo fuera la intérprete autorizada de aquella singular manifestación…
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