“Luisa Miller”… FAMOSA vuelve por Navidad [6,6]

Tras el interludio que ha supuesto “Enemigo del pueblo” no cabe mayor contraste de calidad, pues regresa la Ópera al Palau de Les Arts de Valencia con uno de los dos compositores que en la historia del teatro lírico más han podido brillar.

Cuando “Luisa Miller” (G. Verdi-1849) se estrenó en el San Carlo de Nápoles, ese escenario ya contaba con 112 años de edad, siendo hoy el más veterano en activo de cuantos podamos visitar. Yo lo hice en la primavera del 2012 (“El San Carlo, entre la Ópera y el Fútbol“), con motivo de una “Boheme” que me resultó muy regular. Para desquitarme, crucé la calle y en la Galleria Umberto I acerté al comprar una americana (de ocasión, claro, en la prohibitiva tienda de Antonio Barbaro), que aún hoy visto en los estrenos de Les Arts, porque el público que acude a una representación de ópera debe honrar el arte que va a presenciar y así no desentonar al ser también parte del ritual. Uno de los detalles curiosos del San Carlo es su singular reloj situado en el arco del proscenio, al girar las horas y mantenerse fija la manecilla que las indica, representada por el brazo de una figura mitológica alada acompañada de otras más. No puede haber una alegoría mejor sobre el tiempo en el teatro con mayor antigüedad, al decirnos que aquel es quien transcurre, quedando el hombre como estático testigo de su pasar.

En ”Luisa Miller”, Verdi experimentó algunas de las técnicas compositivas que solo unos pocos años después darían sus mejores resultados en la trilogía popular. Incluso “Luisa” tiene alguna semejanza con “Violeta”, ambas de procedencia humilde, algo que en este compositor no resulta muy habitual. Sin pertenecer a la primera división verdiana, “Luisa Miller” traslada todas las esencias que hacen del maestro de Busseto el más escuchado de la ópera mundial. Yo creo que lo merece por su intensa extensión autoral en sus 28 óperas (polifónicas radiografías de personajes) y por conectar con la sensibilidad de tantos aficionados, generación tras generación, rendidos a una obra genial. Aquel grito de talante libertador y nacional “¡Viva… V.E.R.D.I.!” (Viva… Vittorio Emmanuele Re d´Italia), es hoy un ¡Viva… VERDI!, estrictamente musical, de pleno derecho y sin nada exagerar.

Quiero manifestar que contar el argumento de una ópera, aquí, en un video o en cualquier conferencia de las que se suelen programar, me parece algo insustancial por cuanto la trama no suele ser lo principal y en Internet cualquiera lo puede encontrar con suma facilidad. Además, en la actualidad resulta un sinsentido por estas escenografías traslocadas que, a fuerza de excentricidad, convierten en inverosímil la historia original.

Segunda ocasión en la que esta obra llega a Les Arts, tras las representaciones de la Temporada 2008/09 que dirigió Lorin Maazel y cantó Marcelo Álvarez como estrella principal. En su estreno de ayer, se nos presentó “Luisa Miller” en una nueva producción del teatro valenciano junto al Maggio Musicale Fiorentino y con un director y cantantes para los que también este título es novedad. El resultado fue un trasunto de aquello que finalizaba diciendo… “se dirigen al portal”:

– ESCENOGRAFÍA [5] : Continuando con este inusual estado de confesión personal en el que hoy me encuentro y cuya razón se sabrá al final, quiero retornar unos cuarenta años atrás, cuando aparecí durante cinco temporadas consecutivas en la felicitación de Navidad de FAMOSA, en aquellos tiempos universitarios en los que protagonizaba anuncios de televisión para costearme los estudios y mi estancia en una Valencia que no era el domicilio familiar. Entonces todavía sonaba el célebre villancico de las muñecas, aunque ya no aparecían con su mecánico andar. Ayer, “Luisa” dejaba de ser una aldeana del siglo XVII para trabajar en una FAMOSA (FÁbrica de Muñecas de Onil, SA) preindustrial, originalidad que hacía incompatibles los subtítulos leídos (castillo, espada, mazmorra, conde, mayordomo, etc.) con lo que podíamos presenciar (fábrica, pistola, cárcel, empresario, contable, etc.). Una vez más, confundir sin aportar. Pese a que la argentina Valentina Carrasco propuso un decorado no invasivo y con cierta calidad visual, de nuevo la desubicación temporal restó interlocución a una historia difícil así de aceptar.

– ORQUESTA Y DIRECCIÓN MUSICAL [7]: Tengo la sensación de que el nuevo director musical de Les Arts, Mark Elder, es más sinfónico que lírico o al menos eso es lo que ayer, en su estreno en el foso valenciano, vino a mostrar. Sus biografías apuntan que dirigió mucho Verdi en Australia, pero esa experiencia yo no la percibí en ningún momento y lugar. De menos a más, con una Obertura destartalada en donde ninguna familia de instrumentos parecía acompasar, el tono fue mejorando con el oficio que da la experiencia, pero sin abandonar un algo mecánico (como en las muñecas) e impropio de la verdiana italianidad. Con excepciones, en la historia de la interpretación musical de la apasionante ópera transalpina reinan los directores de ese país, que obviamente no son quienes mejor conducen un vals, porque el origen marca y resulta muy difícil de copiar. La Orquesta de la Comunidad hizo lo que pudo o le dejó una dirección que les llevaba al portal.

– CORO [7]: Como siempre, bien empastado y actoral, pero desatado en ciertos pasajes en los que alguien debió tirar de las riendas, por más que al público le guste el músculo, aunque no aparezca en la partitura original.

– VOCES SOLISTAS [7,6]: Los medios de comunicación, siempre buscando epatar, han creado muchas expectativas con el “Rodolfo” del joven tenor anglo-italiano (más lo primero que lo segundo a juzgar por lo escuchado) Freddie De Tommaso [7], de quien dicen es reclamado por todos los teatros de la actualidad. Puede ser por su timbre energético y decibelios para dar y tirar. Sin embargo, el estilo es otro cantar y la distancia con el que para mí es referente verdiano (el Bergonzi que más abajo voy a recomendar) es sideral. Concentrado en no fallar, a su canto mecánico (otra vez) le falta espíritu y sobre todo ese arrobamiento que nos hace temblar. Pasado de peso, esto en los tenores no resulta ser una contrariedad, sino lo contrario, de forma que mejor cantan cuanto mayor es su talla abdominal. Mariangela Sicilia [8] fue una “Luisa” más que notable, con voz bien proyectada y gran dominio de las intensidades en esos transcursos desde el forte al piano que tuvieron en Caballé a la gran maestra vocal. Muy en su papel, experta en Verdi por los doce personajes que declara su repertorio, encaja en el ideal de las mujeres dolientes y despechadas y nada tiene que envidiar a las divas de la actualidad. Para mí, el barítono argentino Germán Enrique Alcántara [9] fue el triunfador de la velada, cantando un “Miller” como los de antes y muy cercano al “Rigoletto” más paternal. Sin una bella voz (su engolamiento le resta algo de personalidad) y con algún problemilla de fuelle, frasea con la convicción de quien parece que vive cada momento de verdad. Así se canta un Verdi volando por encima de su posibilidad. La pareja que componen Alex Esposito [7] interpretando al “Conde Walter” y Gianluca Buratto [7] a “Wurm” es tan singular que en aspecto y voz parecen ser el mismo señor, tanto que visualmente los confundía y al escucharles con los ojos cerrados en su dúo, fui incapaz de llegarlos a identificar. No lo hicieron mal, por oficio y por demostrada voluntad. Aunque breve, el papel de “Federica” interpretado por Maria Barakova [8] brilló por su gran personalidad de mezzo sin forzar. Al contrario de De Tommaso, lució mucho más delgada de lo en ella es habitual, esta vez sin que su línea de canto se viniese a perjudicar.


Verdi es quizás el autor de ópera más grabado, por sus muchas obras y porque de cada una hay tantos registros que resulta imposible poderlos contar. Si a esto unimos que, en los últimos noventa años, lo mejor de lo mejor no se ha resistido a interpretar su música, la elección de una versión con este compositor resulta siempre un ejercicio de dudosa imparcialidad. Por tanto y para mi gusto personal, la “Luisa Miller” de Fausto Cleva grabada en 1965 (y al fin remasterizada) al frente de la Orquesta y Coro de la RCA italiana para el mismo sello es la mejor, por su brío instrumental, la fineza belcantista de Anna Moffo, el depurado estilo verdiano de Carlo Bergonzi y la personalidad de un metropolitano Cornell McNeil, pleno de rotundidad.


Finaliza 2025 y con él las crónicas musicales de mis visitas al Palau de la Música y al de Les Arts de Valencia que vengo escribiendo desde 2009 en mi Blog personal. Acudir a todos los estrenos y publicar al día siguiente sin nunca faltar, priorizando sobre todo lo demás, ha sido una obligación autoimpuesta y altruista de la que, a mis 64 años, me quiero jubilar. Voy a descansar y acudir a los espectáculos dejándome llevar, liberado de los análisis que en la mayoría de las ocasiones no me han permitido disfrutar. La música ahora me acompañará sin que yo deba hablar, pues el silencio será mi ganado aliado para escuchar…