Madrid 2016 y la FE CIEGA

Ayer, día 2 de Octubre de 2009, hacia media tarde, supimos que Madrid no organizará los Juegos Olímpicos de 2016. ¿Decepción?.

Eso depende de cuál es el planteamiento inicial a la hora de abordar y acometer la consecución de todo objetivo.

La desmedida inflación informativa y la orientación sesgada con que los medios de comunicación han tratado todo el proceso de elección de la sede olímpica que tomará el relevo de Londres, ha creado un estado de opinión en el pueblo español que no se correspondía con las verdaderas posibilidades de éxito de Madrid, derivando en un frenesí de ilusión colectiva muy alejada de la verdadera realidad. Ilusión que, semanas antes de la decisión final, ya se había convertido en FE CIEGA.

A las innumerables preguntas callejeras de los intrépidos reporteros de radios y televisiones patrias sobre el porqué debía ganar Madrid, la mayoría de las respuestas contenían un implícito “porque sí”. Eso es FE CIEGA.

No hay peor consejera para abordar todo proyecto personal, profesional, empresarial o institucional que la FE CIEGA, cuyos síntomas convierten al más reflexivo de los mortales en un infante preescolar preso de ensoñaciones y antifaces mentales, que solo llevan al desencanto y la frustración cuando no se consiguen los resultados esperados.

Dejarnos llevar por la ilusión es conveniente para afrontar la dificultad implícita de los retos de la vida, siempre que ella mantenga al menos un pie apoyado en la realidad. Pisar en vacío con ambas piernas pronostica una caída segura. Y muchas caídas continuadas nos llevan paulatinamente al descrédito personal y a la falta de auto confianza, sin duda todo lo contrario de lo que se requiere para garantizar la ilusión en nuestra vida.

¿Volveremos a abordar una mas que probable candidatura Madrid-2020 con FE CIEGA…?

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

Dime y lo olvido…

Dime y lo olvido

Benjamin Franklin (1706-1790), estadista y científico norteamericano, vino a afirmar:

Dime y lo olvido, enséñame y lo recuerdo, involúcrame y lo aprendo

En tiempos del Sr. Franklin, el Coaching no se había inventado o quizás mejor, lo que no se conocía era el nombre de la disciplina pues, sin saberlo, algunos lo llegaban a practicar.

Mucho antes, en la antigua Grecia, desde Sócrates y la Mayéutica ya se utilizaba la pregunta como fuente de conocimiento y resolución de problemas, considerando que las respuestas están ocultas en la mente de cada ser humano y el encontrarlas solo depende de identificar los interrogantes adecuados que ejerzan de focos iluminadores en la oscuridad. Por esto se considera a Sócrates el padre del Coaching, anglicismo que no beneficia a su comprensión total.

¡Qué razón tenía B. Franklin al distinguir entre decir, enseñar e involucrar!.

Decir atiende a todas esas comunicaciones que, bien referidas a temas importantes como a los intrascendentes, no somos capaces de trasladarlas adecuadamente a su interlocutor, malográndose esa información por perdida de interés y atención.

Enseñar ya requiere un esfuerzo mayor pues la voluntad del enseñante es que quien le escucha aprenda, aunque esto pocas veces ocurre. La mayoría de las ocasiones, el proceso de enseñar solo consigue marcar un leve recuerdo en la mente del escuchante que, con el tiempo, va desdibujándose como un cuadro mojado por el agua.

Involucrar a los demás sin duda es lo más efectivo, pues consigue el aprendizaje óptimo al vincular lo comunicado con el compromiso del receptor para usarlo en su vida. Involucrar no es enseñar, porque enseñar utiliza la respuesta mientras que involucrar necesita de la pregunta.

¿Responder o preguntar…?

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

¡El sobrecogedor final de “Tristán e Isolda”!

De nuevo la Ópera protagoniza una de mis entradas a este Blog y en este caso las mayúsculas empleadas son poco reconocimiento a una de las cimas del arte universal: “Tristán e Isolda” de Richard Wagner, estrenada en Munich el 1 de junio de 1865, es la apoteosis convulsa del amor pasional.

El próximo 9 de octubre tendré la oportunidad, una vez más, de presenciar una representación de la ópera más ardiente que se ha escrito jamás, con mi alma entreverada de admiración wagneriana y devoción por los escenarios que han elevado la lírica a arte universal.

Será desde una butaca de la primera fila del Grand Tier Left del “Royal Opera House Covent Garden” de Londres, santuario de míticas e históricas noches, en donde el regalo apasionado de los cerrados aplausos y los bravos desaforados ha quedado grabado en sus centenarias paredes para siempre y que yo, volveré a escuchar. Hiervo por dentro mientras espero lo que acontecerá.

“Tristán e Isolda” es todo pasión desbordada y especialmente su sobrecogedor final “Mild und leise” (“Tranquilo y sereno”) que, cantado por una Isolda presta a morir por amor, se configura como una de las manifestaciones de la emocionalidad humana más hondas que el paso de la civilización ha podido dejar.

¿Se puede morir de amor?. No lo sé, pero el solo hecho de admitir esa posibilidad nos abre las puertas de la evidente complejidad del ser humano y su gran capacidad para sentir profundas emociones, hasta límites peligrosamente fronterizos a las leyes que la naturaleza dicta en su empeño por preservar la vida como bien principal.

Emociones que, en otra magnitud, presiden todas nuestras actuaciones y condicionan las actitudes que nos llevan a presentarnos ante nosotros y ante los demás. Emociones que también son las responsables de nuestros éxitos y fracasos y que, por abstractas, no acabamos de visualizar, siendo conocedores inconscientes de su protagonismo en nuestro devenir existencial.

Isolda se deja morir por amor, finalizando lo que hasta ese momento ha sido una partitura sísmica, desbordante y atronadora, en un hilo de silencio que resume todo lo que queda en el alma cuando el alma se hace silencio musical…

 

Saludos de Antonio J. Alonso

La Marca Personal

En la década de los ´60 del siglo pasado, cuando el Marketing todavía era una disciplina incipiente y necesitada de desarrollo académico, ya se decía eso de que… quien tiene una marca reconocida, tiene un tesoro. Poco tiempo transcurrió desde entonces para poderlo confirmar con total seguridad, cuando muchas de las grandes fusiones y adquisiciones entre compañías multinacionales se valoraron esencialmente por lo que sus marcas tenían de popularidad.

No lo dudemos: la marca es lo que confiere valor a un producto y productos hay tantos y de tan variadas naturalezas que hasta nosotros mismos lo somos, en un mundo que etiqueta todo y lo convierte en un dato más.

Efectivamente, cualquier profesional es un producto en sí mismo, tanto si desarrolla su labor por cuenta propia como por cuenta ajena. Todos tenemos algo que vender y en el mercado laboral lo es nuestra profesionalidad. La creación de una Marca Personal nos puede ayudar significativamente a ello al destacar nuestras competencias y conferirles rango de singularidad.

No es este el espacio idóneo para desarrollar detalladamente cómo se crea una Marca Personal, pero si para dar algún consejo que inicie el interesante camino de su construcción, siempre desde la veracidad:

1- Tú no eres como te ves sino como te ven, aunque no sea verdad.

2- Todo lo que hagas y lo que digas tiene una repercusión en tu reputación.

3- Se coherente y construye una vida orientada, no olvidando el pasado para decidir en el presente que hacer en tu futuro.

4- Nunca te atribuyas más méritos que los que tienes, pero tampoco menos.

5- Si dudas entre hablar o callar, elije el silencio.

6- No es mejor que te conozcan muchos poco, que te conozcan pocos mucho.

7- Interésate por los demás al igual que te interesas por ti.

8- Sonríe con frecuencia, sin engañar.

9- Invita y ayuda a los demás a ser felices desde la factibilidad.

10- Se constante en todo lo anterior y en todo lo demás.

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

El Éxito del Error

El éxito del error

La palabra “éxito” viene comúnmente asociada a la resolución feliz de una actuación. El éxito es algo deseado por todos aunque solo verdaderamente buscado por algunos: los que hacen algo para conseguirlo.

Mi definición de éxito es aquella que lo vincula con la consecución de nuestros deseos y los deseos son patrimonio de cada cual, no debiendo necesariamente coincidir los de unos con los de otros. Los deseos, en definitiva, configuran todas las múltiples aristas del estilo de vida que quisiéramos practicar y sobre el que nos sentiríamos realizados como personas de alcanzarlos.

Tener éxito en los diferentes órdenes de la vida no es fácil y aun lo es menos si pretendemos acertar siempre en todas las actuaciones que emprendemos. Está demostrado que hay algo muy habitual en la mayoría de las personas denominado “aversión al fracaso”, que ejerce de potente condicionante negativo a la hora de intentar nuevos retos en su vida.

Evidentemente, si cada empeño que nos proponemos pretendemos sea exitoso, muchos de los que son complicados ni siquiera los acometeremos por miedo a su fracaso.

El error, sin duda, es un éxito en sí mismo cuando no interrumpe la persecución de lo buscado, genera el conocimiento suficiente y propicia el necesario cambio de actuación…

 Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

El engaño de las vacaciones

Parece ser que no somos lo suficientemente inteligentes como para caer, todos los veranos, en el mismo error. Error cuyas desagradables consecuencias nos duran varios días, incluso algunas semanas postvacacionales.

Al acercarse el periodo de descanso estival, todos los expertos en salud y equilibrio personal nos recomiendan que lo más importante es cambiar de estilo de vida para provocar una desintoxicación de la rutina diaria y “recargar las pilas”.

¡Qué gran error! ¿A qué lanzador de peso se le ocurriría que una buena medida para progresar seria practicar salto de altura? El hábito (la costumbre) hace al monje y el monje es monje. Pretender no serlo solo lleva a la confusión, el desengaño y la frustración.

Tras más de 11 meses al año practicando un determinado estilo de vida, no tiene ningún sentido modificar aquello en lo que nos reconocemos como individuo para pretender ser ese otro que los medios de comunicación se esfuerzan en promocionar: despreocupado, indolente, perezoso, chiringuitero, desparramado y glotón.

El ocio bien entendido no puede ser una ruptura radical con todas esas buenas costumbres que durante el resto del año nos han ayudado a ser mejores y conseguir nuestros propósitos. Abandonar los buenos hábitos invernales tiene el mismo efecto desastroso que la falta de entrenamiento en un maratoniano al enfrentarse a una carrera.

Mucho me temo que el próximo día 1 de Septiembre, la mayoría de todos nosotros nuevamente intentaremos correr nuestra particular maratón laboral al incorporarnos a la vida real y una vez más lo haremos… ¡DESENTRENADOS!

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

¡Ser el protagonista de nuestra propia vida…!

Llegamos al final de esta serie de “10 Recetas de Éxito” para abordar nuestro presente con grandes posibilidades de alcanzar un futuro mejor. La décima y última quizás se configura como resumen de las anteriores, pues marca un estilo de vida que solo conseguiremos aplicando los consejos precedentes:

“Ser el protagonista de nuestra propia vida, decidiendo en cada momento los destinos que queremos alcanzar y planificando razonadamente los caminos que a ellos nos llevan”

Si fuéramos actores y nos preguntarán cuál es el papel que queremos interpretar en nuestra próxima película, estoy convencido de que la mayoría responderíamos que el de protagonista. Pues bien, nuestra propia vida no es más que la única película que tenemos la posibilidad de interpretar y la elección del personaje solo depende de nuestra voluntad.

Sin duda yo quiero ser el protagonista de mi vida, pero ello no es gratuito pues para lograrlo debo constantemente hacer algo: “Decidir”. Si, decidir qué hacer y porqué hacerlo. Decidir para qué y con quién. Decidir cuándo y cómo. Decidir continuar o parar. Decidir sobre lo que tengo que decidir.

Tomar protagonismo en nuestra propia vida es imposible si esta no está gobernada por nuestra decisión, pues de lo contrario otros participan con las suyas moviendo los hilos de nuestra existencia que así se torna en reactiva, propia de un personaje secundario de película.

¿De qué valdría iniciar un largo viaje si desconocemos el destino al que queremos llegar? Decidir dónde ir y por donde forma parte del gran secreto de la vida. Vida que toda ella es un camino que merece mucho la pena transitar…

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

¡Fijarse metas concretas y realistas…!

En esta ocasión, voy a hablar de lo atractivo que se torna el futuro cuando se fundamenta en un horizonte de propósitos a alcanzar. La novena receta de Éxito nos habla de ello:

“Fijarse metas concretas y realistas y perseverar en su realización, porque solo aquello que está bien definido es susceptible de generar el esfuerzo necesario para perseguirlo sin interrupción”

Yo estoy convencido de que todos tenemos “Deseos” pero su nivel de formulación es muy diferente en cada persona. Desde los que conciben sus Deseos de forma borrosa como los cuadros de una exposición impresionista (sin detalle), hasta aquellos que son capaces de perfilarlos al máximo, auto-comprometiéndose por escrito (con detalle) a eso que quieren lograr.

Realmente, es en el nivel de concreción alcanzado en la definición de nuestros Deseos personales y profesionales en donde radica la posibilidad de su éxito o la seguridad del fracaso.

Todas aquellos Deseos que nacen y permanecen navegando “impresionistamente” en nuestra mente están condenados a no realizarse, pues lo indefinido y generalista es mucho más difícil de alcanzar que lo concreto y particular. Por eso, escribir nuestros Deseos y convertirlos así en Objetivos o Metas es la mejor forma de perfilarlos y de constatar su factibilidad. Factibilidad que nos asegura un acercamiento del propósito a la realidad y nos aleja de continuas frustraciones por no lograr lo esperado, animándonos ininterrumpidamente a su consecución.

Pero de nada serviría concretar nuestros Deseos y definirlos realísticamente en forma de Metas si no somos capaces de perseverar en su consecución. No me equivocaré mucho al asegurar que la mayoría de Objetivos que nos proponemos en la vida no los alcanzamos por abandonar anticipadamente el camino a recorrer, por no dedicarles todo el esfuerzo que merecen y “tirar la toalla” precipitadamente.

¿Qué posees actualmente en tu vida, que le des gran importancia y te hayan regalado…?.

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

¡Apoyarse más en la reafirmación interna…!

La octava Receta de Éxito vuelve a significar el que, sin olvidar que la vida se desarrolla inevitablemente “en red”, todas nuestras actuaciones se apoyan al final en lo más interno de cada cual:

“Apoyarse más en la reafirmación interna que en la externa, considerando que los ánimos de los demás no llegan necesariamente cuando son más convenientes, por lo que un cierto grado de independencia positivista orienta mejor nuestro camino hacia adelante”

La sociedad que nos ha tocado vivir presenta una paradoja muy curiosa además de tremendamente condicionante para cada uno de nosotros: por una parte es la que mas y mas sofisticados canales de comunicación ha desarrollado (televisión, radio, telefonía, Internet, mensajería rápida, etc.), pero por otra es la que más aislamiento personal provoca.

Vivimos dentro de grandes comunidades pero aislados en nuestras burbujas unipersonales de comodidad y seguridad tecnológicas, reduciendo las comunicaciones directas (las cara a cara, emocionales y altruistas) a su mínima expresión. Nos resbalamos tanto que nunca nos tocamos. El desarrollo lo permite, pues la supervivencia ya no depende como antes del esfuerzo de todos, sino solo del propio.

Todo esto ha propiciado un estado de vida independiente que no censuramos cuando las cosas nos van bien, pero que nos angustia cuando algo se tuerce. En esos momentos es cuando añoramos la ayuda emocional de los demás en forma de apoyo y empuje motivador. Ayuda que no siempre llega cuando la necesitamos y que no podemos permitirnos el lujo de convertirla en imprescindible para seguir adelante.

El secreto entonces se encuentra en la “Auto-Ayuda”, término que hay que desvincular del tan manido y referido a la popular literatura con tapas de color amarillo que tanto abunda en las librerías del centro de las ciudades.

Cuando necesitemos Ayuda, antes de aburrirnos de esperar la ajena, busquemos en nuestro interior y generemos la propia, la que más nos reafirma y que nunca nos abandona…

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

¡Enfocar los fracasos como una oportunidad…!

Avanzando más en nuestro recorrido por los aspectos principales que determinan la mejora personal y profesional, en esta ocasión trataremos la séptima Receta de Éxito, cuyo espíritu entronca de muy cerca con el reconocido y eficaz método científico de “prueba y error”:

“Enfocar los fracasos como una oportunidad hacia el futuro, aprendiendo de los errores, ganando experiencia y tolerando los reveses de la vida con espíritu deportivo”

Los fracasos son inevitables en la vida, sobre todo cuando esta nos la planteamos con la motivadora y apasionante ambición del desarrollo y crecimiento personal. El riesgo de la mejora siempre comporta la asunción del error, pues nadie tiene la fórmula infalible del acierto continuado. Huir del error es negar la aventura del conocimiento de aquellas potencialidades que todos guardamos calladamente en nuestro interior. Huir del error es conformarse, conformarse es parar y parar es comenzar a morir.

Allá por los años ´90, cuando los mercados de las nuevas tecnologías electrónicas iniciaban sus pasos, los directivos más valorados eran aquellos que habían trabajado en una empresa que hubiera quebrado. La razón de ello no era otra que la de su experiencia sobre “lo que no había que volver a hacer”, dado que las claves sobre “lo que había que hacer” entonces aún eran desconocidas. En este caso, el error se valoraba más que el acierto ante la incertidumbre de los mecanismos que gobernaban un sector incipiente y en franco desarrollo.

También en el deporte, donde la mejora continua es fundamento de su naturaleza, encontramos muchos ejemplos de aprendizaje sobre los errores, como el del saltador de altura Dick Fosbury que, decepcionado por el estancamiento de sus marcas, se planteó no seguir utilizando las modalidades de salto hasta entonces habituales (rodillo ventral, tijera, etc.). Tras muchos ensayos frustrantes, inventó el Fosbury Flop (saltar de espaldas al listón), fue campeón olímpico en México ´68 y legó una técnica que en la actualidad nos lleva a recordar su nombre cada vez que un atleta se dispone a saltar.

En definitiva todo esto se reduce a que cada uno de nosotros sea capaz de responderse honesta y sinceramente a la siguiente pregunta:

¿Estoy dispuesto a asumir el coste del inmovilismo vital a cambio de acertar siempre en todo aquello que hago?

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro