El engaño de las vacaciones

Parece ser que no somos lo suficientemente inteligentes como para caer, todos los veranos, en el mismo error. Error cuyas desagradables consecuencias nos duran varios días, incluso algunas semanas postvacacionales.

Al acercarse el periodo de descanso estival, todos los expertos en salud y equilibrio personal nos recomiendan que lo más importante es cambiar de estilo de vida para provocar una desintoxicación de la rutina diaria y “recargar las pilas”.

¡Qué gran error! ¿A qué lanzador de peso se le ocurriría que una buena medida para progresar seria practicar salto de altura? El hábito (la costumbre) hace al monje y el monje es monje. Pretender no serlo solo lleva a la confusión, el desengaño y la frustración.

Tras más de 11 meses al año practicando un determinado estilo de vida, no tiene ningún sentido modificar aquello en lo que nos reconocemos como individuo para pretender ser ese otro que los medios de comunicación se esfuerzan en promocionar: despreocupado, indolente, perezoso, chiringuitero, desparramado y glotón.

El ocio bien entendido no puede ser una ruptura radical con todas esas buenas costumbres que durante el resto del año nos han ayudado a ser mejores y conseguir nuestros propósitos. Abandonar los buenos hábitos invernales tiene el mismo efecto desastroso que la falta de entrenamiento en un maratoniano al enfrentarse a una carrera.

Mucho me temo que el próximo día 1 de Septiembre, la mayoría de todos nosotros nuevamente intentaremos correr nuestra particular maratón laboral al incorporarnos a la vida real y una vez más lo haremos… ¡DESENTRENADOS!

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

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