“Osabama” bin Laden y la Hipocresía Social


Transcurridos escasos días (mientras esto escribo) desde el anuncio de la noticia de la muerte de Osama bin Laden y todavía con más sombras que luces respecto de lo realmente sucedido, una vez más ha quedado demostrado que la Justicia Universal hace mucho tiempo que solo es una cuestión de Hipocresía Social.

Nadie y nunca, ni el hombre más poderoso de la Tierra, debería actuar fuera de la ley sin la obligación de responder personalmente por ello ante un tribunal. Tribunal que en ningún país humanizado (y los hay que, pese a su protagonismo mundial, no lo son) bendecirían la muerte deliberada e interesada de alguien por más atrocidades que este hubiera podido y pudiera realizar (véase los G.A.L.).

La discusión sobre esta cuestión es tan sencilla como la eterna división dialéctico-filosófica entre los partidarios y los denunciantes de la milenaria Ley del Talión o la que se refiere a eso de que… los fines justifican los medios. Sin más.

En mi Taller 12 Hombres sin Piedad: Las Claves del Liderazgo, en donde el análisis integral de la famosa película del recientemente desaparecido Sydney Lumet nos lleva a identificar muchos de los comportamientos humanos que acontecen en entornos de fuerte tensión y constante dificultad (tal como la vida misma), hay un pasaje que incorpora una sutil trampa que lleva a caer en la Hipocresía Social si no se es capaz de mantener una férrea conciencia independiente y crítica respecto de nuestra emoción más visceral.

Se trata de la escena en donde uno de los personajes se desacredita por las formas al mandar callar a otro (al que todos los espectadores repudiamos por su reiterado comportamiento ofensivo, especialmente con los más débiles) amenazándole con partirle la cara de no hacerlo.

La reacción habitual de mis alumnos es automática y unánime: sonrisas de satisfacción, entre calladas unas y sonoras las más, al comprobar que, al fin, alguien hace justicia enfrentándose al individuo más odiado de la película. Es evidente que en ese momento, normalmente nadie realiza el necesario esfuerzo de imparcialidad que le lleve a ser consciente de que el personaje en cuestión, al emplear la amenaza física contra el otro, está perdiendo una razón que en el fondo tiene aunque la inadecuada forma se la venga a retirar.

La vida se llena cotidianamente de ejemplos en los que las personas ignoramos la imprescindible coherencia que nuestras opiniones y actos deben a nuestros valores, olvidando frecuentemente la capacidad de discernir entre lo que nos enciende el corazón y lo que aconseja nuestra razón (precisamente el hecho diferencial con el resto del reino animal).

Aceptar ciega y resignadamente los comportamientos de quienes dicen ser los buenos (por defender un orden que finalmente siga preservando su poder) sin cuestionar la legitimidad de los mismos, para luego si recriminar actuaciones similares protagonizadas por aquellos que carecen de ese mismo poder, no deja de ser injusto y sin duda la peor y más triste manifestación humana de Hipocresía Social.

obama-osama.jpgPor todo, no estaría de más que la Academia Sueca revisase honestamente sus discutibles criterios en el reparto de Premios Nobel de la Paz que, en alguna reciente ocasión, parecen haber confundido la única letra que a Osama de Obama pueda separar… 

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

El ejemplo de “Circo del Sol”


Desde hace años, uno de los casos más utilizados por las Escuelas de Negocios para ejemplificar el éxito empresarial en mercados maduros es el de Circo del Sol, marca canadiense conocida y disfrutada por medio mundo desde 1984, tanto por su lograda proyección internacional como por la gran amplitud del rango de edades de sus clientes.

Esta pasada Semana Santa viajé a Madrid por asuntos familiares y tuve la oportunidad de asistir a una función de “Corteo”, uno de sus actualmente 22 espectáculos en representación que, justamente, presumen de lleno diario allí donde se presentan.

Como ya viene siendo habitual cada vez que acudo a una de sus funciones salí muy satisfecho pues, al margen del esmerado cuidado y la bella factura conjunta del espectáculo, en cada producción siempre hay algo que es absolutamente excepcional y fuera de toda categoría. En este caso fue “Paraíso”, un número de trapecistas sin trapecio móvil (con marcos coreanos) donde las jóvenes y ágiles artistas revolotean ingrávidamente por los aires lanzadas literalmente por los brazos de unos fornidos y necesariamente precisos portores (hay un momento excepcional en el que una trapecista es lanzada hacia atrás y por debajo de las piernas de un portor, describiendo una inverosímil parábola ascendente hasta ser recibida por el que se encuentra a sus espaldas: absolutamente antológico y ajeno a toda lógica newtoniana).

En definitiva, la fórmula de este incuestionable éxito mundial sigue repitiendo unas constantes que han sido y son habituales en el circo de siempre: números de habilidad y riesgo aderezados con música y humor (solo excluyen los tradicionales animales amaestrados). No obstante, Circo del Sol triunfa frente a todas las demás ofertas circenses (incluso algunas mucho más veteranas y arraigadas en nuestra cultura popular) y todo ello sin traicionar ni transgredir en nada la herencia de un espectáculo más que centenario. ¿Cuál es la razón…?

De todas las variables que determinan el éxito de una propuesta empresarial o profesional (precio, producto, distribución, publicidad, etc.) hay una, quizás la más complicada de perfeccionar, pero que invariablemente siempre se ha revelado como la más eficaz con independencia de las circunstancias acontecidas en cada momento (crisis o bonanza económica, inestabilidad política o social, etc.). Se trata sin duda de la Calidad.

La Calidad entendida como un conjunto de atributos que trasladan al consumidor una atractiva y profunda sensación de conveniencia en el retorno de la inversión esperado. Aquello que atesora Calidad se explicará siempre por si mismo ahorrando muchos de los esfuerzos habituales en su comercialización, pues serán los propios usuarios quienes se encargarán inconsciente y gratuitamente de ello.

Hoy en día, en un escenario económico presidido por la madurez de la mayoría de los mercados y en donde es imposible pretender su sustitución inmediata por otros nuevos, la única receta que nunca fallará en aquellos es proponer Calidad en todo eso que pretendamos ofrecer (productos, servicios o incluso nuestra propia fuerza de trabajo laboral).

Además, la Calidad es la única cualidad que tiene la peculiaridad de ejercer calladamente una invisible e irresistible atracción en todos nosotros, combatiendo y difuminando esa tendencia universal a la priorización del Precio en las decisiones de compra (precio que fácilmente se olvida cuando lo que consumimos nos satisface realmente de verdad). Por esto mismo, sinceramente hoy solo conservo el recuerdo de un bello espectáculo por el que ya no me acuerdo lo que pagué o volveré a pagar en la próxima ocasión que se me presente para volver a ver al Circo del Sol…

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

Más allá de la Comunicación


Todos se comunican, pocos se conectan” es el último libro de John C. Maxwell, el célebre autor de más de 50 títulos sobre management entre los que destaca su éxito de ventas mundial “Las 21 leyes irrefutables del liderazgo”.

El Dr. Maxwell en esta ocasión desarrolla una atractiva teoría que apunta directamente a uno de los pilares actuales de la sociedad del siglo XXI: la comunicación. Su teoría defiende la existencia de un nivel superior y más eficiente a la comunicación que denomina “conexión”, diferenciándose esta de aquella por un sencillo paradigma: Mientras que la comunicación se establece pensando en uno mismo, la conexión solo tiene lugar cuando se piensa en el interlocutor. Es decir, la interlocución conectiva entre las personas solo es posible desde la empatía mientras que la comunicativa no necesariamente, lo que posiciona a la primera en un ámbito más elevado de efectividad.

Por tanto la conexión podríamos definirla como “comunicación + empatía”, combinación de cualidades que solo acontecerá si un mensaje cumple estos tres requisitos:

      1. Que incorpore confiabilidad en el emisor: nada es creíble si no es confiable.
      2. Que denote preocupación por el interlocutor: el interés por los demás, además de sentirse, debe explicitarse.
      3. Que traslade ayuda potencial: siempre el… “para lo que haga falta” sincero y predispuesto.

Para todo ello y además, será imprescindible no caer en ninguno de los siguientes peligros en la relación interpersonal:

      • Prejuicio: ya sé lo que saben, sienten y quieren los demás.
      • Arrogancia: no necesito saber lo que saben, sienten y quieren los demás.
      • Indiferencia: no me interesa saber lo que saben, sienten y quieren los demás.
      • Control: no quiero que los demás sepan lo que yo sé, siento y quiero.

Además habría que hacer notar que la conexión es un asunto que excede a lo que decimos, pues la palabra no es lo suficientemente poderosa y omnicomprensiva para contemplar “fotográficamente” todo lo que pretendemos expresar. Generalmente es a partir de todas nuestras manifestaciones conductuales como nos interrelacionamos, siendo las responsables del mayor o menor grado de proximidad o lejanía que finalmente consigamos establecer con los demás.

Esto mismo lo sintetiza y estructura Maxwell, definiendo los cuatro componentes básicos de la conexión:

      1. Conexión Verbal: es necesario expresarse con propiedad, tal y como aseguraba Mark Twain al decir que… “La diferencia entre la palabra correcta y la casi correcta es la misma que la existente entre la luciérnaga y el relámpago”.
      2. Conexión Visual: la mayor parte de lo que se interpreta de nuestro mensaje viene determinado por nuestra expresión gestual que, además de todos los movimientos corporales (incluida la mirada), también contempla la imagen personal.
      3. Conexión Intelectual: adecuar siempre nuestro mensaje al nivel de nuestro interlocutor lo hará más comprensible e interesante para él.
      4. Conexión Emocional: mostrar una actitud ambivalente (receptiva / proactiva) según la ocasión, facilita los canales de encuentro sensorial con los demás al eliminar las habituales barreras de precaución relacional.

Sin duda, puede realmente haber un más allá de la comunicación llamado conexión que, a la par de trasladar el mensaje, es capaz de acercar emocionalmente a las personas a pesar de las virtuales distancias electrónicas que hoy parece todo lo dominan en nuestra relación… 

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro