MARATHON-15% Y EL ÉXITO PROFESIONAL

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“Cada gran éxito se construye por otros menores que son los que hay que saber alcanzar”

Con este aforismo concluye “El éxito”, la Crónica 18 del libro “Marathon-15%: 115 CLAVES DE SUPERACIÓN PERSONAL” y comienza “El camino del éxito profesional: 115 CLAVES BASADAS EN UN RÉCORD MUNDIAL”, la conferencia que recientemente pronuncié en el Colegio de Economistas de Valencia (COEV) y que en la fotografía enlazada siguiente se encuentra disponible en su integridad…

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Cuando me preguntan sobre cuánto tiempo dediqué a prepararme para alcanzar, el 13 de junio de 2015, la mejor marca mundial de desnivel positivo en maratón (6.232,86 m.), siempre respondo la verdad: “9 meses… tras 40 años sin dejar de entrenar”. En todo este tiempo y por mi empeño en querer siempre más, he tenido la oportunidad de conseguir algunos logros deportivos menores cuya progresión hacia otros mayores me llevó finalmente a considerar la posibilidad de tentar y conquistar este récord, que comparto editorialmente con todos aunque lo lleve muy guardado en mi intimidad. Hoy siento que me lo he ganado porque su construcción viene de muy atrás.

En la vida profesional ocurre lo mismo: el éxito no se puede improvisar y quien esto pretenda con seguridad terminará por los caminos del fracaso o de la ilegalidad. También en la vida personal ocurre igual y así lo escribo en la Crónica antes mencionada, en otro párrafo que lo viene a constatar…

“Los grandes éxitos nunca se construyen de una sola pieza, pues no hay molde suficiente para contenerlos en su integridad. Nadie es capaz de cruzar un rio de un solo paso como tampoco parece viable alcanzar la cima de una montaña sin tenerla que escalar. El éxito siempre se viene a formular como suma de otros menores que secuencialmente llevan hasta el principal, aportando cada uno además una satisfacción puntual que ejerce del mejor apoyo motivacional. La palabra éxito no existiría sin la unión de sus cinco letras, cada una tan importante como las demás. Pero además, la palabra éxito contiene en su significado tantas acepciones semejantes que debería ser siempre escrita en plural…”

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

EL HONOR O “LO QUE EL VIENTO SE LLEVÓ”

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Siempre acudo a las artes para descubrir qué apasionó a nuestros antepasados y lo que para ellos constituyó las bases más sólidas de su civilización. El amor, la codicia, el valor, la muerte, la libertad, la familia, la religión y tantos otros temas han sido fuente de inspiración de esas películas que no se olvidan, esos libros que nos fascinan, esas las músicas que nos conmueven o esas pinturas que no precisan de más explicación.

Entre todos estos referentes de lo que el hombre siempre ha considerado esencial para su definición se encuentra el honor, esa cualidad moral que obliga a quien lo quiere tener y mantener a conducirse por los rectos caminos del respeto a sí mismo y a los demás, sin más obligación que la del seguimiento de un código ético no escrito pero sabido por todos y cuyo uso es entendido como la mejor garantía de general consideración.

Pero desgraciadamente el honor ya no tiene cabida en este mundo actual que parece ha olvidado su condición. En este mundo que ha reducido la extensa y secular relación de sus valores a uno solo: la ambición. Un mundo que se representa a si mismo cada día en los informativos de la televisión, cuya imbatible noticia de portada es la corrupción. Hoy parece que solo hay derecho jurídico al honor pero ninguna personal obligación. El honor ya no es el de aquel Rhett Buttler redimido que nos fascinó al final de “Lo que el viento se llevó”.

Desaparecido ya el honor como valor general de vida, solo nos quedaría la honestidad (como bien menor con respecto al anterior) al objeto de no perder lo que tantos siglos nos costó ganar y nos identificó como seres con un concepto ético en la actuación. Es en “La honestidad”, la Crónica 44 de “Marathon-15%: 115 CLAVES DE SUPERACIÓN PERSONAL”, en donde sobre esto escribo mi opinión…

“La honestidad es el signo distintivo de quien entiende la vida como un pacto inexcusable entre sus actuaciones y la verdad, comprometiendo ante cualquier circunstancia la unicidad de un criterio que mantiene firme a pesar de las tentaciones por llegarlo a falsear. La honestidad define tan bien a la persona que para conocerla no es necesario más. Quien es honesto es de fiar y la fiabilidad constituye la puerta de entrada a la confianza y a la credibilidad. Ser honesto es el mejor aval para transitar por una sociedad que, tristemente acostumbrada a las personas con doble faz, pide a gritos integridad. Hoy la honestidad es, por escasa, la cualidad a mejor valorar y con ese tesoro la fortuna nunca puede faltar…”

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

HABLAR MENOS… PERO ESCRIBIR MÁS

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Solo hace unos 200 años que se descubrió la Piedra de Rosetta (traducción de Rashid, la ciudad donde se halló), lo que permitió descifrar los ideográficos jeroglíficos egipcios que hasta esas fechas fueron todo un misterio para los sesudos investigadores de la comunicación. Escribir con símbolos fue uno de los hechos distintivos de una faraónica civilización que nos legó tantos grandes avances, pero parece que ese no. ¿O sí…?

Desde entonces, el desarrollo de la comunicación escrita ha tendido en su evolución a enriquecer paulatinamente los lenguajes (sobre todo con la aparición de la escritura silábica) para convertirlos en herramientas suficientes para explicar con detalle casi todo lo que queremos expresar de la razón y de la emoción. Y ello hasta el punto de llegar a ser considerada un arte por su capacidad de contener y embellecer todo nuestro mundo interior y exterior.

No obstante parece que, tras varios milenios de desarrollo, vivimos tiempos de involución pues ahora lo que vale es reformular la expresión escrita utilizando abreviaturas, emojis y emoticonos o cualquier signo que ahorre el esfuerzo de la explicación. Todo un homenaje a la civilización egipcia, aquella a la que tendremos que imitar con la elaboración de nuestra propia Piedra de Rosetta que nos permita descifrar al leer lo que muchos ya no comprendemos cada vez que recibimos una moderna comunicación.

Es curiosa la paradoja que define esta situación: En un mundo donde la escritura ya no tiene coste al prescindir de los soportes materiales que condicionaban su extensión (papel, lápiz, etc.), ahora nos hemos arrodillado ante un vehículo social de relación que impone una aberración como es la de limitar a 140 caracteres lo que queremos expresar por escrito a nuestro interlocutor. Esto para mí no tiene explicación cabal ni menos aún perdón.

Pero lo que con la escritura condeno con el habla lo aplaudo sin excepción. Hablar lo justo para expresarnos mejor es un signo de inteligencia en la exposición y así lo defiendo en… “El hablar menos para decir más” (la Crónica 37 de “Marathon-15%: 115 CLAVES DE SUPERACIÓN PERSONAL“), alguno de cuyos párrafos reproduzco a continuación:

Quizás en pasadas épocas, cuando el tiempo para todos gozaba de otra disponibilidad, hablar se constituía como una práctica profusa en generosidad que el paso de los años ha adelgazado pasando a ser tan escueta como frugal. Hablar fue un ejercicio de resistencia y hoy lo es de velocidad. La palabra es un bien caro de expresar y derrocharla solo conduce a que nos la quieran arrebatar, interrumpiendo nuestro discurso por el de quienes también desean llenar el tiempo con el discurso de su pensar. Los diálogos en las películas clásicas nos enseñaron aquello que debía ser al comunicar y mucho me temo que nunca será. En definitiva, que no es cuestión de sacrificar nuestra opinión y callar, sino de abreviar. De manifestar nuestras ideas procurando dejar siempre el último minuto por llenar…

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

Lo que no son cuentas… son cuentos

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Aunque la frase que titula este artículo no es mía, me siento tan identificado con su sentido que le voy a dedicar algunas líneas de reflexión, no sin antes advertir que “cuentas” y “cuentos” pueden ser antónimos dependiendo de cómo se contemple la vida, si como una realidad o como una ficción.

Decían los románticos del siglo XIX que la existencia no es lo que nos ocurre sino aquello que nos gustaría vivir, es decir, una ensoñación de lo deseado en contraposición a la realidad de lo soportado (que por lo general suele ser menos amable que cualquier especulación). Nótese que el término “Romanticismo” deriva de “roman” o novela en francés, toda una declaración de intenciones para convertir la realidad en una fabulación como reacción a la hasta entonces imperante racional Ilustración. Los románticos suelen atraer nuestro favor por defender unos ideales libertarios, hedonistas y buscadores de la emoción, aunque así su vida se les complicó al ser la cotidianeidad lo que finalmente “cuenta” y no el “cuento” lo que tiene razón. Y que conste que no condeno al Romanticismo por esta digresión, siquiera por todo lo mucho que de bello en el arte nos aportó.

Cierto es que todo propósito de vida comienza desde el anhelo y la visualización de un horizonte mejor, pero también lo es que su efectiva materialización deberá huir de la ingenua ensoñación para discurrir por el camino práctico del orden y la concreción.

En la Clave 111 de “Marathon-15%: 115 CLAVES DE SUPERACIÓN PERSONAL”, titulada “El concretar”, lo vengo a explicar…

Si hay una causa que pueda explicar muchos de los fracasos en todo aquello que nos gustaría alcanzar es nuestra dificultad para concretar, dejándonos llevar por vientos de aspiraciones imprecisas cuya definición y consecución se ocultan entre velos traslúcidos de generalidad. Todo se torna más difícil cuando no somos capaces de llegarlo a especificar, favoreciendo así nuestra confusión respecto de cuál es nuestro objetivo final. El qué, cuándo y cómo de cualquier proyecto personal y profesional ha de ser concreto, cuanto menos para poderlo gestionar, pues de otra manera nos sumergiremos en un bucle de vaguedad del que será imposible escapar…

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

Mi amigo y la adversidad

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Hace unos meses, de repente y sin avisar, a mi amigo le comunicaron que su vida ya no iba a ser igual. Que el presente se teñiría de marrón y el futuro de gris incógnita, alargándose lo que la cruzada que entonces comenzaba quisiera durar. Un horizonte indefinido que viene a cuestionar eso de “seguridad” social, porque todavía nos encontramos tan lejos de dominar a la Naturaleza en mucho de aquello en lo que nos quiere atacar. Y por si esto fuera poco, además todo es fruto de un azar que frecuentemente apunta a alguien sin más criterio que el de fastidiar. Esa extraña lotería de la cruel enfermedad que no precisa de comprar sus números para que te pueda tocar.

Mi amigo nunca ha sido un superman, quizás como tampoco lo somos los demás. Y así mi opinión sobre él siempre fue la de ser un hombre normal, alguien con sus peculiaridades pero sin nada especial a destacar que no fuera un valencianismo militante y a prueba del mayor huracán. Un tipo que vivía corrientemente en su particular cotidianeidad. Pero hoy ya no pienso igual y le considero especial. Especial por afrontar su malestar con una entereza que a mí y al resto de sus amistades nos ha llegado a conmover y a asombrar, tanto que en él ahora vemos alguien diferente que nunca lo habríamos podido sospechar. Sin desviar su mirada puesta al frente, ese frente de batalla cuyas balas se cuentan por cientos de grageas multicolores ingeridas que al final nadie sabe muy bien a donde apuntan y dan. Batalla química pero irremediablemente también mental. Alguien enfrentado sin cuartel a su adversidad.

Y una vez más ha tenido que llegar la Adversidad para aflorar lo mejor que una persona puede dar. Así le ocurre a la mayoría de la humanidad, pues en una vida normal parece que no hay razón para buscar en todos los rincones de nuestra personalidad eso que desconocemos valer y que nos puede acercar a la excelencia de un superman. Sin dudar, hoy mi amigo lo es y yo debo reconocer que no lo soy ni me puedo comparar… pese a tener un récord mundial.

Récord mundial que me quiso llevar a escribir “Marathon-15%: 115 CLAVES DE SUPERACIÓN PERSONAL“, en donde la Crónica 70 (“El probarse ante la adversidad”) viene a manifestar…

Hay algo que invariantemente ha sucedido desde la antigüedad y es que los mayores logros de la humanidad han germinado en momentos y situaciones enmarcados por la adversidad. Parece que solo lo mejor de nosotros mismos somos capaces de exteriorizar cuando las cosas van mal o en todo caso cuando nos cuestan más de lo que es normal. Y es entonces cuando nos solemos asombrar al comprobar cuál es nuestra medida y hasta donde podemos llegar, que siempre es mucho más allá...

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

¿DEDICACIÓN O ADICCIÓN…?

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Uno de los signos que mejor definen nuestra contemporaneidad es la creciente dificultad para destacar en cualquier ámbito de la vida (personal, profesional, empresarial, político, social, etc.), lo que determina una creciente competitividad que demanda cada vez más la dedicación en todo aquello en lo se pretenda despuntar. Inmersos en esta actualidad, no deberíamos confundir las dedicaciones deliberadas con las otras que nos sobrellevan la voluntad y que toman forma de adicción o todo eso que en nuestra conducta no podemos gobernar (ver artículo en El País).

Entre una dedicación y una adicción no suele haber una clara línea de distinción por más que el juez decisor sea la libre voluntad, pues en muchas ocasiones esta se encuentra secuestrada por auto-justificaciones que la aleja de la realidad. Cualquier actividad se puede auto-excusar como no adictiva sin mucho pensar, solo es necesario dejarse llevar.

Una de las actividades que en nuestra sociedad goza de mayor popularidad y además genera controversias entre si es adictiva o vocacional es la práctica deportiva, base sin duda de la salud física y mental. Pero… ¿hasta dónde es beneficiosa y cuando se torna en perjudicial? Quien sea capaz de contestar fácilmente a esta pregunta se equivocará pues, como es habitual en la vida, todo depende de cada cual y no hay una regla común que pueda ajustar sin margen de error a la colectividad.

En mi caso particular creo poder controlar lo que en mi vida es uno de los pilares que sustenta mi satisfacción personal y al que me acerco más cuando las otras cosas pintan mal. Entrenar todos los días sin solución de continuidad ya forma parte de mi idiosincrasia como el comer, dormir o evacuar. No descanso porque no lo necesito y esta libertad es la que me aleja de una dependencia que no es adicción, sino dedicación para mejorar. Además, ello me garantiza el no perder la continuidad, ese tesoro que hace más fácil lo que ya de por sí tiene gran dificultad.

En la Crónica 55 de “Marathon-15%: 115 CLAVES DE SUPERACIÓN PERSONAL”, titulada “El descanso”, escribía en 2014…

En mi persona, yo siempre he sido partidario del descanso pero de una manera un tanto especial, la que considera a la pausa activa como suficiente y no perjudicial. Pausa esta que, sin abandonar el desarrollo de nuestros propósitos, los enfoca desde el simple cambio de actividad. Por eso, en mi vida deportiva, no he dejado nunca de (variadamente) entrenar por descansar y a mis 53 años evidencio como prueba de idoneidad que por saturación nunca me he llegado a lesionar. No pretendo poner como ejemplo único este mío que pueda ser muy particular, si bien tampoco animaré a lo que es contrario y que puede conducir a la tentación de holgazanear.

Es cierto que en todos los órdenes de la vida descansar lleva a reactivar las fuerzas y por tanto a mejorar el rendimiento, aunque cabe también la posibilidad de que un descanso inadecuado conduzca a una pérdida de continuidad que luego obligue a un coste mayor para recuperar. Ausentarse más de lo conveniente de aquello que nos ocupa lleva a una peligrosa intermitencia que puede convertir eso de “desconectar” en el peor enemigo de la productividad personal…

Saludos de Antonio J. Alonso

LA EDAD… ¿SOPORTAR O ADECUAR?

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En este cálido verano que acabamos de dejar atrás, una vez más he logrado sorprenderme, a mis 55 años de edad, por algo que de joven nunca me atreví a probar. En una semana, de domingo a domingo, completé corriendo los ascensos… Segovia-Bola del Mundo (34 kms. hasta los 2.300 m. de altura) y Granada-Pico Veleta (50 kms. hasta los 3.400 m. de altura). Para ello entrené duro por los montes pardos de Segovia y el fresco pantano de La Granja de San Ildefonso, siguiendo una progresión que desde hace décadas no cesa y que ahora mismo desconozco a donde me llevará.

Muchos se llegan a desesperar soportando indolentemente el paso del tiempo y otros nos vamos congratulando al sentir que la vida gana con la edad, eso sí, solo si te sabes esforzar y adecuar.

Cumplir años tiene de interesante el que nos permite conocernos más a la vez que nos lleva a comprender mejor a los demás. Ambas ventajas, sabiéndolas gestionar, expanden las posibilidades de felicidad, eso que todos buscamos pero que algunos se obstinan en malograr.

No voy a negar que la vida, por naturaleza, se viene a caracterizar por una serie de etapas condicionadas por la evolución de lo físico y lo mental, pero que son percibidas y asumidas por casi todos como una imposición celestial, como un designio ineludible frente al cual nadie se puede revelar. Veo a treintañeros referirse con nostalgia a su juventud pasada, anunciando así una vejez prematura que pronto les llegará. Escucho a cuarentones afirmar que se encuentran de vuelta de todo y me pregunto cuánto es ese todo y qué tipo de vuelta han llegado a dar. Observo a los cincuentones de mi generación que tienen su mente secuestrada por los deseos irreprimibles de llegar cuanto antes a una jubilación que les libere de toda obligación, solo para reducirse a contemplar la vida pasar. ¡Ah!, los de sesenta a pasear y con setenta u ochenta a esperar en casa el final. Cada cual subido en el vagón de su edad, sin atreverse a explorar el resto del tren por resignación vital y miedo al qué dirán.

Pero otros, sin olvidar la edad que tenemos, no queremos dejarnos llevar por ese condicionamiento mental que en muchos replica una vida igual, sin margen para la decisión personal, tachando cumplimientos en esa agenda que nos dan al nacer y que nos marca el que, el cuándo y el cómo debemos actuar. Todo eso que nos hace sentir tan seguros por repetir lo que hacen los demás, hallándonos así más miembros numerarios de nuestra colectividad.

Cada año que pasa mi obstinación no ceja y sigo pugnando por separarme de ese imán que me atrae compulsivamente hacia la medianeidad. Hace mucho que no soy joven y ya nunca lo volveré a ser, lo sé, pero me da igual… ahora consigo lo que entonces ni soñé alcanzar.

En “El adecuarse a la edad”, la Crónica 67 de “Marathon-15%: 115 CLAVES DE SUPERACIÓN PERSONAL” escribo:

“La infancia y gran parte de la juventud tienen eso tan añorado después y es la ausencia de la necesidad de calcular sobre los límites a los esfuerzos físicos a realizar. Todo se siente posible y nada se quiere dejar de probar. Investigar sobre las fronteras del cuerpo se torna como la mejor forma de autoridad sobre una naturaleza rebosante de vitalidad. Pero con el transcurso del tiempo todo esto se viene a limitar aunque nunca, excepto por impedimento o grave enfermedad, a anular. El no contar con las facultades vitales de la mocedad no prescribirá el dejarse abandonar al sedentarismo de televisor y sofá a menos que haya propósito firme de tal, lo cual sería una pobre elección no exenta de reactiva inmovilidad. La vida en ningún momento quita posibilidad, solo pide saberse adecuar a la edad…”

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

EL DOLOR QUE NOS QUIEREN OCULTAR

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Si me atengo a lo que leo, oigo y veo diariamente en los medios de comunicación parece ser que, en cuestiones de criminalidad, España es un país excepcional pues aquí solo fallecen al año algunas decenas de mujeres por violencia de género y un puñado de adolescentes desaparecidas que luego no se vuelven a encontrar. Que sepamos, casi nadie más. Sobre unos 47 millones de habitantes, no parece que las cosas vayan muy mal.

¿Es esto verdad…?

El pasado 9 de Septiembre el diario El País publicaba un reportaje que titulaba “1.270 búsquedas activas de desaparecidos en España”. De ser esto cierto, parece que alguien no dice toda la verdad.

¿Por qué esta exhaustiva contabilidad informativa de las mujeres asesinadas por sus parejas? y ¿porqué no existe tal para los hombres que también han sufrido alguna agresión conyugal? ¿Por qué en la actualidad solo Diana Quer ocupa a diario todos los noticiarios cuando las otras 1.269 personas desaparecidas también lo están? Detrás de esta flagrante discriminación ¿qué intereses hay…? Así las cosas, ¿no es esta una forma de “Violencia Mediática” que paradójicamente se viene a sumar a las que se pretenden ocultar?

No lo puedo callar. Me enciende por dentro cualquier tipo de arbitrariedad que no conceda igualdad de oportunidad a quien tiene el derecho constitucional y moral de ser como los demás. Y todavía me indigno más cuando esta parcialidad afecta al dolor de las personas. Dolor que para todos si es igual.

Desoladamente, una vez más, vengo a denunciar (sin la capacidad personal de resolver) una ilegalidad que como tantas otras solemos asumir sin rechistar, aunque si puedo aportar mi recomendación personal para gestionar una emoción de las más penosas para cualquiera que tenga algo de sensibilidad. En la crónica 107 de “Marathon-15%: 115 CLAVES DE SUPERACIÓN PERSONAL” titulada “El dolor” escribo:

“En el mundo de lo normal, nadie busca el dolor pero cuando viene pocos lo saben gestionar. ¿Será quizás porque consideramos al dolor como algo fuera de lugar, algo ajeno a nuestra vida y sin derecho a tenernos que visitar, algo en lo que mejor no pensar? El dolor, aun no querido, forma parte involuntaria de nuestra realidad por lo que ignorarlo poco ayudará a recibirlo bien preparados cuando se haga anunciar.

El dolor, como cualquier otra manifestación de lo que nos produce malestar, también es susceptible de entrenar para minimizar unos efectos negativos que no debieran comprometer en exceso ningún resultado final…”

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

Los Juegos Paralímpicos… siempre me llegan a inquietar

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No lo puedo evitar. Cada cuatro años, en septiembre, me debato en una maraña de dudas sobre la legitimidad moral de los Juegos Paralímpicos de verano, un reciente espectáculo deportivo bendecido por la sociedad actual que, en aras de la defensa ciega de la igualdad universal, puede que esté confundiendo algunos límites de la ética personal.

Lo primero es aclarar que, en mi convencida opinión, no debiera haber ningún tipo de discriminación personal relacionada con la minusvalía física o la mental y a partir de aquí cada cual debe contar con la libertad de utilizar su vida como elija en un entorno de respeto social. Pero lo dicho es tan general que, si atendemos a lo particular, podemos identificar tantas excepciones que a uno le llegan a marear.

Pongamos un ejemplo… ¿es lícito el boxeo…? Según lo anterior, podríamos asegurar que si, cuando los contendientes acceden a enfrentarse en un ring libremente desde el ejercicio de su responsabilidad. Pero, ¿es un espectáculo que todo el mundo llega a entender…? ¿qué decir de las frecuentes lesiones cerebrales…?, ¿y si algún púgil fallece…? ¿Es lícito mirar a otro lugar o los demás tenemos en esto alguna responsabilidad?

Veo en mi televisor a esos singulares deportistas disminuidos física o mentalmente en el mismo Río de Janeiro que un mes antes congregó a lo más granado del deporte mundial y no puedo olvidar la curiosidad que siempre ha tenido la sociedad por mirar a quienes nacieron diferentes o que algún avatar de la vida les privó de la normalidad. Lo raro tiene algo de especial que no todos lo entienden por igual. Lo raro puede llevar a la comprensión más natural, pero también al morbo más callado, avieso y sin piedad (que lo hay). Nuevamente… ¿es lícito mirar a otro lugar o los demás tenemos en esto alguna responsabilidad?

Más allá de estas inquietantes consideraciones de difícil consenso y resolución, es indudable que los deportistas paralímpicos son ejemplo para los demás de superación personal, no por su minusvalía, pues en este sentido para mí no se distinguen del resto de deportistas que buscan constantemente mejorar. Unos y otros miran a sus límites como horizonte hacia el que caminar. Sus límites son los que dan sentido a sus vidas, pues les definen, clara e ilusionadamente, hasta donde pueden llegar.

En “Los límites”, la Crónica 108 de Marathon-15%: 115 CLAVES DE SUPERACIÓN PERSONAL, escribo…

“Límites, siempre hay, pero hasta donde alcanzan es lo que merece la pena averiguar. Solo así es posible descubrir las capacidades de cada cual, siendo precisamente estas las que nos permiten progresar. Desconocer cuál es el límite personal en cada área importante de la vida es tanto como deliberadamente obviar las posibilidades que nuestro potencial nos da, resignándonos a representar una vida a medio gas.

Para saber hasta dónde podemos llegar solo hay una manera de actuar y es explorar. Inspeccionar lo que parece queda lejos de nuestro alcance, pero cuenta con alguna posibilidad, porque en la tentativa está la sorpresa y en la sorpresa la gratificación de lo que nunca hubiéramos creído conquistar…”

Saludos de Antonio J. Alonso

LA PSICOLOGÍA POSITIVA… ¿UNA CIENCIA DE LA FELICIDAD?

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Tras varios años publicando regular y convencidamente artículos sobre desarrollo y superación personal, debo confesar que no tengo tantos lectores como me llegaría a gustar pero también que conozco la fórmula para captarlos, aunque juro laicamente que nunca la voy a utilizar.

¿Qué no me hace tan popular? A parte de aquello que subjetivamente en mí no sea capaz de apreciar, con mucha probabilidad pueda ser mi visión pragmática y esforzada del desarrollo personal, que convierte cada reflexión que escribo en un alegato a la superación basada en hechos más que en deseos, en realidades en lugar de veleidades, en largos caminos alejados de los inusitados atajos que nunca nos llevan a ningún lugar.

En mi profesión, para triunfar es probado que hay que pertenecer al Club de la Comedia, el que representa hoy la Psicología Positiva, ese del buenismo y la facilidad, del Flower-Power de chascarrillos a medida de los oídos de un interlocutor comprador de esa lotería que nunca le llegará a tocar. Club en el que están muchos de los que ruedan, entre sonrisas y aplausos inocentemente esperanzados, de conferencia en congreso, de congreso en taller, de taller en mesa redonda y así hasta la insufrible saciedad. La positividad como bálsamo de fierabrás. La positividad como pretendida ciencia de la felicidad.

Y para no ser yo el único que sobre esto quiere opinar, recomiendo tres documentos reveladores sobre este engaño secular, que hoy se viste de ciencia cuando no es más que una anticuada religión medieval:

– “Materia”… http://esmateria.com/2014/08/26/un-aficionado-desmonta-la-millonaria-industria-de-la-ciencia-de-la-felicidad/

– “El País”… http://elpais.com/elpais/2016/07/13/ciencia/1468437657_783090.html

– “UNED”… https://canal.uned.es/mmobj/index/id/13565

En Marathon-15%: 115 CLAVES DE SUPERACIÓN PERSONAL me embarqué en un proyecto deportivo/editorial que lograse avalar mi visión profesional sobre cómo progresar en la vida y acercarse al concepto personal que cada cual construya de su felicidad. Para ello, lejos de pontificar desde la comodidad, quise ejemplificar conquistando un sufrido récord mundial. Hacer para convencer y no predicar para vender. Precisamente, en la Crónica 8 titulada “La positividad”, escribo…

Hay muchas maneras de buscar la positividad vital y de todas yo suelo descartar las que utópicamente se ausentan de la factibilidad para proclamar que todo queda al alcance de cualquier posibilidad. Prefiero anclar mis pies en la realidad y ser positivo en lo que es probable y a partir de aquí encontrar razones y emociones que faciliten cada empeño según su dificultad. La positividad no se corresponde en absoluto con la seguridad de poderlo todo alcanzar por más que los prestidigitadores de lo irracional nos lo quieran interesadamente enmascarar, sino con la actitud menos pesimista que hay, para así minimizar las contrariedades que son inherentes a cualquier proyecto personal o profesional…

Saludos de Antonio J. Alonso