Cada cosa en su sitio y…

Cada cosa en su sitio

Dicen que todo en nuestra vida tiende recurrentemente al desorden y es muy posible que así lo sea. Ante ello, cada cual es muy libre de elegir como afrontar esta situación: si dejándose embarulladamente llevar o llevándose deliberadamente hacia otro lugar.

En mis pensamientos cotidianos nunca olvido aquel cartel que, en los años sesenta, presidia una de las dependencias de producción del que entonces era nuestro negocio familiar. Escrito con sugestivos caracteres blancos sobre fondo azul ultramar decía… “Cada cosa en su sitio y un sitio para cada cosa”. Para un curioso niño de seis o siete años no podía haber misterio alguno más revelador.

Pero, ¿el desorden puede estar justificado por alguna razón…?. Tras varios años de búsqueda e investigación he llegado a la conclusión de que sí hay una común razón: nuestra propia autojustificación.

Nadie, pero nadie, duda de que el desarrollo de los procesos de actuación tanto personal como profesional siempre se beneficia por la observancia de la organización. Se trata de una ley de ámbito universal cuya probatura cuenta con miles de años de constatada efectividad. Ahora bien todos, pero todos, somos presas de una indolencia natural que nos invita remolonamente a continuar dejando las cosas como están en la esperanza de que todo ya se arreglará. En definitiva, soñamos con que un día abriremos el armario y milagrosamente este nos presentará su interior bien ordenado, por supuesto sin nuestra previa y fatigosa intervención.

Recientemente en el programa de Levante TV, “Crono”, ya lo testimonié: Un maratón se finaliza con éxito, no el día de la carrera, sino en todos los días de su preparación. ¿Alguien defendería que el entrenamiento no exige organización?. ¿Qué resultados podemos esperar de una preparación que estuviera basada en esa improvisación que determina nuestra fluctuante predisposición al esfuerzo y al dolor?. ¿Hay alguna justificación a dejar a la suerte el destino de nuestros propósitos y lo que es peor, nuestra misma vida abandonada a la mera especulación?.

No, no y no. Y el orden es sin duda el mejor garante de ese equilibrio necesario que nos reposa el ánimo cuando se agolpan los propósitos o las obligaciones de realización. Sentir que casi todo se encuentra bajo un cierto control se configura como el paso previo a cualquier desarrollo exitoso de un complejo trabajo o de una simple actuación. Renunciar a esto es tanto como admitir que a la dificultad intrínseca de nuestra vida queremos añadirle más por nuestra consciente y equivocada decisión.

No me escondo, necesito el orden para vivir y vivo el orden con serena naturalidad. Y sin miedo al qué dirán, pues es muy cierto que una forma de exorcizar los males propios es condenar las virtudes ajenas y así a los que somos vocacionalmente ordenados se nos instala en imaginarias patologías que secretamente para sí las quisieran esos mismos que hipócritamente condenan nuestra esforzada ejemplaridad.

Desde mi niñez comprendí que no hay como saber dónde buscar para llegar a encontrar…

Saludos de Antonio J. Alonso

¡Por fin… Viernes!, dijo Robinson

Robinson Crusoe

Buscando la soledad siempre me he encontrado con gente pues vivir es inevitablemente una cuestión social, aun incluso en la más lejana isla tropical. Qué bien comprendo a Mr. Crusoe, todo un Robinson que también deseó la llegada del… Viernes. Desde 1.719 a hoy, parece que nada cambió.

Cuando me propuse buscar un reto personal (Marathon-15%) para ilustrar mi proyecto editorial sobre las claves que concurren en la consecución de objetivos en la vida, por razones de simple operatividad no dudé entonces en elegir uno que de forma autónoma yo pudiera desarrollar sin requerir supuestamente la participación indispensable de los demás. Entonces me olvidé de que todas las semanas tienen su Viernes, sin él que el sábado y el domingo nunca llegarán.

Tras tres meses habitando mi particular isla perdida de esfuerzo y dedicación, ahora busco con fruición a mis Viernes para proseguir con mi misión. Es posible que solitariamente pudiera alcanzarla, pero acompañado me garantizo una más probable obtención. Ningún gran proyecto en la actualidad se puede cocinar en la intimidad. Es imposible ignorar la cerrada urdimbre que la red de nuestra sociedad nos instala bajo nuestros pies como alfombra mágica para navegar. Ignorar esto nos llevará sin ninguna remisión a naufragar y como cualquier Robinson, a tener que desde cero volver a empezar.

Lo que siempre se ha denominado circunstancias como marco condicionante del éxito o fracaso profesional o personal hoy se concreta, en casi toda su especificidad, en la llamada red social presencial y virtual. El incontenible ascenso del protagonismo del entorno relacional en el desarrollo de nuestros propósitos nos debe llevar a mirar la vida con un ojo puesto en nuestras actuaciones y con el otro en las que dependen de los demás.

Confieso que tras cada exigente entrenamiento ardo en deseos de comentar con mi entrenador lo acontecido en forma de respiraciones entrecortadas, dolores soportados, pulsaciones registradas o expectativas futuras de logro y consecución. Todo buscando un parecer que, aunque posiblemente sea coincidente con el mío, me sirva para contrastar mi opinión con algo más que el eco de mi voz.

También así creo que lo pensó Robinson cuando, movido por la imperiosa necesidad de comunicación, arriesgó su vida acercándose a una tribu de caníbales y a Viernes rescató.

No albergo la menor duda respecto de cuál es una de las principales cualidades que explica el éxito de quien lo tiene: su extraordinaria capacidad de relación, buscando preferentemente a quienes le mejoran para colocar cada vez más alto el listón de la exigencia, el talento y la superación.

Por fin, con la llegada del nativo Viernes, Robinson mejoró sus escasas posibilidades de salvación. Aunque él quizás no lo sepa, su apasionante aventura no fue suya sino de los dos…

Saludos de Antonio J. Alonso

Si lo sé… si voy

Si lo se... no vengo

Cuántas veces hemos escuchado en los demás o incluso nosotros mismos hemos pronunciado aquello de… “Si lo sé… no vengo”, que en sus múltiples formas todas ellas apuntan al arrepentimiento sobre algo iniciado pero luego lamentablemente descubierto como no satisfactorio. Cientos de tentativas de actuación que no han respondido a nuestras expectativas generándonos pérdidas de tiempo, de energía y lo que es peor, de futuras intenciones de decisión. Pero lo curioso es que la frase original en sí encierra la solución, pues es el conocimiento de las cosas lo que facilita su gestión y su consecución.

Los riesgos derivados de una equivocación al embarcarnos en un proyecto suelen ser directamente proporcionales al tamaño y entidad del mismo, por lo que parece juicioso que tomemos más cuidado en su análisis cuanto más se puedan comprometer nuestros recursos y dedicación. Por ejemplo, no perdemos mucho al no acertar en la elección de ver una determinada película pero si por errar en la selección de un máster de postgrado o de un cambio de actividad profesional.

Dedicar varios meses de mi vida a preparar un ambicioso reto deportivo (ver Marath-tiones) con vocación de récord mundial para que sirva como testimonio real de un libro que recoja las claves que se encierran en la consecución de objetivos ambiciosos en la vida merece una previa consideración, sin la que podría correr el riesgo de un desconsolado arrepentimiento y lo que es peor, de una quiebra futura de mi confianza y motivación.

Todo proyecto personal o profesional, antes de su efectivo comienzo, debería ser comprobado en su idoneidad y esto con mayor o menor profundidad en correspondencia con la importancia y complejidad del mismo. Para ello, no hay fórmula más simple que la de la identificación detallada de la “Situación Inicial” y la determinación lo más aproximada posible de la “Situación Deseada”, es decir, la fijación del principio y del fin del proyecto. Proyecto cuyas características conviene sean escritas para asegurarnos la mayor precisión posible de nuestros pensamientos (no olvidemos que la escritura es la mejor herramienta para convertir lo difuso en concreto). Es más, para una correcta visualización tanto de la Situación Inicial como de la Situación Deseada es imprescindible que, al escribirlas, tengamos la seguridad de que si fueran leídas por otra persona desconocedora del asunto serían perfectamente comprendidas por esta.

Pues bien, la comparación directa entre la Situación Inicial y la Situación Deseada es lo que nos determinará claramente tanto el valor que para nosotros tiene un proyecto como la complejidad de su consecución y con esto ya no precisaríamos saber más para optar entre sí ir o quedarnos, restando únicamente la toma de decisión.

Tras el análisis realizado de mi proyecto “Maratón-15%” tengo la convicción de que, pese a su comprometida exigencia, la emocionante perspectiva de poder llegar a la Situación Deseada me invita a decidir que… si voy…

Saludos de Antonio J. Alonso

La razón de mi “Marathon-15%”

Trazar caminos

Quizás la lección más importante que aprenden los niños en sus primeros años de vida pueda venir relacionada con la imposibilidad de tener todo lo que quieren y por el solo hecho de desearlo.

Los deseos, aunque predisponen, nunca aseguran las obtenciones pues estas cuestan mientras son gratuitos aquellos. El nacimiento nos inaugura una vida que parte su camino desde la consideración del propio yo como único valor universal. Satisfacer automáticamente todas sus necesidades es el objetivo instintivo del bebé, quien desconoce todavía las reglas que su vida en sociedad le obligará a adoptar. El transito que le lleva desde los primeros meses de vida como capitán general de su familia descendiendo galones hasta su juventud como soldado de una colectividad, es el que le define uno de los preceptos más importantes para manejarse en la vida: la transacción.

La transacción es consustancial con nuestra existencia pues habitamos un mundo de escasez que todavía no es capaz de generar “todo para todos” quedándose, por el momento, en “algo para todos”. Así ha acontecido y con mayor evidencia si cabe desde el comienzo de nuestra especie, siendo el denominador común de las demás. La pugna violenta que los animales evidencian para obtener sus propósitos (alimento, bebida, cobijo, apareamiento, etc.) en nuestro caso se ha convertido en transacción (lamentablemente en algunas ocasiones, también violenta) por mor de la civilización.

La escasez genera el concepto de “precio” como valor de cambio de las cosas. Inevitablemente, casi todo tiene un precio (material o inmaterial) y desarrollar capacidades de pago en cualquier orden de actuación vital es lo que verdaderamente distingue a quienes apuestan y consiguen una vida de crecimiento personal.

Pero desarrollar capacidades de pago para avanzar por la vida obteniendo aquello que deseamos y estimamos no es tarea sencilla y en este sentido es muy posible que cada cual coleccione algunas evidencias de propósitos incumplidos cuyas causas frecuentemente nunca se aciertan claramente a determinar. En ocasiones se deberá a una visión distorsionada del propio actuar derivada de la innata indulgencia con la que solemos autoanalizar el resultado de nuestras actuaciones. En otras por la socorrida atribución de nuestros fracasos a condicionantes externos o circunstanciales. En las más por una sobrevenida resignación vital que, a modo de condicionamiento mental, nos autolimita las posibilidades de consecución simplemente por fomentarnos la propia inacción personal.

Nada garantiza la obtención de nuestros deseos. Yo mismo no estaría tan comprometido con mi Proyecto Marathon-15% de saber la fórmula magistral que de manera instantánea y sin esfuerzo recorre el largo camino entre el querer y el poder. Nadie la ha descubierto, por más que algunos proclamen mercantilistamente lo contrario (al igual que lo puedan hacer aquellos que secularmente prometen un remedio para el crecimiento del cabello). No existen perezosos atajos en cuestiones tan complejas como lo es la consecución de nuestros deseos vitales, pero si hay caminos identificados y probados cuya longitud (dependiente siempre de lo ambicioso de nuestros objetivos) vendrá minimizada al trazar una acertada orientación que apunte directamente hacia nuestros destinos.

En encontrar dichos caminos y seguirlos radica parte del éxito de nuestra vida, entendiendo este simplemente como la consecución de nuestros deseos, sin duda el único patrimonio inexpropiable de cada cual.

Con Marathon-15%, a todo ello yo quiero ayudar…

Saludos de Antonio J. Alonso

Todo es relativo…

Llegada a La Bola del Mundo-2014(3)

Antes de su comienzo, yo ya intuía que el recientemente finalizado mes de Agosto sería muy especial para mí. Como todos, en Segovia, compartiría estancia familiar con intensos entrenamientos para acometer, hacia finales, mi anual subida corriendo desde su Plaza Mayor hasta el Alto de Navacerrada (30 km. que llevan cerca de los 1.990 m. de altitud), aunque lo especial del próximo año (ver Marath-tiones) me animaba a intentarlo alargar por primera vez hasta la cumbre desnuda del repetidor de comunicaciones de la Bola del Mundo en el Alto de las Guarramillas (3,3 km. más con algunas rampas que llegan al 20 % para culminar a 2.265 m. de altitud, fin de etapa de algunas ediciones de la Vuelta Ciclista a España).

Llegué, lo celebré y acto seguido automáticamente lo minimicé… Los logros pierden relevancia cuando son otros mayores los que aguardan su consecución. Todo es relativo… pues esta vida, aun sin quererlo, es una pura comparación.

Este verano, mis tradicionales dos semanas en Segovia se extendieron a cuatro para aprovechar sus excelentes condiciones de entrenamiento: La semialtura de sus 1.000 m., que ejerce como incansable factoría de glóbulos rojos en búsqueda de la compensación oxigenadora. La agradable temperatura matinal en periodo estival, nunca superior a los dieciocho grados, que anima a madrugar con una desperezada sensación de activación corporal. La ausencia de humedad, que garantiza una refrigeración eficiente en el esfuerzo. La divertida orografía del terreno, en constante cambio, que alegra el ritmo cardiaco y dinamiza la musculatura de las piernas. Y por supuesto, la poética belleza de sus monumentos y paisajes, que regalan la vista del corredor invitándole a olvidar el cansancio.

A los pies del Acueducto de Segovia

Nunca he entrenado tanto y tan satisfactoriamente como en este verano del 2.014. Unos 120 km. a la semana, cuidando de descansar lo necesario y comer lo apropiado, todo para garantizarme un ascenso a la Bola del Mundo sin recurrir a la angustiosa épica del martirio torturador. Y así fue, tanto que en el último y más duro tramo de 3,3 km. ningún ciclista de los pocos atrevidos que habitualmente lo intentan pudo alcanzar la cumbre antes que yo partiendo al mismo tiempo (es sabido que en las cuestas muy pronunciadas, corredor y ciclista se igualan en oportunidades de avance). Finalmente, los 14 grados que marcaba el termómetro en la llegada a las 11:30 h. de un día soleado de Agosto prueban que la montaña siempre recibe a sus visitantes con la frescura de su alma inmortal.

Todo ello fue recogido con un interés (para mí novedosamente sorpresivo) por los medios de comunicación regionales (Radio Segovia-Cadena Ser, El Norte de Castilla, El Adelantado de Segovia…), que son capaces de convertir en celebridades fugaces a quienes aparecen en ellos aun cuando sus meritos puedan no ser nuevos, al haber estado resguardados en el anonimato anterior. Lo mismo no es lo mismo cuando es masivamente comunicado y esta realidad, agrade o no, es insoslayable y constituye una de las señas de identidad de nuestra sociedad actual. Sin duda, la fama también es algo relativo pues soy consciente de que el verano próximo, en Segovia, pocos recordarán ya lo que en este fue noticia y aconteció.

El pasado 22 de Agosto, tras alrededor de 3 h. y 30 min. de esfuerzo continuado, no pude dejar de pensar en la relatividad frugal de lo conseguido al recordar que mi actual proyecto Literario/Deportivo… “Marathon-15%”, me obligará a doblar este tiempo hasta las 7 h. y multiplicar por casi cuatro la pendiente media ascendida y sin ningún cambio de inclinación, lo que ahora me inunda desasosegadamente en un mar de dudas y temores que siendo míos también lo son propios de toda exigente meta cuyo logro ponga en jaque nuestra ambición, nos exija dedicado esfuerzo y presente nuestra vida como un incesante camino empinado de positiva superación…

Saludos de Antonio J. Alonso