Lo que querer hacer o lo que querer ganar

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A las puertas de la Cuarta Revolución Industrial (lo restrictivo de “Industrial” ya no se corresponde con lo que nos va a llegar), cuando estamos dejando atrás este nuevo despertar tecnológico para pasar a un desbocado frenesí de innovación que llevará a un espectacular crecimiento de la productividad sin par en la historia de la humanidad, es tiempo de preguntarse cuál debe ser hoy la orientación en la elección del trabajo de cada cual.

Antes o después, es indudable que las máquinas proveerán de la mayoría de necesidades que son requeridas para vivir con acomodo y dignidad. Entonces, trabajar no será una obligatoriedad, sino una elección que nos brindará la añorada posibilidad de una dedicación en sintonía con nuestros gustos y desarrollo personal. Pero ahora la cosa no es igual y trabajar todavía se impone, para la mayoría, como una carga que no se puede soslayar.

Así las cosas… ¿qué postura tomar?

Considerando la trascendental importancia del trabajo en la vida actual al ser consumidor en tiempo de más de un tercio de nuestra disponibilidad vital, de lo que no hay duda es que la alternativa de esperar resignadamente a la Cuarta Revolución Industrial no parece muy cabal. En la Crónica 35 de “Marathon-15%: 115 CLAVES DE SUPERACIÓN PERSONAL” lo vengo a orientar…

“Sin dudar, considero que una de las disyuntivas que más presente pueda estar en la vida de quien hoy mantiene una actividad laboral es la de buscar un equilibrio entre aquello en lo que le gustaría trabajar y lo que precisa para pagar el coste de una vida que parece cada vez nos insta a gastar más. Partiendo de una realidad que desde siglos es mayoritaria e impone la necesidad de trabajar para ganar y por tanto, considerando que trabajar se configura como una constante que no podemos obviar, es en el ganar donde se esconde la variable que resuelve la ecuación del eterno dilema profesional.

Cuando el ganar se mide como suma de la compensación material pero también de la emocional se abre un nuevo margen de posibilidad, diferente para cada cual, a trabajar más en lo que quiere hacer que en lo que quiere ganar…”

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

¿Trabajar en lo que queremos o en lo que podemos…?

Trabajar en lo que se quiere o puede

A la pregunta que titula esta Coach-tión, la primera respuesta que impulsivamente me nace desde la evidente constatación es… en lo que podemos. Pero si me detengo algo a meditar puede que conteste a la manera gallega un… depende, que tras un análisis mayor seguro se convertirá… en lo que queremos, aunque esto último requiere de una explicación para no ser yo confundido con quienes lo defienden pero desde otra muy diferente posición.

Cuando todavía estaba cursando mis estudios universitarios conocí a alguien cuya primera conversación, al explicarme su trayectoria profesional, me cautivó. Era algunos años mayor que yo y ya disfrutaba de gran notoriedad profesional en el sector de la publicidad española, mundo al que accedió según sus palabras desde cero, con determinación y por cansancio de su anterior ocupación con la que valientemente rompió para explorar la que consideraba, sin presuntamente conocerla, su verdadera vocación. Dicho así, tanto el lector como entonces yo considerará como modelo de trabajar en lo que se quiere a ese señor que llegó a dirigir una de las agencias nacionales de publicidad de mayor facturación, aunque eso sí, por herencia fortuita de un familiar lejano y no querencia de un clarividente e imperturbable espíritu emprendedor. Del farsante aprendí una impagable lección.

Desde aquello, introduzco en el cajón de la cuarentena para su demostración toda manifestación estentórea que escucho de éxito en cualquier profesión que sea sospechosa de pertenecer a las fantasías animadas de ayer y de hoy. Que sea fruto de embustes propios de quienes la arrogancia les desborda, disfrazando la realidad de ropajes de embaucador. No nos engañemos, todo es mucho más complicado a la hora de cristalizar laboralmente una ilusión y no se resuelve solo con animar el deseo de un trabajo mejor.

En estos tiempos de acerbada competitividad triunfan las corrientes de pensamiento positivista que ejercen de bálsamos chamánicos para aquellas personas que los escuchan solo con el corazón, pues no resisten cualquier análisis de la razón. Una de estas tendencias proclama irresponsablemente la posibilidad universal de trabajar en lo que se quiere, lo que directamente es una contradicción por razones obvias de saturación (por poner uno de los muchos ejemplos posibles, no puede haber tantos médicos como vocaciones personales de serlo). Más que posibilidad, habría que hablar honestamente de probabilidad y ello pese a su bajísima dimensión. Tratar de convencer a todos de que podrán alcanzar su actividad laboral soñada es la mejor forma de fomentar, sobre todo hoy, la insatisfacción personal por fracaso y lo que es peor, la temida depresión por frustración.

No nos equivoquemos, todos trabajamos en lo que podemos, lo cual en muchas situaciones no debe estar en contradicción con que ello pueda ser también lo que queremos, pues en esta vida es de sabios lograr combinar el poder con el querer como mejor ejercicio de adecuación a una realidad que, por difícil, lo que exige es fluida navegación. Evidentemente no hablo de resignación, sino de búsqueda proactiva para encontrar en lo que hacemos hoy algunos motivos de satisfacción. En entender que cada trabajo, aun no siendo el deseado, esconde posibilidades de justificación que solo podrán descubrirse desde la actitud serena de quien interpreta su vida no como una desbocada competición, sino como un largo y personal camino de realización en el que también cabe por momentos la adaptación.

Trabajar en lo que queremos pasa primero por aceptar sin frustración trabajar en lo que podemos a la manera de un Marco Aurelio cuando, hace más de dos mil años, sabiamente nos recomendó el… no obstinarse en lo improbable, luchar por lo probable y antes, distinguir entre los dos

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

El teletrabajo y algunos descendientes de Adán

Teletrabajo

Trabajar a pie de obra fue la dolorosa condena sentenciada al pecado de Adán que, según el relato bíblico, todos resignadamente hemos heredado a la espera de un milagroso indulto que ahora ya nos parece mucho más cercano por el efecto salvador del imparable desarrollo de los Sistemas de Información, que han logrado estrechar veloz y visiblemente la cintura del mundo actual.

Adán falleció, pero hoy algunos de sus descendientes se obstinan en que no nos llegue el perdón y así perpetuar el rito procesional sufrido en las horas punta de las jornadas laborables en la gran ciudad. Todos juntos a su sitio a trabajar y luego de vuelta a casa consumiendo el apretado tiempo del que mal disponemos y unos nervios que luego nos impiden disfrutar y descansar.

Si algo caracteriza a la Tercera Revolución Industrial (¿o es la Cuarta ya?) que ahora nos contempla es que precisamente ya no es materialmente industrial sino nebulosamente virtual, constituida a partir de nada que se pueda tocar pues se basa en la electrónica comunicacional. La geografía, como histórica condicionadora de nuestro actuar, ya no tiene ese sentido escolar cuando las distancias en lugar de medirse entonces en kilómetros ahora se calculan en un caudal de bits transferencial. Valencia puede llegar a estar más lejos de Alicante que de Paquistán para asombro de cualquier cartógrafo de un siglo atrás. De aquí a la teletransportación de personas y cosas parece que solo media el transito restante a una próxima Revolución Industrial.

La realidad del geométrico progreso tecnológico actual nos permite hasta que ya no sea imprescindible estar en cada lugar para interactuar, gestionando nuestra vida a una distancia tal que la Tierra parece una canica de cristal. Esto es tan así que, en muchas ocupaciones, bien parece no sería necesario desplazarse a trabajar si no fuera porque siempre hay alguien que no confía en nuestra honestidad, sospechando que la ausencia de presencia necesariamente derivará en fraude e impunidad.

No nos confundamos, el teletrabajo como alternativa generalizada laboral en el mundo empresarial hoy en día es una autentica entelequia, que no viene condicionada por una tecnología ya suficiente para lograr garantizar la deslocalización efectiva de muchos empleados, sino que dependerá de la consideración a su responsabilidad que de ellos tengan sus superiores y esta doy prueba por conocimiento propio que ahora es muy limitada o aun diría más, es desgraciadamente marginal.

Aquellos descendientes de Adán son estos jefes que parece se alimentan compulsivamente de la asistencia presencial de unos subordinados para los que fichar parece debe ser más una cuestión de esclavismo territorial que de simple reporte eficiente de su actividad profesional. Y es que muchos de quienes gobiernan nuestras empresas todavía no entienden que…

¡Lo importante es el rendimiento y no el tiempo o el lugar…!

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

¿Trabajar más… o menos?

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No necesito de la constatación del CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas) para corroborar algo que lleva destacando muchos meses en los resultados de sus últimos barómetros, es evidente y representa la que viene siendo mayor preocupación en la opinión pública española: el Trabajo.

Las inmensas dificultades con que se encuentran quienes buscan un trabajo o las crecientes dudas sobre su futuro que embargan a quienes todavía lo tienen, constituyen uno de los signos distintivos de este tiempo de dificultad que, por no anticipado, sorpresivamente nos está tocando vivir desde hace ya algunos años.

Comprendo a todos pues yo soy uno de ellos y mi realidad profesional no es ajena a las contrariedades económicas que atravesamos. La incertidumbre acampa entre nosotros y este desasosiego no hace más que poner las cosas todavía más difíciles, al configurar en el imaginario colectivo un profundo sentimiento de resignación que en nada favorece la proactividad personal e institucional.

Cuando algo es muy valioso en nuestra vida como ahora lo es el Trabajo, su disminución o incluso pérdida ejerce de desequilibrador vital que afecta al resto de áreas, contaminando seriamente su desarrollo aunque no participe directamente en él.

No obstante, es curioso comprobar que el valor que las personas le damos al Trabajo no es constante en el tiempo siendo, como para casi todo, inversamente proporcional a su abundancia.

Todavía tengo vivo el recuerdo de tantos de mis clientes que, hace seis o siete años, me trasladaban que su máxima aspiración era trabajar menos pues no lo consideraban entre las prioridades de su vida. Estos mismos son quienes hoy han cambiado esos deseos por la voluntaria y bienaceptada intensificación de su jornada laboral.

¿Por qué…?

La respuesta es muy sencilla y se ampara en la verdadera naturaleza del Trabajo: hoy por hoy la riqueza en la Tierra es limitada, por lo que no hay todo lo que todos quieren y por tanto se impone un sistema de obtención y reparto de la misma basado en la prestación de un bien personal que se llama Fuerza de Trabajo en sus diferentes vertientes (asalariado, empresarial, autónomo, etc.).

En definitiva y desde un punto de vista objetivo el Trabajo mientras exista como tal, ha sido, es y será una imposición socioeconómica necesaria, al margen de filosofías y religiones que siempre le arrogan acepciones con intenciones sesgadamente partidistas. Salvo limitadas excepciones trabajamos por necesidad y no por deseo, aunque la evidente falta de posibilidad de elección entre ambos nos obliga a compatibilizar una y otro si lo que buscamos es vivir sin desesperar.

Todo el mundo quiere ahora trabajar más y esta productiva predisposición laboral sería lo mejor que podría quedar de la situación actual cuando cambie el ciclo y nos vuelvan a asaltar las paradójicas tentaciones de trabajar menos…

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

¿Hay trabajo en España…?

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Frecuentemente me pregunto si hemos llegado a ese peligroso extremo en donde todos puedan pensar que en España ya no hay trabajo. Si ello fuera así, solo puedo decir que entonces todos viven en un fatal engaño.

Aunque no representa el centro de mi actuación profesional, en ocasiones realizo procesos de selección de personal para mis clientes bajo su petición y cuando la situación lo precisa. En todos indefectiblemente vengo descubriendo que, cada vez más, la valía media de los candidatos excede a los requerimientos de las ofertas de empleo.

La primera explicación a esto podría basarse en la economicista ley de la oferta y demanda: menos ofertas de empleo para más demandantes implica que estos mejoren en sus competencias profesionales. Pues sí, es evidente que hay menos ofertas de empleo y también que la precariedad laboral ha generado legiones tanto de desempleados como de empleados descontentos con su situación profesional.

Por tanto, podemos decir que en España hay más talento que el que pueden absorber las empresas contratantes lo cual, en mi opinión, no debería ser un problema para quien “lo tiene” (el talento) sino todo lo contrario: una oportunidad.

Hace casi dos décadas, trabajando yo por cuenta ajena en diversas entidades financieras, me inquietaban las manifestaciones de algunos de mis clientes que aseguraban que una de las mejores decisiones de su vida había sido la de cambiar el trabajo asalariado por el de cuenta propia. Es evidente que mi perplejidad derivaba tanto por el desconocimiento que tenia de la figura del profesional autónomo como por mi entonces aversión al riesgo laboral. Tras una década de ejercicio libre profesional, ahora yo también me manifiesto en los mismos términos que aquellos clientes “inquietantes”.

Si en la actualidad hay una realidad innegable en España es que no cabemos todos en sus empresas, lo cual no quiere decir que no quepamos todos en su economía, por mas adelgazada que ahora pueda estar. Aceptar esto supone un cambio de paradigma imprescindible para todos aquellos que busquen una mejor solución a su situación profesional.

El último siglo nos ha demostrado que el crecimiento de las economías viene determinado fundamentalmente por el de sus empresas y empresa también es la generada por la actuación profesional de un emprendedor individual. Sin duda, cuantas más iniciativas autónomas recalen en una economía más valor aportarán a esta en forma de generación de nuevas demandas que retroalimenten las nuevas ofertas y así en un bucle sin fin.

Y si todo esto es simplemente así, ¿qué falla…? Pues lo mismo que entonces me falló a mí: la consideración restrictiva y timorata de que el único trabajo que había en España era el que ofertaban sus empresas…

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

¡Para no ser infeliz en el trabajo…!

Una vez más, Miguel de Cervantes (1547-1616) nos demuestra su fino y acertado conocimiento de la condición humana que, cuatrocientos años después, sigue inalterable en dichos y hechos.

En el capítulo 49º de la segunda parte del Quijote se cuenta que Sancho, siendo gobernador de la Ínsula Barataria, toma preso a un joven a quien “le condena a dormir en la cárcel”. Este, demostrando gran ingenio, reta al inexperto gobernador al cumplimento de su pena argumentando lo siguiente:

”Prosuponga vuesa merced que me manda llevar a la cárcel y que en ella me echan grillos y cadenas y que me meten en un calabozo y se le ponen al alcaide graves penas si me deja salir, y que él lo cumple como se le manda; con todo esto, si yo no quiero dormir y estarme despierto toda la noche sin pegar pestaña, ¿será vuesa merced bastante con todo su poder para hacerme dormir, si yo no quiero?”

Como al mismo protagonista de esta aleccionadora historia, a todos nosotros se nos presentan habitualmente en nuestra vida situaciones de obligado cumplimiento, cuyo desempeño no necesariamente tiene un solo camino de andadura.

Sin duda el trabajo es la ocupación vivencial que, por obligatoria y duradera, es más condicionante en la existencia de la mayoría de los que habitamos este mundo que nos ha tocado vivir. Debemos y tenemos que trabajar para ganarnos el sustento y además no poco, sino ocho o más horas al día, tarea que para muchos puede convertirse en una pena de cárcel difícil de sobrellevar. Efectivamente, tener que pasar un tercio del día en nuestra cárcel laboral y de por vida puede ser la peor condena a asumir, aunque aquí hoy no hablaré de lo terrible que pueda ser lo contrario: no tener trabajo. Ambas situaciones suelen devenir en infelicidad, aunque por motivos bien diferentes.

Trabajar no debería ser sinónimo de condena, pese a que la constatada realidad de la vida nos demuestre que trabajar en lo soñado y deseado es casi siempre una utopía, por mucho que se empeñen equivocadamente esos aprovechados gurús visionarios del “si quieres, siempre puedes”.

Sólo a partir de la asunción consciente de nuestra realidad laboral actual daremos el primer paso en el camino a recorrer para no convertir nuestra actividad profesional en una cárcel que derive en fuente inagotable de infelicidad. Pero entiéndase siempre asunción, nunca como resignación sino como el reconocimiento de una situación presencial que hay que afrontar con compromiso y responsabilidad y que puede ser en el futuro, algo o mucho modificable según nuestros propósitos y esfuerzos.

La asunción serena de nuestra realidad es la primera condición para no ser infeliz en el trabajo, tal y como demostraba el protagonista de aquella historia que, solo aceptando su obligada condena, supo encontrar esa parcela de libertad y autonomía personal que dio sentido a su pena…

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro