¡Para no ser infeliz en el trabajo…!

Una vez más, Miguel de Cervantes (1547-1616) nos demuestra su fino y acertado conocimiento de la condición humana que, cuatrocientos años después, sigue inalterable en dichos y hechos.

En el capítulo 49º de la segunda parte del Quijote se cuenta que Sancho, siendo gobernador de la Ínsula Barataria, toma preso a un joven a quien “le condena a dormir en la cárcel”. Este, demostrando gran ingenio, reta al inexperto gobernador al cumplimento de su pena argumentando lo siguiente:

”Prosuponga vuesa merced que me manda llevar a la cárcel y que en ella me echan grillos y cadenas y que me meten en un calabozo y se le ponen al alcaide graves penas si me deja salir, y que él lo cumple como se le manda; con todo esto, si yo no quiero dormir y estarme despierto toda la noche sin pegar pestaña, ¿será vuesa merced bastante con todo su poder para hacerme dormir, si yo no quiero?”

Como al mismo protagonista de esta aleccionadora historia, a todos nosotros se nos presentan habitualmente en nuestra vida situaciones de obligado cumplimiento, cuyo desempeño no necesariamente tiene un solo camino de andadura.

Sin duda el trabajo es la ocupación vivencial que, por obligatoria y duradera, es más condicionante en la existencia de la mayoría de los que habitamos este mundo que nos ha tocado vivir. Debemos y tenemos que trabajar para ganarnos el sustento y además no poco, sino ocho o más horas al día, tarea que para muchos puede convertirse en una pena de cárcel difícil de sobrellevar. Efectivamente, tener que pasar un tercio del día en nuestra cárcel laboral y de por vida puede ser la peor condena a asumir, aunque aquí hoy no hablaré de lo terrible que pueda ser lo contrario: no tener trabajo. Ambas situaciones suelen devenir en infelicidad, aunque por motivos bien diferentes.

Trabajar no debería ser sinónimo de condena, pese a que la constatada realidad de la vida nos demuestre que trabajar en lo soñado y deseado es casi siempre una utopía, por mucho que se empeñen equivocadamente esos aprovechados gurús visionarios del “si quieres, siempre puedes”.

Sólo a partir de la asunción consciente de nuestra realidad laboral actual daremos el primer paso en el camino a recorrer para no convertir nuestra actividad profesional en una cárcel que derive en fuente inagotable de infelicidad. Pero entiéndase siempre asunción, nunca como resignación sino como el reconocimiento de una situación presencial que hay que afrontar con compromiso y responsabilidad y que puede ser en el futuro, algo o mucho modificable según nuestros propósitos y esfuerzos.

La asunción serena de nuestra realidad es la primera condición para no ser infeliz en el trabajo, tal y como demostraba el protagonista de aquella historia que, solo aceptando su obligada condena, supo encontrar esa parcela de libertad y autonomía personal que dio sentido a su pena…

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

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