Vaya por delante que nunca he sido amigo de esas modas nominativas que tan sorpresivamente vienen como difuminadamente se van. Aquellas que ponen de actualidad palabras o frases supuestamente novedosas y originales para gozo de usuarios poco creativos y amantes de un esnobismo que solo es gregarismo de manual.
Desde hace algún tiempo está en boca de muchos el término “procrastinación” para definir la…
“Acción o hábito de postergar actividades o situaciones que deben atenderse, sustituyéndolas por otras más irrelevantes y agradables”
…cuando a eso siempre se la ha llamado “dilación”, término mucho más amable con nuestros oídos que cada vez deben soportar vocablos dolorosamente afeados o imposibles de pronunciar.
La dilación es uno de los problemas más habituales con que me encuentro en mis sesiones de Business Coaching, pues la mayoría de mis clientes confiesa sufrir una tendencia incontrolada hacia la postergación de sus tareas sin motivos razonables que lo justifiquen, incurriendo al fin en desesperantes amontonamientos de trabajo y una asfixiante sensación de deuda personal.
Hacer ahora lo que se debe hacer ahora y luego lo que pueda esperar es decisión privativa de cada cual, pues no hay reglas válidas y universales para todos, siendo uno mismo quien debe identificar que debe hacer y cuando, administrando sus preferencias según un orden de prioridad. Priorizar es indispensable en una realidad inflacionada de tareas para un tiempo disponible que no se puede estirar. Esto siempre será lo primero, siendo lo segundo y complementario a ello el manejo de alguna de las eficaces herramientas electrónicas de organización personal que se encuentran disponibles en la actualidad. Intentar llevar nuestra administración de tareas “de cabeza” es la mejor forma de no llevar ninguna adecuadamente y fracasar.
Soy consciente de que lo anteriormente dicho no aporta nada nuevo a lo ya sabido, pero lo importante no es el saberlo, que todos lo sabemos, sino el hacerlo, que todos no lo hacemos y de esto sabe cada cual. Por tanto, pasar de la teoría a la práctica es lo determinante para transitar por el camino de la mejora profesional. Es imperativo ponerse en acción, solo o con ayuda de un Coach que facilite la consecución de unos mejores resultados que justifiquen el retorno de la inversión realizada, tanto económica como de esfuerzo personal.
Yo, como Coach, estoy obligado a tratar de ser “producto de producto” y aplicarme muchas de las recomendaciones que sugiero a mis clientes como sello credencial. Dilatar la ejecución de ciertas tareas puede acarrear la penosa frustración de no conseguir aquello que podamos desear: en verano del 2011 quiero festejar mi 50º cumpleaños asistiendo al Festival de Bayreuth (Alemania), la catedral de la música wagneriana y a casi un año vista, ya he comprado las entradas, reservado el hotel y otros detalles más…
Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro
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