El Alma Enamorada

Acabo de llegar del Palau de les Arts de Valencia y me siento con el Alma Enamorada.

Debo confesar que mi vida, pese a los irregulares esfuerzos durante las últimas décadas por conseguir un equilibrio normalizante, sigue férreamente gobernada por una racionalidad germánica con la que sospecho que nací y posiblemente moriré y que hoy por hoy, solo es turbada intermitentemente por el poder arrollador e irresistible que la música ejerce en mí.

Cada vez es más difícil emocionarse en esta vida llena de practicidad mercantilista y no resulta extraño que muchos de los que amamos con pasión adolescente la música, lo hagamos porque es uno de los pocos reductos de generación espontánea de profundos y compartidos sentimientos, aunque deban ser de pago.

“El Alma Enamorada” es el aria que, cantada por el hoy insuperable tenor Francesco Meli en el papel del joven y enamorado Edgardo, ha cerrado con melancólica brillantez la excepcional ópera bel cantista de Gaetano Donizetti “Lucia di Lammermoor”, que fue estrenada en el Teatro San Carlo de Nápoles el 26 de Septiembre de 1.835.

Esta tarde, una vez más he vuelto a llorar en una sala de ópera, viviendo esa rara ambivalencia que se produce entre el galope desbocado de los sentimientos encendidos y el pudor forzadamente masculino por ser descubierto. Cuando los ojos se inundan y desbordan en ríos verticales de pasión, las matemáticas pierden su fría y deliberada exactitud para ganarla el pulso turbado de los corazones escondidos como el mío.

 

Saludos de Antonio J. Alonso

Ferrán Adrià y los cuchillos de El Bulli

El Bulli cierra en 2012 y 2013 para reabrir en 2014: gran conmoción mediática cuya cobertura es pareja en los últimos días al desastre de Haití. Es decir, una objetiva injusticia.

Pero hoy no voy a volver a hablar de la interesada parcialidad de los medios de comunicación al seleccionar la información que debemos conocer más, pues se trata de una causa que sé perdida mientras los contrafuertes de los grupos editoriales sigan siendo los intereses de los partidos políticos.

Hoy quiero fijarme en uno de los elementos esenciales del menaje del restaurante “El Bulli”: sus cuchillos. Los cuchillos son la herramienta más polivalente de un establecimiento hostelero pues su uso es tanto interno (cocina) como externo (clientes). De su buen estado depende mucho la eficiencia en la elaboración de las comidas como la satisfacción de los comensales: los cuchillos deben estar afilados.

Pero Ferrán Adrià, que no es tonto (aunque siga año tras año sin demostrarnos grandes dotes comunicacionales, pese a su incesante entrenamiento mediático), se ha percatado de la necesidad de mantener también afilados otro tipo de cuchillos imprescindibles para el desarrollo futuro de su incuestionable restaurante de Cala Montjoi. Son los cuchillos de la Planificación Estratégica. Los que permiten cortar su mercado con la precisión de un bisturí.

Mantenerse en la primacía de la restauración mundial no es posible replicando sin solución de continuidad una fórmula de éxito, pues el éxito pide adecuación constante al entorno y el entorno nunca es constante.

Ferrán Adrià trabaja seis intensivos meses en su tri-estrellado restaurante sin más tiempo para pensar y el resto del año trabaja como reclamadísimo conferenciante, también sin más tiempo para pensar. Por tanto, si no piensa su fórmula de éxito puede agotarse por conocida (sobre todo considerando que algo que triunfa es pasto de la copia mas flagrante) y antes de que ello ocurra es necesario cambiar.

Hay quien puede opinar que dos años es mucho para afilar los cuchillos de El Bulli, pero ser el número uno solo se consigue con el mejor filo para cortar.

¿Cómo de afilado está el filo de nuestro cuchillo personal y profesional…? ¿No lo sabemos…? ¿Seguimos sin detenernos un instante para pensarlo…? ¿Vivimos el momento, en una suerte de correcalles diario sin destino definido…? ¿Y aun así, le exigimos éxitos a nuestra vida…? Así es imposible.

Copiemos de Ferrán Adrià, que es capaz de perder ahora para ganar después…

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

El asociacionismo y el Coaching en España

Ayer viernes viaje desde Valencia (en moto, claro) a Madrid para asistir a la Asamblea Nacional de la “Asociación Española de Coaching” (ASESCO) y por la noche, no perdí la oportunidad de acudir al Teatro Real para escuchar la ópera de R. Wagner, “El Holandés Errante”, cuyo título no puede definir mejor el asociacionismo del Coaching en España.

En el orden del día de la reunión, temas de trascendental importancia como la revisión de las cuentas anuales y la elección de la nueva Junta Directiva. De unos 140 asociados asistimos no más de 13 (la mayoría de Madrid), es decir, menos de un diez por cien.

¿Sorpresa? Pues, no.

España no es un país donde el asociacionismo esté arraigado y menos todavía la vocación de trabajo altruista y colaboración en pos de un fin común. Lo normal es que quien pertenece a alguna asociación lo haga, bien por obligación legislativa o con la finalidad de conseguir beneficios sin más aportación que la de la cuota preceptiva.

Esta situación, si bien podría justificarse de alguna manera para algunos colectivos profesionales con amplia raigambre colegial (médicos, arquitectos, abogados, etc.), nunca podrá serlo en los casos de profesiones emergentes cuya unión, reglamentación y difusión social son imprescindibles para el desarrollo de sus expectativas.

Cuando una nueva disciplina profesional aparece en el panorama socio económico, es tanto lo que hay que construir que sin la colaboración de muchos (no digo todos) es muy difícil que lo puedan hacer pocos. El posicionamiento acertado de una nueva modalidad profesional, además de todo lo demás (códigos deontológicos, acreditaciones, metodologías, etc.) crea mercado, ofreciendo más oportunidades de negocio para los prestadores de esos servicios.

El Coaching en España es uno de estos casos. Actualmente existen tres asociaciones nacionales con mayor notoriedad (ASESCO, AECOP e ICF) que pugnan por el espacio de la representatividad de un colectivo que cada vez se encuentra más desorientado sobre su futuro profesional.

El Coaching en España no arrancará debidamente si los profesionales no somos capaces de aportar nuestra colaboración y unificar nuestros intereses en un único órgano de interlocución social, ajeno a cualquier interés personalista y orientado hacia la consolidación de una profesión que algunos aseguramos es de las más estimulantes del mundo…

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

Querer… querer

Mirando al éxito personal desde la originalidad que el juego de palabras puede trasladar, de las 3 C que orbitan su universo (compromiso, constancia y coherencia), hoy comenzaré reflexionando sobre un satélite de la constancia como lo es la voluntad.

La voluntad es la facultad que le mueve a una persona para hacer o no alguna actividad, por lo que su desempeño deriva siempre en el actuar. Cuando ejercemos nuestra voluntad es para hacer algo y nada hecemos sin voluntad.

Esta indisoluble relación entre voluntad y acción determina que usualmente la mejor forma de explicar con palabras aquello que vamos a hacer siempre sea utilizando los verbos y de todos, uno de los más usados, deseados, solicitados y cantados es querer. Del querer hay tantas manifestaciones como personas pueblan la Tierra, pero de todas quiero tratar la más universal: el querer de la pareja en su acepción sentimental.

Es incuestionable que la pareja, tras el fulgor siempre pasajero del enamoramiento y de continuar su unión, suele caminar hacia un nuevo estado más sereno y hondo protagonizado por el cariño, cuyo combustible insustituible es el quererQuerer durante el periodo del enamoramiento es fácil, pues no requiere de la voluntad al ocuparse el fuego de la pasión de alimentar cualquier necesidad. Pero cuando el combustible se agota, la continuidad del querer comienza a solicitar de la participación activa de los emparejados, es decir, de su voluntad.

Por esto, el secreto para mantener en el tiempo el cariño en una pareja es simplemente una cuestión de ejercicio mutuo de voluntad para conseguir activar permanentemente el querer, o lo que es lo mismo: querer… querer, sin más.

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

Greenpeace y la subjetividad

Soy consciente de que la objetividad no existe y aun así me empeño quijotescamente en alcanzarla, sobre todo cuando de información pública se trata.

Uno de los pilares basales de toda sociedad desarrollada debe ser el derecho a la información para sus habitantes, cuyo conocimiento les faculta para tomar más acertadamente sus propias decisiones. Es indudable que cuanto más sabemos, más comprendemos y por tanto, normalmente mejor podemos elegir entre lo que queremos y no queremos para nuestra vida.

La información no tiene por qué ser única. Es más, yo diría que conviene una cierta multiplicidad de orientaciones que garantice la libre expresión de cada cual al testimoniar la realidad. Cuando todos dicen lo mismo, hay que comenzar a preguntarse el “por qué”.

El reciente incidente protagonizado por el Presidente de Greenpeace-España, Juan López de Uralde, al colarse en la cena de Jefes de Estado de la reciente Cumbre del Clima celebrada en Copenhague y su posterior detención en prisión, ha sido comentada por todos los medios de comunicación españoles con una asombrosa unanimidad.

Quiero declarar, en primer lugar, que defiendo la necesidad imperiosa de cuidar nuestro planeta para legar una herencia que nunca será propiedad de nadie, pero que cada generación podrá disfrutar felizmente en usufructo si somos respetuosos con el medio ambiente.

Pero también quiero significar con igual fuerza mi creencia en las leyes como reguladoras del comportamiento humano y garantes del principio de libertad de expresión allí donde y como esté permitido.

Yo comparto el fondo de la reivindicación del Presidente de Greenpeace-España pero no puedo aplaudir su manera de manifestarla, rompiendo toda norma y volviendo una vez más a desacreditar los nobles planteamientos de esa organización ecologista, cuyas atrabiliarias formas de expresión dan la escusa perfecta a sus contrarios para condenarlos sistemáticamente en cada actuación que acometen.

Lo peor es que en España, poco mas que se ha recibido a Juan López de Uralde como un héroe del ingenio y adalid de la picaresca patria por defender “a su graciosa manera” (ha sido acusado de dos delitos incuestionables como son la suplantación de personalidad y el allanamiento de morada), algo en lo que posiblemente la mayoría de todos nosotros creemos y que además es políticamente correcto.

Pero, ¿cuál hubiese sido la postura de los medios de comunicación españoles si exactamente la misma actuación en la Cumbre del Clima la hubiese protagonizado un independentista gibraltareño en reivindicación de su soberanía británica…?

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

Comenzar cada año, emocionado…

Cada primero de Enero siempre cumplo mi compromiso sagrado con el Concierto de Año Nuevo que retransmite RTVE desde el Wiener Musikverein, con esa misteriosa predisposición que solo uno tiene cuando espera que su corazón se arremoline sin atropello cuando los sentimientos llaman a su puerta.

Los “Neujahrskonzerts” son para mí la mejor forma de recibir con buen pié el año entrante, dejando muy atrás el compulsivo ritual de las 12 uvas televisadas desde la Puerta del Sol y los obligados besos y achuchones posteriores, muchas veces perpetrados a y por desconocidos que nunca antes hemos visto. Siempre preferiré mi propia emoción a la que intentan calzarme Anne Igartiburu y sus compañeros televisivos, en un alarde de democratización de una felicitación navideña para la que paradójicamente cada 31 de Diciembre se reservan la mejor vista del Reloj.

Comenzar el año con música es la mejor alternativa para estrenar un nuevo calendario en ese remanso de paz que son las desérticas mañanas de primero de año, cuyo desperdicio por la ya más que institucionalizada indigestión etílica de la noche anterior no tiene pena suficiente ante cualquier tribunal de buenas costumbres.

En esta edición he vuelto a emocionarme por todo lo que siempre me asombra de un concierto que por sabido, para mí siempre es nuevo. La eclesial sala dorada, sus elegantes adornos florales tan apabullantes y tan discretos a la vez, el público que parece escogido para una de aquellas películas lujosas de la Metro Goldwin Mayer, la prima ballerina vestida de rojo Valentino que nos demuestra que lo de la gravedad no es para todos, las idílicas imágenes de un Danubio que aunque no sea azul yo me lo creo, la precisa y musical realización televisiva de Brian Large (ausente en esta edición, pero presente en un estilo que ya es marca de la casa) y los siempre atinados comentarios de José Luis Pérez de Arteaga a quien admiro rendidamente por su poliglotía y su sabiduría musical, también George Petre el octogenario director que mas juvenilmente ha dirigido a la, mas que Filarmónica yo diría metronómica, orquesta de Viena que interpreta como ninguna otra el festival de alegría y vitalidad que destilan los valses, polkas y mazurcas de los Strauss, incluyendo ese “aplaudido al son” himno de bienvenida a la ilusión y la esperanza que es la Marcha Radetzky.

Y como no voy a emocionarme si todavía guardo tan vivo y presente el recuerdo de aquel inolvidable año nuevo del 2007 en Viena, cuando transmutado por el fervor de la ciudad más musical que nunca ha existido peregriné extasiado por su principales salas (“Barbero de Sevilla” y “Murciélago” en la Wienner Staatsoper, “Viuda Alegre” en la Volksoper, “9ª de Beethoven” en la Konzerthaus, Niños Cantores y su insuperable “Adeste Fideles” en la Hofmusikkapelle) hasta llegar a la mañana del 1º de enero y poder entrar al Musikverein para aplaudir a un elegante Zubin Mehta que dirigió flamígeramente a la Wiener Philharmoiker en ese Concierto de Año Nuevo que nunca olvidaré y cada año volveré a vivir emocionado en zapatillas y ante el televisor de mi hogar…

 

Saludos de Antonio J. Alonso