¡Adiós, milana bonita!

Dicen que el verdadero conocimiento del paso del tiempo nos lo revelan las personas y las cosas que formaron parte intima de nuestra vida y que poco a poco van desapareciendo de ella, dejándonos huérfanos de referencias y vivos recuerdos. Así, al final de una vida, lo único que nos queda es eso nuevo que ahora hay a nuestro alrededor, que ya no es aquello que verdaderamente nos acompañó durante ella, convirtiéndose por tanto en casi siempre ajeno.

Los personajes ilustres tienen eso: que forman una parte de nuestra intima vida y cuando se van, van dejándonos cada vez más solos. Nos ocurre con los actores, con los deportistas, con los músicos, con los escritores y con tantos otros a los que agradecer lo que hicieron.

La verdadera sensación de soledad solo la tienen los viejos, cuyo mundo se lo han cambiado por otro que siempre les dicen es mejor, pero que nunca será igual al que vivieron. Todo cambia, es verdad, pero lo que no cambian son los recuerdos, el verdadero carnet de identidad de cada cual.

Otro grande que se nos va y otro nuevo atropello a la dignidad humana en forma de póstumo reconocimiento de los valores profesionales y artísticos que algunos nos legan como gratuita herencia nunca bien compensada.

Miguel Delibes y le cito por ser el fallecido más reciente, no se merece esta tan habitual desconsideración. Y como él, todos los que en vida destacaron de los demás en una u otra disciplina y tuvieron que aguardar pacientemente a su muerte para recibir el gran homenaje que siempre se les escamoteó en vida.

Ningún galardón conseguido por Delibes (el Nadal, los Nacionales de Narrativa, el Príncipe de Asturias, el Cervantes, los doctorados Honoris Causa, las Medallas de Oro, etc.) se ha acercado nunca a la impresionante cobertura mediática de su reciente fallecimiento en forma de merecidas loas y sentidos agradecimientos.

¿Por qué? ¿Por qué aquí parece que siempre es obligado esperar al obituario para ofrecer el mayor premio a toda una vida que es el reconocimiento de los demás? Y digo aquí pues es bien sabido que en las tribus indígenas de los rincones menos contaminados culturalmente del mundo, rinden consideración y elogio permanente a sus sabios (los mayores, generalmente) invistiéndoles de la estima más alta de todos sus congéneres.

Miguel Delibes finalizó formalmente su camino como novelista en 1998 con “El Hereje” y además lo anunció, diciendo aquella famosa frase: “Ha muerto el escritor antes que la persona”. ¡Han pasado 12 años!

¿Por qué nos cuesta tanto reconocer los méritos de los demás?

Por ya sabido, yo no quiero responder por todos a esta pregunta. Yo solo quiero decirle a Miguel Delibes…

…¡adiós, milana bonita!

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro