¡Elogio del Silencio!

Nunca encuentro las palabras adecuadas para describir con precisión lo que es el Silencio, por lo que hoy dejaré que sea él mismo quien se presente mejor: …   …   …   …   …   …   …   …   …   …   …   …   …   …   …   …   …   …   …   …   …  …   …   …   …   …   …   …   …   …   …   …   …   …   …   …   …   …   …   …   …   …  …   …   …   …   …   …   …   …   …   …   …   …   .

Dicho esto, o quizás, sentido esto (pues el Silencio se siente más que se oye), quiero defender su gran importancia y mayor trascendencia en todas las comunicaciones cotidianas (tanto verbales como escritas) en nuestros entornos profesional y personal.

Es muy habitual confundir el comunicarse con el hablar, entendiendo equivocadamente que el objetivo principal de la comunicación es la traslación de una información que solo es patrimonio del habla en forma de lenguaje verbal. Por de pronto, ya ha quedado suficientemente demostrado por los estudiosos de esta cuestión que lo que siempre entiende el receptor viene condicionado en más de un cincuenta por ciento, no por lo que dice el emisor, sino por ese lenguaje gestual que inevitablemente acompaña sus palabras.

No obstante, yo quiero ir más lejos todavía y reivindicar sonoramente el Silencio como el mejor gesto callado de sabia comunicación. ¿Alguien lo duda…? Para ilustrarlo solo tenemos que recordar una situación que a todos nos es muy habitual y está relacionada con su gran carga de significado: ¡el Silencio compartido en un ascensor…! Sin duda se trata de uno de esos momentos cotidianos en donde el no decir nada (cuando es deliberado), dice más que cualquier conversación.

O más, cuando ante una pregunta inconveniente aguardamos unos serenos instantes antes de responder. O al contrario, cuando al preguntar nosotros somos quienes dividimos la interpelación en dos partes unidas por un significativo Silencio. O el Silencio que preside esos momentos de íntima comunión entre los enamorados. O el de un bebe durmiendo plácidamente en su cuna. O el de un estadio de fútbol abarrotado, recordando por un minuto el fallecimiento de un ser significado. O el del público en un estreno teatral, cuando la obra no es de su agrado y no se pronuncia con el aplauso deseado. O el propio de la Tierra misma, cuando quiere que la oigamos sin nuestra ruidosa intervención.

Callar en lugar de hablar, paradójicamente se torna en muchas ocasiones como el gesto de comunicación proactiva más contundente que pueda elegirse, pues su resultado suele ser mucho más efectivo que el derivado de la frecuente incontinencia escrita o verbal que no siempre tiene justificacón.

Y como no, la escritura también se beneficia del Silencio, no porque este se manifieste como tal en el papel sino por que quien usa del mismo para hablar también es capaz de escribir no diciendo más de lo debido y con la suficiente concisión y propiedad, cualidades estilísticas tan convenientes para el tipo de las comunicaciones escritas que hoy se estilan en este mundo de electrónica interacción.

El Silencio, nunca suficientemente utilizado, sin duda puede convertirse en nuestra mejor herramienta de comunicación pese a que…

…tardemos dos años en aprender a hablar y toda una vida en saber callar.

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro