La Paradoja del Trabajo

Mafalda y ganarse la vida

Hoy es 1º de Mayo y festivo: celebramos el Día del Trabajo.

Normalmente las festividades en el calendario vienen a santificar (religiosa o laicamente) a mitos, personas, instituciones o acontecimientos de gran relevancia, conservándolos anualmente en su memoria histórica dada su significación para toda la colectividad, .

Sin duda el Trabajo lo es. Pero, ¿por qué…? ¿Es el Trabajo un bien deseado…? o ¿se trata más bien de una necesidad impuesta…? ¿Qué nos lleva a trabajar…?

Parece evidente que si el Trabajo fuese un bien deseado nadie jugaría a la lotería. Es de sentir popular que a todos nos gustaría vivir sin la obligatoriedad de tener que trabajar para ganarnos la vida y así poder destinar nuestro tiempo a lo que nos apeteciese (incluido el Trabajo, de ser esta nuestra elección vital). Como ya he comentado en otras ocasiones, el Trabajo siempre ha ejercido como condicionante de esa parte de la libertad del hombre referida al uso y disfrute de su tiempo, que solo la puede alcanzar comprándola con dinero y para tenerlo hay que trabajar. Y de aquí nadie sale de no mediar un acontecimiento fuera de lo normal.

El Trabajo no es inherente ni consustancial al ser humano, más bien es una circunstancia coyuntural en la joven historia de la humanidad y la consecuencia del estado actual del paulatino proceso de desarrollo del hombre en la Tierra: lo que precisamos para vivir lo tenemos que producir y en tanto no lleguemos (que llegaremos) a un nivel de desarrollo que permita que las máquinas nos sustituyan, nosotros deberemos trabajar.

¿Alguien se imagina nuestra sociedad en el año 3000 donde las personas repartan paquetes, arreglen coches o tengan que sembrar? ¡Qué penosa expectativa de desarrollo esta que nos sigue esclavizando a la productividad!

La cultura idiosincrática que en cada época ha definido a los pueblos es tan poderosa que llega a programar las mentes de sus miembros, restándoles posibilidad de analizar y reflexionar. Admitir que el Trabajo es un derecho es darle la vuelta a una realidad que más bien lo posiciona como un deber del que no es posible escapar. Los derechos los ejercemos o no a voluntad, pero sobre los deberes no tenemos ninguna capacidad.

Aun es más, el Trabajo cuando lo tenemos, lo odiamos y cuando lo perdemos, lo añoramos, por lo que… ¡no hay mayor paradoja que defina nuestra cotidianeidad!

No obstante, la obligatoriedad del Trabajo no significa que, bien gestionado racional y emocionalmente en nuestra vida, pueda ser fuente de satisfacción y enriquecimiento personal (y no solo material).

El Trabajo, por tanto, tiene fecha segura de caducidad y cuando ello les acontezca a nuestros descendientes con certeza no les preocupará que desaparezca una festividad en su calendario, pues entonces ya todas lo serán…

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

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