Los Libros de Auto-Ayuda

En los últimos veinte años la irresistible aparición de un nuevo género literario, caracterizado por su innegable popularidad y éxito de ventas, ha protagonizado todo tipo de opiniones enfrentadas al respecto de su coherencia, validez y legitimidad.

Los Libros de Autoayuda, esos que pretenden contribuir a mejorar la vida de sus lectores a partir de reflexiones, parábolas y consejos, están de moda. Moda que parece algo más que eso, dado su firme y duradero posicionamiento en las preferencias de un amplio sector de la población lectora que no los cesa de comprar.

Pretender realizar un análisis genérico de los Libros de Autoayuda no tiene mucho sentido ante la manifiesta diversidad de los títulos publicados, tanto estilística como académicamente. Es evidente que el valor intrínseco de cada obra viene sostenido por muchos factores, tantos como los que puedan también justificar la calidad en cualquier otro género literario. Por ello, aquí también las hay buenas, malas y regular.

No obstante, si hay un aspecto a considerar que es de común aplicación a este género y que viene definido por su título genérico: Autoayuda.

El término Autoayuda confunde la misión de estos libros por cuanto se refiere a la ayuda que uno mismo se presta, no la que un libro presta. Así, podríamos decir que son de Ayuda y esta es una distinción esencial para entender y valorar convenientemente lo que podemos esperar de su lectura. Una cosa es ayudar a alguien y otra muy distinta, que ese alguien (el lector) logre ayudarse a sí mismo.

Los procesos de mejora profesional y personal son tan difíciles y complejos que requieren inexcusablemente que el propio afectado comande con pulso firme la nave de su propio cambio, sin esperar en vano que sea otro el que haga ese trabajo por él. Cuando leemos un Libro de Autoayuda con la deseada esperanza de encontrar la receta mágica, de aplicación simple y que solucione instantáneamente nuestros problemas, estamos condenando los resultados anhelados al más puro de los fracasos personales.

Y sobre esto, en muchas ocasiones, nada de culpa tiene el libro que hemos sostenido entre nuestras manos, sino quizás nuestra indolencia a la hora de querenos ayudar…

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

El Talante y el Talento

La llegada al gobierno de España de José Luis Rodríguez Zapatero en 2004 puso de moda un sustantivo que se le atribuía como una de sus cualidades más distintivas y apreciadas: el Talante.

El Talante es el estado de ánimo o actitud de una persona, bien en un determinado momento o bien en general, que suele predisponer de una manera positiva o negativa a la hora de realizar una tarea o alcanzar un objetivo.

Todos convendremos en la conveniencia de mostrar un Talante positivo allí donde estemos y con quienes compartamos familia, trabajo, ocio, etc., para que todo aquello que nos proponemos pueda realizarse con mayor facilidad.

No obstante, mostrar un Talante positivo con habitualidad no es tarea fácil, sobre todo en aquellos momentos de dificultad y presión que suelen desbordar nuestros mejores propósitos (¡qué diferentes nos solemos mostrar ante los demás en un domingo por la mañana respecto de la del lunes siguiente!).

Por tanto, el Talante no es una competencia con la que se nace y que se practica con automaticidad, sino más bien requiere de una predisposición y un esfuerzo para ejercitarlo convenientemente en cada momento y en todos los órdenes de la vida, demostrándonos la experiencia que cuando nos olvidamos de positivarlo nuestra actuación se resiente significativamente.

Por otra parte, podemos definir el Talento como el conjunto de capacidades propias de una persona para obtener resultados notables en el ejercicio de la inteligencia. De entre esas capacidades una de ellas es el Talante, por lo que ambos términos se encuentran estrechamente ligados entre sí y además vinculados con la Inteligencia, al precisar de ella para manifestarse con efectividad.

En mi opinión, las personas inteligentes que se afanan por desarrollar su Talento normalmente evidencian un Talante positivo que, aun siendo imprescindible para conseguir buenos resultados, nunca los garantizan en la medida buscada como así queda demostrado por la actualidad política española…

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

Estilos de Liderazgo

En todos los órdenes de la vida, el Liderazgo se convierte en la característica personal más determinante para conseguir nuestros propósitos, tanto personales (Liderazgo Endógeno) como sociales (Liderazgo Exógeno).

Toda persona, sin proponérselo, es Líder en muchas de las circunstancias que le acontecen en su discurrir cotidiano. Tomar decisiones personales como iniciar una dieta baja en calorías o familiares como programar las vacaciones veraniegas, son ejemplos (endógeno y exógeno respectivamente) del protagonismo que el Liderazgo tiene en nuestras vidas. No es necesario detentar puestos de alta responsabilidad política o empresarial para ejercer como Líder. La vida nos obliga a ello.

Por tanto, Líderes somos todos aun sin saberlo o quererlo. Pero no todos somos Líderes de igual manera y con el mismo aprovechamiento, pues cada uno tiene su Estilo de Liderazgo que determina los resultados que alcanza consigo mismo y con los demás.

Si esto es así, parece sensato aceptar la conveniencia de optimizar nuestro Estilo de Liderazgo personal para caminar de forma más efectiva por la vida. Pero, ¿qué mejorar? La respuesta no es sencilla por todo lo que debería tener de especificidad. No obstante, podemos comenzar por identificar cual es nuestro Estilo de Liderazgo vital para determinar luego la conveniencia o no de realizar los cambios que nos puedan mejorar.

De todas las clasificaciones existentes de Estilos de Liderazgo, yo me quedo con una muy sencilla que los diferencia en Autocrático, Liberal y Democrático, atribuida a Kurt Lewin. En 1939 realizó un revelador experimento para determinar las consecuencias derivadas del ejercicio de cada uno de estos tres Estilos de Liderazgo, llegando a una conclusión verdaderamente esclarecedora: el comportamiento y la eficiencia de las personas depende más del Estilo de Liderazgo que ejerzan sobre ellas que de su propia idiosincrasia.

Por tanto, podemos asegurar que la mejora del rendimiento profesional y personal de cualquier colectivo (laboral, social, familiar, etc.) depende en gran medida de la eficiencia de su Líder a igualdad de circunstancias, lo que justifica y demuestra la trascendencia del Liderazgo en el avance de la Humanidad, parte de la cual construimos día a día cada uno de nosotros ejerciendo como anónimos y muy personales Líderes de nuestro más cercano entorno relacional…

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

“Ser Cocinero antes que Fraile”

La verdad es que este aforismo presenta una de esas paradojas que son tan frecuentes hoy en día: todos sabemos lo que quiere decir por más que lo que realmente significa no se corresponda con ello, pues su construcción literal es errónea al asociar dos cometidos laborales sin relación alguna.

Más adecuado sería escribir Ser Pinche antes que Cocinero o Ser Novicio antes que Fraile, para indicar que las competencias profesionales se adquieren y mejoran desde el conocimiento de las bases que configuran toda actividad laboral (esto valdría también para otros órdenes de la vida). Conocer algo es el camino más corto para poder contribuir a mejorarlo, pues el desconocimiento incorpora siempre mayor dificultad y una probabilidad de error superior en el resultado de las actuaciones emprendidas.

El Coaching, esa disciplina que facilita los procesos de cambio hacia la mejora integral de la persona, también participa de estos planteamientos, sobre todo cuando nos referimos al Business Coaching (Coaching Ejecutivo y Coaching Empresarial).

Frente a las evidentes diferencias de naturaleza con el Mentor (responde que debería hacerse), el Business Coach (pregunta que debería hacerse) también debe conocer de primera mano cuáles son las claves que definen los mecanismos de actuación de los entornos profesionales y empresariales para una más rápida identificación y simbiosis con las problemáticas de sus clientes. Y ello solo es posible si con anterioridad él ha sufrido esas problemáticas en carne propia desempeñando funciones directivas en, a ser posible, distintas organizaciones empresariales.

Las aproximaciones al Coaching Ejecutivo y Empresarial con las únicas armas de la formación técnica aprendida en una Escuela de Coaching son evidentemente insuficientes para prestar la ayuda necesaria en los procesos de mejora profesional y empresarial que las compañías demandan de un Coach y que, no olvidemos, deben trasladarse siempre a resultados positivos que demuestren el retorno de su inversión.

De aquí que mi sincera recomendación a las empresas y profesionales para la contratación exitosa de un Coach parte de que, además de sus acreditaciones y méritos como tal, demuestre sus conocimientos y previa experiencia personal en el mundo empresarial, sin duda la mejora garantía de entendimiento y empatía profesional.

Por tanto… Ser Directivo antes que Business Coach….

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro