Los Libros de Auto-Ayuda

En los últimos veinte años la irresistible aparición de un nuevo género literario, caracterizado por su innegable popularidad y éxito de ventas, ha protagonizado todo tipo de opiniones enfrentadas al respecto de su coherencia, validez y legitimidad.

Los Libros de Autoayuda, esos que pretenden contribuir a mejorar la vida de sus lectores a partir de reflexiones, parábolas y consejos, están de moda. Moda que parece algo más que eso, dado su firme y duradero posicionamiento en las preferencias de un amplio sector de la población lectora que no los cesa de comprar.

Pretender realizar un análisis genérico de los Libros de Autoayuda no tiene mucho sentido ante la manifiesta diversidad de los títulos publicados, tanto estilística como académicamente. Es evidente que el valor intrínseco de cada obra viene sostenido por muchos factores, tantos como los que puedan también justificar la calidad en cualquier otro género literario. Por ello, aquí también las hay buenas, malas y regular.

No obstante, si hay un aspecto a considerar que es de común aplicación a este género y que viene definido por su título genérico: Autoayuda.

El término Autoayuda confunde la misión de estos libros por cuanto se refiere a la ayuda que uno mismo se presta, no la que un libro presta. Así, podríamos decir que son de Ayuda y esta es una distinción esencial para entender y valorar convenientemente lo que podemos esperar de su lectura. Una cosa es ayudar a alguien y otra muy distinta, que ese alguien (el lector) logre ayudarse a sí mismo.

Los procesos de mejora profesional y personal son tan difíciles y complejos que requieren inexcusablemente que el propio afectado comande con pulso firme la nave de su propio cambio, sin esperar en vano que sea otro el que haga ese trabajo por él. Cuando leemos un Libro de Autoayuda con la deseada esperanza de encontrar la receta mágica, de aplicación simple y que solucione instantáneamente nuestros problemas, estamos condenando los resultados anhelados al más puro de los fracasos personales.

Y sobre esto, en muchas ocasiones, nada de culpa tiene el libro que hemos sostenido entre nuestras manos, sino quizás nuestra indolencia a la hora de querenos ayudar…

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro