La relatividad vital

¿Cuántas veces en nuestra vida nos hemos ahogado en un simple vaso de agua al convertirse engañosamente en el escenario de la tormenta oceánica más aterradora? y ¿cuántas veces nos hemos dado cuenta a la postre de que la presunta dificultad vivida no tenia tanta entidad?

La percepción de la realidad condiciona en gran modo su adecuada gestión. Tanto el apreciar más dificultades de las que realmente son como lo contrario suele ser un mal punto de partida en los procesos de actuación personal.

Vivimos presos de un provincianismo mental que quiere reducir todo lo que nos acontece a un puñado de reglas tradicionalmente bien sabidas y aplicadas  por la colectividad de la que somos uno más. Perseguimos la comodidad infinita y conforme la vamos ganando en la vida, cualquier atentado a ella nos parece el mayor de los terremotos en nuestro ganado remanso de engañosa paz.

Buscamos lo absoluto (nuestra verdad), cuando lo práctico es caminar hacia lo relativo (las verdades). Usamos siempre las mismas gafas, cuando deberíamos acostumbrarnos a ponernos frecuentemente las de los demás.

La vida, por definición, es como una carretera de montaña que alterna unos tramos de subida con otros de bajada sin solución de continuidad. Empeñarse en que las cuestas sean siempre descendentes es tanto como olvidar la escarpada orografía vital. Debe haber momentos de esfuerzo para que luego los haya de bondad. El contraste es parte de la esencia de nuestra vida, por lo que relativizar es la mejor receta para entender el sistema cíclico existencial…

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

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