Me pagan por preguntar

Me pagan por preguntar

Dicen mis amigos que no comprenden bien la profesión que vengo desempeñando desde 2002 porque, a diferencia de casi todas las demás, a mí me pagan por preguntar cuando lo habitual es que fuera por responder. Y esto, no dedicándome al periodismo, es muy poco frecuente y ciertamente singular.

Soy Business Coach (o entrenador en empresas y negocios) y me gano la vida preguntando. Si, preguntando. Hago lo contrario a aquello que ofrecen los Consultores: respuestas y soluciones a los problemas.

¿Y por qué me pagan por ello…?

Llega un coche averiado a un taller de reparación y el mecánico, al abrir el capó, coge una llave inglesa con la que aprieta una tuerca:

– Señor, ya está arreglado su vehículo, son 300 €.

– ¿Cómo? ¿Usted es un ladrón? ¿300 € por apretar una tuerca…?

– Perdone caballero, yo le he cobrado 5 € por apretar la tuerca y 295 € por saber cual de todas ellas es la que soluciona la avería de su coche.

Preguntar puede ser muy fácil o muy difícil, todo depende de lo que se pretenda conseguir. En mi caso y en el de quienes nos dedicamos al Business Coaching, el objetivo que perseguimos es el de maximizar los resultados de las organizaciones en donde intervenimos a partir de la puesta en valor de todos sus Agentes y muy especialmente, de su Capital Humano. Y para ello hay que preguntar, sabiendo lo que preguntar.

Me gustan las preguntas mucho más que las respuestas y es por ello que prefiero la música de Beethoven a la de Mozart pues, en mi opinión, el primero se debate constantemente alrededor de la duda enriquecedora mientras que el segundo compone plácidamente instalado en su insultante perfección musical.

El Capital Humano y en especial su talento, hoy en día, es el principal factor crítico de éxito de toda empresa por cuanto es lo único que no se puede comprar con dinero (el resto de factores productivos, sí). Contratar a un directivo brillante de otra empresa no asegura que lo vaya a ser en esta. Las organizaciones que cuentan con equipos de trabajo de alto rendimiento profesional son las que se distinguen positivamente de las de su competencia y por tanto, las que triunfan en sus mercados adelantandose a las demás.

Mejorar el rendimiento profesional de los directivos de las empresas es mi trabajo y nunca lo podría conseguir trasladándolos respuestas. ¿Por qué? Pues porque no las tengo, al faltarme toda la información que ellos si tienen sobre su mercado, empresa y responsabilidad profesional.

¿Quién sabe más que uno mismo sobre su realidad? Nadie. Por tanto, nadie nos puede decir acertadamente lo que tenemos que hacer. De aquí que la Consultoría y también la Formación tradicional estén llamadas al fracaso continuo y reiterado en todo aquello que suponga la mejora de las competencias profesionales de los miembros de equipos de trabajo, a partir de esas milagrosas soluciones y recetas mil veces oídas. No valen las fórmulas externas, sino únicamente las que los propios afectados sean capaces de identificar.

Pero ver individualmente las soluciones tiene su complejidad. Muchos impedimentos nos suelen bloquear la percepción más objetiva de nuestra realidad y casi todos ellos están vinculados a esa obsesión que continuadamente demostramos por permanecer en nuestra zona de comodidad. Ese reducto de hábitos y costumbres que, por conocidas y dominadas, nos instalan en la más aburrida repetición vital.

El cambio es la única herramienta válida para el progreso personal y profesional (Si hacemos siempre lo mismo, conseguiremos siempre lo mismo) y dada su evidente dificultad, a mí me pagan por facilitarlo y propiciarlo en los profesionales y en sus organizaciones. Y para ello, siempre debo preguntar…

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

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