Personas con “Obsolescencia Programada”

El concepto de OBSOLESCENCIA PROGRAMADA, no siendo nuevo, ha cobrado plena actualidad desde la reciente emisión por la 2 de Televisión Española del ingenioso y revelador documental dirigido por Cosima Dannoritzer cuyo título lo define como toda una militante declaración de principios: “Comprar, tirar, comprar”.

Uno de los sustentos teóricos de la macroeconomía moderna como disciplina académica de análisis del comportamiento de la sociedad radica en la conocida “Ley de la Oferta y la Demanda” que, a finales del siglo XVIII, ya intuyese Adam Smith en su obra más popular: “La riqueza de las naciones”.

Hoy en día, pretender que el “Precio” es la única variable que ajusta ofertas con demandas es una tremenda ingenuidad pues el devenir de la historia comercial de los países desarrollados nos demuestra cuantos otros factores tienen también su protagonista injerencia en el comportamiento del consumidor, conformando al final una tupida red de estrategias, tácticas, técnicas e intereses que tergiversan la pureza de esta teoría y que los economistas ya no damos abasto a modelizar.

De entre todas ellas la Obsolescencia Programada es una de las más deshonestas pues comporta aquello que siempre es más condenable: el engaño. La fabricación de productos con fecha de caducidad técnicamente predeterminada y previamente ocultada con objeto de favorecer su rotación en ventas nos aboca a una paradoja sin sentido: ¡los productos mejoran paulatinamente en su calidad pero cada vez duran menos! Es decir, el verdadero valor de un producto respecto de su contribución al uso asignado queda limitado por el fabricante al acortar deliberadamente su vida útil por una razón de interés comercial, práctica unilateral que sitúa en franca desventaja al confiado comprador. Esto no parece justo.

Pero la Obsolescencia Programada no es un mal que solo afecta a los productos pues también alcanza a las personas. ¿O no es Obsolescencia Programada la fijación por decreto de la edad de jubilación laboral? Las personas contribuyen al avance de la sociedad con su trabajo a la par que el trabajo también constituye una fuente de enriquecimiento y realización personal para quien lo desarrolla con interés y pleno aprovechamiento. Limitar todo esto hasta una fecha establecida y desde la ley tampoco parece justo.

Yo no sé quien tiene finalmente la culpa pero nuestra sociedad, hace ya varias generaciones, ha interiorizado una práctica que se ha convertido en ese derecho incuestionable y consolidado de vivir sin trabajar a partir de cierta edad. Derecho que, siendo solidariamente aceptable, no es neutral pues ejerce de invisible agente disuasor de toda iniciativa personal hacia la prolongación de su vida laboral y que en ocasiones (como lo son los tiempos de crisis actual y quizás puedan ser los futuros) no es fácilmente asumible en su financiación por las arcas del estado.

Excepto en algunas determinadas ocupaciones, hoy en día el talento prima más que la fuerza física al contar con maquinarias que resuelven muchos de los esfuerzos que antaño debían realizar las personas. Además, el talento no se agota con la edad, antes al contrario normalmente suele incrementarse fruto de la experiencia y los conocimientos adquiridos. No vamos bien si renunciamos a él aparcando con un sueldo de supervivencia a quienes más lo detentan por una razón meramente consuetudinaria.

Hacia todo esto se deberían dirigir comprometidamente las miradas de los agentes sociales que tienen poder de influencia en la opinión pública para plantear un necesario cambio de paradigma social. Cambio que viene motivado por una realidad que parece ser difícilmente inevitable: el cuestionamiento del omnicomprensivo “Estado del Bienestar” como modelo de progreso en el mundo desarrollado.

En plena discusión social sobre el sistema de pensiones del estado español, algunos se quejan de la propuesta gubernamental de ampliación de la edad de jubilación PROGRAMADA hasta los 67 años, ignorando que a esa edad la vida no necesariamente es presa de la OBSOLESCENCIA, pues puede y debe ser mucho más que la perezosa y paseada contemplación diaria del avance en el estado de las obras comenzadas en cada barrio… 

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

4 respuestas a «Personas con “Obsolescencia Programada”»

    1. Amadeo, gracias por tu comentario que, tal y como explico en mi artículo, no puedo compartir pues la Obsolescencia Programada de las personas viene más condicionada por el programador (el Estado que determina una edad determinada de jubilación) que por el propio individuo…

  1. La Obsolescencia Programada existe por el simple hecho de que el 99,999 por ciento de la población sufre de Analfabetismo Funcional.
    Analfabetismo funcional es el no saber que ha venido a hacer uno aquí a este mundo .
    La enorme mayoria de la humanidad no lo sabe ni tampoco saben quienes son, ni de donde vienen, ni a donde van, no saben cual es su lugar en la vida, ni en que consiste la realidad en la que se encuentran, ni tampoco entienden el sentido de la vida., ni que es lo que han venido a hacer aquí.
    Por esto existe la OBSOLESCENCIA PROGRAMADA señor Antonio

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