Lo que quieren las mujeres


Cuando era veinteañero y mi padre todavía vivía, mantuvimos innumerables discusiones respecto de la igualdad de géneros. Igualdad no entendida en el sentido social y legal, que aquí si coincidíamos, si no en cuanto a la idiosincrasia y forma de comportarse ante la vida de unos y otras. Yo por entonces siempre defendía que por ser hombre o mujer no había distinción vital, lo contrario que pensaba él. Hoy ya no tendríamos motivos para discrepar.

¿Por qué? Quizás porque ahora tengo casi la edad que entonces tenía mi padre y la vida me ha demostrado que aquello que desde la bisoñez de la utopía igualitarista defendía sin conocimiento empírico, no necesariamente tenía por qué ajustarse la realidad que he podido observar.

Soy consciente del peligro de la generalización al definir algo o a alguien, aunque en muchas ocasiones es necesaria para avanzar en su entendimiento. Decir que las personas mediterráneas son morenas y las nórdicas rubias es generalizar, pues ni las unas ni las otras son todas así, aunque la mayoría si responden a esa definición de color capilar, por lo que su identificación generalizada puede ser permitida sin contradecir a las excepciones que se puedan dar.

Hombres y mujeres, personas ambos, son diferentes física (es obvio) pero también emocionalmente. Desconozco que parte de culpa es debida a la genética y cual a la educación y en ello ahora no voy a entrar.

El estudio profundo de estas distinciones de género históricamente no ha sido muy del interés de los pensadores, relegándose a poco más que un foco de inspiración para los artistas (como poéticos glosadores del eterno femenino) y desgraciadamente también para esos otros, inventores de burdos y sexistas chistes de salón, que identifican al sujeto femenino como un mero objeto de interés visual y sexual.

Quizás todo esto se explique por el marginal protagonismo económico que la mujer secularmente ha detentado en la sociedad y su escaso manejo de esos hilos del poder que, dicen, mueven al mundo sin llegarse a notar. Sin embargo, la realidad actual en los países más desarrollados ha cambiado y sus mujeres, con valía y mucho esfuerzo, han alcanzado cotas de protagonismo más allá del ámbito tradicionalmente estético o familiar, que ya las hacen merecedoras de la atención de los analistas socioeconómicos de mayor reputación mundial.

Uno de ellos es Paco Underhill, psicólogo ambiental, fundador y CEO de la multinacional de investigación de mercados Envirosell y quizás uno de los expertos más acreditados en el análisis de los comportamientos del consumidor que podamos encontrar. En su libro publicado en 2010, Lo que quieren las mujeres (What Women Want), nos propone una caracterización de la mujer actual que, aunque desde una perspectiva mercadotécnica, podría traspolarse también a otros ámbitos de su personalidad.

Según Underhill, lo que quieren las mujeres de hoy viene determinado por cuatro cualidades que son las que más valoran en las cosas (lo que les decide qué productos y servicios consumir) y particularmente considero que también pueda serlo en las personas (lo que les decide que pareja o amistades elegir):

      • La Seguridad: Derivado posiblemente de una necesidad atávica de protección ante su menor fortaleza física, las mujeres aprecian todo aquello que generalmente eluda el peligro gratuito y garantice la estabilidad y la armonía.
      • La Adaptación: Valoran aquello que tienda a adecuarse a sus gustos y cuya flexibilidad permita una acomodación a sus preferencias.
      • El Respeto: Aprecian la consideración integral hacia su persona.
      • La Higiene: Estiman muy positivamente todo lo referido a la limpieza como referente de salud, confort y perdurabilidad.

Estoy convencido de que si los hombres nos esforzamos en conocer mejor lo que quieren las mujeres habremos dado el primer paso para solicitar que también ellas descubran lo que queremos los hombres, mundos puede que algo diferentes pero no inevitablemente distantes con toda seguridad… 

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro