¡Quieto todo el mundo!


En estos días estamos recordando el esperpéntico y decimonónico intento de golpe de estado acaecido en España hace 30 años y quienes teníamos uso de razón entonces (a mi me sorprendió asistiendo a una clase vespertina en la Universidad) nunca olvidaremos que todo comenzó con una voz imperativa y arrabalera que por varias veces gritó…

¡¡¡QUIETO TODO EL MUNDO!!!

Esta frase, que ya es historia de la democracia española, tiene un significado que trasciende su evidente primera lectura para describirnos toda una declaración de intenciones soterradas que condicionan al ser humano y son ahora, en tiempos difíciles, de rabiosa actualidad.

Con seguridad, quien la pronunció (el Teniente Coronel de la Guardia Civil, Antonio Tejero Molina) y como lo hizo (pistola en mano y dirigiéndose al hemiciclo donde se encontraban sentados los diputados que votaban la investidura de Leopoldo Calvo Sotelo como nuevo Presidente del Gobierno), tenía como intención el que nadie hiciese nada. Es decir, la inacción de los representantes del poder popular a la espera de un destino marcado por misteriosas órdenes militares que constituirían un nuevo orden de gobierno nacional.

El propósito de la frase, ya desde el comienzo, no fue conseguido pues ante las intimidatorias ráfagas de los primeros disparos de ametralladora algunos diputados manifestaron su contrariedad frente a la situación, permaneciendo sentados sin atender a las ordenes de… ¡Todo el mundo al suelo! Incluso dos de ellos (el Teniente General Gutiérrez Mellado y el todavía Presidente del Gobierno, Adolfo Suarez) se levantaron para “no estar quietos”, tal y como les mandaban. A partir de aquí y durante aquella oscura y larga noche invernal de incertidumbre en el Congreso de los Diputados, otros parlamentarios también “dejarían de estar quietos” en sus escaños. Era el comienzo del final que ya todos conocemos.

Permanecer quieto ante una situación que no es de nuestro agrado es la mejor forma de perpetuarla para empeorarla. Solo moviéndonos podremos contribuir a cambiarla.

Afortunadamente, hoy nadie nos puede obligar a estar quietos y contamos con la libre posibilidad de actuar para tratar de modificar nuestras personales situaciones vivenciales cuando estas no son de nuestro entero agrado. Si no lo hacemos suele ser por razones propias (¡no nos engañemos con escusas balsámicas y autocomplacientes que siempre apuntan hacia afuera!) porque normalmente optamos por ese camino más fácil, asfaltado de mansa resignación, al aceptar lo que llamamos “nuestro destino”.

Destino que afortunadamente nunca está prefijado, pues de lo contrario quizás hoy yo no podría estar escribiendo estas letras con la entera libertad que me permite el estado de garantías cívicas que entre todos nos hemos dado en España y que tenemos la obligación de seguir defendiendo con la única actitud que resulta efectiva ante lo insatisfactorio…

¡¡¡MUÉVASE TODO EL MUNDO!!!

 Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro