¡Hablamos…!

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No hace mucho tiempo, caminando por la calle, escuché el final de una conversación telefónica en donde un trajeado ejecutivo con el que me cruzaba la concluía proclamando un animoso ¡Hablamos…! y sin esperar contestación.

Sin duda es muy habitual el terminar muchas de nuestras comunicaciones profesionales (telefónicas o incluso presenciales) con esta expresión que, con la mejor pretensión de cortesía, representa uno de los mayores atentados a las normas de comunicación efectiva, a la vez que una evidente desconsideración hacia nuestro interlocutor al tratarle de iluso creyente de cualquier proposición.

Toda conversación telefónica cuyo final pretenda derivar realmente en la concertación de otra en un momento posterior, deberá identificar claramente este y de quien partirá la iniciativa para el nuevo contacto. Lo contrario, es decir, la indefinición, representa la hipocresía comúnmente aceptada de eso que llamamos quedar bien, pero que todos sabemos no sirve absolutamente para nada pues ambos interlocutores están pensando lo mismo del otro: no me llamará. Y lo que es peor: ni tampoco yo…

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro