Rita Barberá y la sinceridad de los demás

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Una vez más, España hace gala de su proverbial habilidad para beatificar con desmedidos halagos a todo aquel que fallece y ya no los puede escuchar. Condenamos en vida y adoramos a los que vamos a enterrar, todo sin solución de continuidad. No se me ocurre mejor antónimo para la sinceridad.

La semana pasada nos falleció un amigo muy cercano al que le quisimos rendir homenaje en una cena especial. Allí, me pidieron que pronunciara algunas palabras y lo primero que quise significar es que no le iba a alabar pues eso es lo que siempre hacen quienes nunca en vida hablan bien de los demás, en un ejercicio de hipocresía que por habitual no nos asombra porque ya se ha incorporado al recetario social. Yo lo hice en vida (“y Jorge… acertó” y “Mi amigo y la adversidad”), que es cuando las palabras adquieren utilidad y se convierten en el mejor presente que podamos regalar.

En estos días asisto perplejo a otra manifestación de la falsedad más burda que se pueda dar y que casi todos aceptamos resignadamente sin rechistar. En solo 24 horas, Rita Barberá (a quien este artículo no pretende juzgar) ha pasado de la condena más brutal a la loa rendida y excesivamente sentimental. Y todo ello por las mismas personas, las de su partido político, que tras la muerte y el consecuente sobreseimiento de su imputación judicial saben que ahora lo que digan no se les volverá en contra y no les dañará. ¿Puede haber mayor cobardía unida a una configuración facial tan dura como el pedernal…? Solo por ejemplificar, leo en la portada de un diario nacional que el Presidente del Gobierno Español, durante el funeral, dijo… “Fue un honor ser amigo de una persona excelente”. No hay más que comentar de quien su… “Luis, sé fuerte” le enseñó por siempre a callar, guardando una ropa que aun sin nadar no parece digno de llevar.

En “La sinceridad”, la Crónica 80 de “Marathon-15%: 115 CLAVES DE SUPERACIÓN PERSONAL” escribo…

“Si hay una cualidad que por escasa y valorada en la personalidad se hace imprescindible en las pretensiones de todo aquel que aspire a desarrollar su vida y progresar, esa es la sinceridad, lo que se opone a la hipocresía, sin duda la falta que menos se hace perdonar y resulta más difícil de olvidar. La sinceridad, como expresión que manifiesta sin doblez nuestra personalidad, transita por el camino más sencillo que hay y es el de la correspondencia total entre el pensar, el decir y el actuar. Camino que también es de la franqueza y la naturalidad, ahorrando el uso de la memoria que tan necesaria es para quien acostumbra a vestir disfraz al presentarse en sociedad.

Por todo ello, solo quien ejerce de sincero es quien se suele ganar la confianza de los demás en forma de fidelidad personal, aquella de la que no goza el que por engreimiento siempre se obstina en cambiar su realidad…”

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

4 respuestas a «Rita Barberá y la sinceridad de los demás»

  1. Todo lo que se hace en el mundo de la política tiene objetivos políticos. Un mundo donde “quién quiere el fin, quiere los medios” es lema fundamental.

    Y si hay que adoptar la hipocresía como modo de vida, se adopta, en nombre del fin supremo: el triunfo del partido.

    Hay otro enfoque que considerar, un partido poderoso es como una familia, en el sentido que uno pertence el mismo desde que nace (ingresa al partido) pero sigue formando parte después de su muerte. Las Constelaciones Familiares lo explican muy bien.

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