“Letrasados”

En mi adolescencia, cuando desde aquella inconsciencia tuve que elegir el camino de estudios que debería marcar mi futura profesión, todo a mí alrededor me empujaba a contemplar las ciencias como el único que podía dignificar a mi persona ante los demás y además, preservarme de la ajena decepción. Entonces y más aun hoy, quienes optasen por las letras jugarían en una segunda división y mi ambición no podía aceptar mirar la espalda de los primeros, incluido en ese pelotón de los letrasados que asumían resignados su condición.

Pese a mi formación de ciencias hoy trabajo con la palabra, hablando y escribiendo, meditando sobre aquello que los números no alcanzan a definir del todo porque la vida es algo más que un camino trazado solo con regla y cartabón. Soy muy racional, lo confieso, por eso las letras me han ganado el corazón. Necesito explicar con vocablos lo que no puedo demostrar con cifras, aunque para ello deba asumir a menudo los malos entendidos o incluso mi propia equivocación. Pese a todo, no creo estar retrasado por confiar en el literal poder de la reflexión.

Las humanidades han perdido el protagonismo que ganaron durante muchos siglos cuando, para el mundo, el conocimiento del espíritu del hombre era una cuestión de prioridad mayor. A partir de La riqueza de las naciones (Adam Smith-1776) todo esto gradualmente cambió y el imperio de la economía logró que el ser cediese ante el tener, que la vida se midiese monetariamente por la capacidad de acumulación. La sociedad premió el enriquecimiento material castigando el filosófico-mental y hacia esto se orientó la educación. Hoy los jóvenes estudian lo que más y mejor les pueda solucionar la vida, tanto les guste como no. Las letras nunca aparecen en los requisitos formativos de los anuncios de empleo, toda una declaración anticipada de su más que probable pena de muerte en no más de una generación.

Es cierto que para contar el dinero hay que saber de números pero, sea mucho o poco, para disfrutarlo es imprescindible comprender lo que a la vida le da sentido y emoción…

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

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