No hay peor Despido que el Interior

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Desde que ya casi ni me acuerdo, España batalla con denuedo y sin solución por el abaratamiento del coste del despido laboral defendido por empresarios, los unos o por su encarecimiento reivindicado por empleados, los otros. Todos, en el dudoso convencimiento de que su aportación es la que sanará la endémica enfermedad del desempleo español y por qué negarlo, también beneficiará su cuestión particular. ¡Qué engaño colectivo y que insulto a la ética y a la razón!

En 2007, Lotfi EL-Ghandouri publicó en castellano El Despido Interior con objeto de ordenar las ideas de una corriente de pensamiento un tanto deslavazada hasta la fecha que, más allá de responsabilizar a patronos y obreros del eterno conflicto sociolaboral, apuntaba particularmente a cada cual como clave primera y final del éxito empresarial.

El libro de EL-Ghandouri nos presenta el concepto de Despido Interior como aquel que se genera unilateralmente por parte de un trabajador (lo somos todos, ya sea por cuenta ajena o propia y con independencia de la categoría profesional) al desvincularse de hecho (aunque no de derecho) de su ocupación laboral, continuando en la aparente prestación de sus servicios pero abdicando de su comprometido aprovechamiento. Este tránsito hacia el metafórico y desesperanzador lanzamiento de toalla que hoy parece muy habitual, normalmente suele discurrir de forma gradual y el autor lo dimensiona en cinco etapas que desbocadamente descienden desde la Entrega a la Resignación, pasando por el Compromiso, la Participación y la Retirada. Y todo ello, como suele acontecer siempre, motivado tanto por disparadores externos (la relación con el entorno) como internos (la relación con uno mismo) que, en mi opinión, serán ambos siempre deudores de la voluntad personal por sobreponerse a la dificultad.

En mi ejercicio profesional como Business Coach he llegado a una delicada conclusión cuyo grado de validez reconozco puede estar condicionado por la limitada muestra que manejo (algunos cientos de profesionales, pero no miles): Pues bien, excepto en aquellos casos de cierre empresarial, concurso de acreedores u otra específica singularidad… ¡los despidos en las empresas vienen determinados por múltiples factores siendo uno de los más significativos el grado de Despido Interior en que se encuentra instalado el propio empleado!. A partir de aquí es necesaria una rápida explicación para no arder instantáneamente en la flamígera hoguera que ya me estarán preparando quienes desgraciadamente se encuentren en situación de desempleo y a los que muy amigablemente les traslado que, por sus trágicas consecuencias, no hay peor Despido que el que anticipa el Interior.

¿Alguien participaría en una carrera automovilística con un vehículo cuyo motor de cuatro cilindros solo funcionase con dos…?

Hoy, la viabilidad de una empresa no es responsabilidad única de su Gerente o de su Equipo Directivo (siempre considerando a profesionales honestos y medianamente competentes), sin duda una pequeña parte del capital humano de la misma sin la totalidad del cual nunca habrá futuro. En la exigente carrera por la competitividad empresarial, ninguna podrá aspirar al éxito participando a medio gas. Gas suficiente que solo le puede aportar la totalidad de sus recursos humanos, quienes contribuirán a la mayor o menor generación de valor en función de su grado (o etapa en la que se encuentren) de Despido Interior.

Y a partir de aquí es muy probable que cada lector entienda su situación profesional como muy especial y mayoritariamente ajena a su responsabilidad personal, síntoma inequívoco de ser portador ya del desmotivante, pertinaz y gradual virus del Despido Interior, que últimamente viene siendo tan fatal…

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

¿Tener o no tener?… un Plan

Tener o no tener un Plan-1

Si la disquisición histórica se encuentra merodeando incansablemente sobre quien fue primero, el huevo o la gallina, en el caso que ahora nos ocupa yo no voy a dudar: ¡No tienes nada si no tienes un Plan! Y si no tienes nada, no conseguirás nada… y si no consigues nada, nada serás. Pues intentar ser lo que quieras ser (lo que tú quieras y no los demás o lo demás) es el único y existencial fin por el que vale la pena (es decir, el esfuerzo) en la vida estar.

Claro, no me refiero a un Plan de esos más… frívolos, sino a un Plan de vida o de negocio para hacerlos progresar.

Por tanto, ¿es primero el fin o lo es el medio?, ¿es primero el destino o lo es el camino?… me da igual. Comienza por querer tener un Plan para ti o tu empresa e irremediablemente comprobarás que para que no esté falto de coherencia será necesario definir qué Objetivos alcanzar. Por el contrario, define primero los Objetivos y correrás el habitual riesgo de quedarte detenido ahí, sin llegar a elaborar ese Plan que te pueda ayudar.

Indudablemente, lo óptimo es comenzar por fijar destinos para luego trazar caminos, pero la experiencia con cientos de personas en mi trabajo como Business Coach me dice que los mejores propósitos se escriben en el aire con buena letra y tinta invisible, lo que les condena a fracasar: quiero ser esto o aquello o lo de más allá, pero en definitiva, ¿qué vas a hacer para intentarlo lograr…? Haz tu Plan.

¿Qué Plan…? Pues evidentemente un Plan de Acción, puesto que si admitimos la importancia de determinar el camino no hay que olvidar que por este se debe transitar avanzando y esto implica movimiento o lo que es lo mismo, actuar. Un Plan no lo es si no recoge acciones que se muevan dinámicamente en pos del Objetivo fijado, por lo que un Plan deberá ser de Acción y se compondrá de unidades de actuación que en su descomposición final hacia lo simple se traduzcan en sencillas tareas, siempre fechadas en el tiempo y aconsejablemente medibles en magnitudes tangibles para que se puedan seguir y validar.

A menudo me cruzo con personas que insisten en proclamar, en una idealizada defensa del sesentero flower power hippie, la improvisación en la vida como forma de disfrutarla libre y sorpresivamente, huyendo de los condicionantes disciplinarios que define el planificar y que supuestamente engrisecen el arco iris multicolor del camino vital. Y yo me pregunto, ¿qué será ahora de los 500.000 que en Woodstock imaginaron que la vida les sonreiría sin hacer más…?

Es indudable que vivir sin restricciones es el sueño de una noche de verano que todos solemos callar. Vivir sin regla se encuentra en el imaginario colectivo de una idílica existencia domiciliada en un playero paraíso tropical, pero… ¡hasta Robinson Crusoe allí tuvo que tener un Plan! Y no solo él, sino que ha quedado suficientemente demostrado que toda persona que se reconoce con éxito en su vida (haber conseguido muchos de sus deseos) afirma que una parte del mismo se lo debe a la planificación, esa herramienta tan simple en sus reglas, pero tan compleja a la hora de llegar a contar con nuestra convencida e inquebrantable fidelidad…

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

Lo integral no solo es cuestión del pan

Pan integral

Siempre me ha gustado el pan integral, incluso cuando hace más de veinte años todavía no estaba nada de moda en aquella sociedad. Siempre he admirado al hombre integro, incluso ahora que su práctica ya casi no forma parte de la costumbre actual. Lo integral es al pan lo que lo integro a lo personal y en ambos casos hablamos de aquello u aquel que, siendo entero, no defrauda pues es y se muestra con todo lo que tiene y sin engaños de su ser, tal y como definen los diccionarios que guardan la verdad.

No es esta la primera vez que confieso públicamente haber recibido gran parte de mi formación como persona en los añorados cines de mi adolescencia y juventud, al contemplar ensimismado y con vocación de copia esa integridad que destilaban en cada acto y decisión aquellos míticos actores (Clark Gable, James Stewart, Humprey Bogart, Gary Cooper, Cary Grant, John Wayne, Gregory Peck, Burt Lancaster, Kirk Douglas, Henry Fonda, Robert Mitchum, etc.) que encarnaban los personajes de las edificantes películas de la época clásica del cine universal. No nos equivoquemos, en el cine (también en el teatro, en la novela o en la opera) la definición de los personajes responde al gusto de cada momento y es por ello que en la cinematografía actual se ha olvidado la integridad como distintivo de la personalidad actoral. No está de moda ahora y mucho me temo que por largo tiempo no lo estará.

Maria Moliner asocia a la persona íntegra cualidades como las de cabal, cumplidor, escrupuloso, estricto, exacto, honesto, insobornable, probo, puntual, puro, recto, etc.; muchas de las cuales sin duda perdidas en la reciente noche de estos deslucidos tiempos y por tanto ya olvidadas por no usar. La integridad, como línea de conducta humana, hace referencia al comportamiento recto, honesto e intachable ante la vida y por consiguiente ante los demás, que son siempre quienes lo deberán juzgar.

Todos nos creemos íntegros, no lo ocultemos, pero no todos lo somos. Es más, yo diría que pocos lo son y para demostrarlo no será necesario aventurarse mucho más allá de los noticiarios diarios para comprobar cuál es el auténtico reflejo de nuestra actualidad. Valorarse personalmente como integro es muy fácil si no contamos con la opinión de los demás, pues todos llegamos a desarrollar una singular destreza interior que nos facilita la autojustificación de cualquiera de nuestros actos y además con razones que nos parecen siempre con suficiente veracidad. Así, nadie se reconoce en sus culpas. Así, todos las reconocemos en los demás. Así… así nos va como individuos y como sociedad.

Cada nuevo curso, en mis clases universitarias de postgrado, trabajo con mis alumnos el Taller “12 Hombres sin Piedad: Las Claves del Liderazgo”, basado en la película homónima de 1957 dirigida por Sidney Lumet y que ejemplifica a modo de caso de éxito muchas de las cualidades necesarias para transitar por la vida y acertar. Pues bien, desencantadamente debo decir que ahora ya nadie es capaz de reconocer a Henry Fonda, el actor que la protagoniza con especial integridad.

Mis queridos alumnos, ¿qué tipo de pan comerán…?

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

El Coach y el Vino

El vino

Sinceramente, después de muchas botellas abiertas, reconozco todavía mi falta de erudición con respecto al vino y finalmente creo que también en cuanto a algo tan endiabladamente complejo como es lo de ser Coach y eso pese a llevar doce años practicando y viviendo de esta sugestiva profesión. Por tanto, empatado en prácticas e ignorancias, estoy en disposición de compararlos sin grave temor a generarles dolorosos agravios comparativos por exceso de conocimiento, que por la ausencia del mismo todo suele tener mejor perdón.

Un Coach es una persona que puede decir que lo es aunque no lo sea, pues en la actualidad no existe ningún órgano regulatorio universalmente aceptado como expendedor oficial de títulos que certifique la idoneidad de un profesional de esta disciplina. Indiscutiblemente, alguien puede ser un buen Coach sin contar con ninguna certificación al igual que le ocurre a muchos buenos vinos desconocidos, que precisan ser probados para así poder ser valorados a menos que vengan recomendados previamente por alguien de confianza y credibilidad que nos ahorre el ensayo y nos garantice la inversión. Análogamente, podemos decir que las referencias profesionales obtenidas por un Coach de sus clientes son su mejor acreditación.

Por otra parte, se tiene constancia de que el vino comenzó a producirse en el Neolítico (alrededor del 6000 a.C.) llegando a ese esplendor, que ya nunca perdería, en la vieja Grecia cuando el poeta Hesíodo (siglo VIII a.C.) glosó el arte de su producción en Los trabajos y los días. Solo dos siglos después sería un filósofo, Sócrates, quien crearía en Atenas la Mayéutica, el método inductivo para la resolución de problemas y la mejora personal basado en la formulación de preguntas en lugar de la traslación directa de respuestas, origen posterior del Coaching. En Grecia y sin ninguno de ellos saberlo, Hesíodo fue el primer enólogo mientras que Sócrates lo fue como Coach.

Además, desde la antigüedad, el vino ha sido adorado tanto como a un dios (Dioniso, Baco, etc.) y en la actualidad no lo es menos pues continúa siendo venerado por muchas religiones, algunas tan cercanas a la cultura occidental como el cristianismo que lo hizo protagonista de la Última Cena con Jesucristo y de toda celebración eucarística posterior. Hoy, algunos Coach mediáticos se proponen al mundo como iluminados mesías salvadores de una sociedad cuyos individuos sería mejor que aprendiesen a pescar en lugar de seguir comprando el pescado que aquellos les malvenden sin ninguna consideración.

También es conocido que la calidad del vino se valora por sus características organolépticas (bouquet, textura, color, cuerpo, olor, aroma, sabor, etc.) que dependerán de la propia uva y de su tratamiento. Ambos a su vez están condicionados por la suma de un conjunto de factores genéticos (vid), ambientales (clima, latitud, altitud, temperatura, luminosidad, etc.) y productivos (agricultura, mezclas, barricas, maduración, etc.), que todos juntos llegan a lograr un único resultado, en muchas ocasiones cdercano a la perfección. Asimismo, para conseguir excelentes resultados, el Coach no lo puede ser solo por un par o tres de buenas competencias adquiridas o desarrolladas, sino que precisará de un extenso abanico de cualidades cognitivas y relacionales que le permitan afrontar la exigente dificultad que supone la interacción efectiva con las personas, sin duda el reto más ambicioso al que se enfrenta todo ser humano cada día en su vida y que especialmente para el Coaching es su única razón.

En conclusión, creo que podemos afirmar que siendo una de las maneras más extendidas y sencillas de clasificación de los vinos la que viene determinada por el periodo de su vida dormida en las barricas (crianza, reserva y gran reserva) y admitiendo que normalmente este gana con los años, tanto así será con el Coach, a quien no le favorece la juventud sino la madurez con retrogusto a sus propias experiencias personales y profesionales para ofrecer su mejor sabor.

Como quiso decir aquel conocido pasodoble: ¡Viva el vino y l@s… Coach!.

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

“El Humor es caviar…

El Apartamento

…no lo extiendas como si fuera mermelada”, es una de las frases escritas por Oscar Wilde, el célebre y extravagante literato victoriano que, a tenor de todas las que se le atribuyen, bien parece que no pudo hacer otra cosa en su vida más que imaginar miles y miles de ingeniosos aforismos. En esa loca carrera por la masiva y poco contrastada adjudicación de sentencias, Woody Allen y Groucho Marx no le van a la zaga, convirtiéndose en una especie de santísima trinidad del refranero, posiblemente apócrifo, pero con firma de popularidad. Al final, casi todo en la vida es una cuestión de marca personal que, cuando la tienes, te llega a regalar aun lo bueno que nunca has llegado a realizar.

Volviendo al adagio oscarwildiano, hay que reconocer la aguda finura de su mensaje al descubrir, flagrantemente y por pasiva, a quienes entienden el humor como una manera de estar y no como una forma de ser, sin duda, el verdadero secreto para encantar a los demás. El humor, por tanto, es una cuestión de oportunidad en el momento adecuado y no de presencia adecuada en todo momento, lo que llega a cansar.

Si hay una manifestación incuestionable de la evolución inteligente de la especie humana en el mundo, esa es sin duda la que representa el humor o ese especial sentido al que se le viene a imputar. No puede haber mayor dificultad posible que la de crear humor, entendiéndose por este no el reproducido en forma de anécdotas o chistes (propio del gracejo o la interpretación) sino el inventado, casi siempre a bote pronto y a propósito de cualquier situación sobrevenida que no era posible anticipar. Tener sentido del humor supone eso que tan metafóricamente definimos como estar sembrado o lo que es lo mismo, preparado para germinar.  No tenerlo le significa al individuo tanto como Lichtemberg decía al aseverar que… nada determina más el carácter de una persona como la broma que la ofende, por lo que no es descabellado afirmar que cuanto menor es el sentido del humor mayor es la susceptibilidad.

Además puedo asegurar que no he conocido a nadie que, contando con sentido del humor, al unísono no posea inteligencias racional y emocional, lo que me lleva a pensar que quien verdaderamente desarrolla esa preciada y escasa cualidad también es acompañado con seguridad por todo lo demás para triunfar. La vida, afrontada con sentido del humor, supone toda una declaración de superioridad sobre los acontecimientos y pasa de ser un denso drama shakesperiano a una grácil comedia al estilo cinematográfico de Billy Wilder, donde el imperio de lo relativo de las cosas gobierna sobre la angustia que genera la miopía de lo absolutamente personal. No olvidemos que la tristeza es a la soberbia lo que el humor a la humildad.

Alguien dijo que… una persona sin sentido del humor es como un coche sin amortiguadores que, con cada piedra del camino, de dolor nos hace saltar.

Pues bien, pese a que la práctica del sentido del humor parece ser patrimonio casi exclusivo del ámbito privado de los individuos, lo conveniente y hasta necesario es su adecuada extensión al mundo laboral, sin que con ello deba comprometerse la comúnmente llamada seriedad profesional. La incuestionable necesidad de organizar a las empresas a partir de la construcción de unidades productivas no individuales sino grupales denominadas Equipos de Trabajo, conlleva una intensificación (en ocasiones crispante) de las interacciones personales que solo el sentido del humor puede engrasar. No hay mejor confraternizador que el humor adecuadamente empleado (tanto en tiempo como en forma), sin duda el verdadero desatascador de las tuberías de cualquier relación personal.

A quienes infantilmente defienden cada 1º de Abril el concepto utópico de diversión en el trabajo (Ver La Diversión en el Trabajo) simplemente como una actitud y sin más, yo les propongo la orientación más práctica y eficaz del trabajo con sentido del humor que, como todo aquello que se apoya en una aptitud, goza de más recorrido pues siempre es susceptible de mejorar. No olvidemos que solo se divierten en el trabajo quienes no desarrollan un verdadero compromiso con él (a la manera de los niños con sus cosas), mientras que los comprometidos son quienes finalmente encuentran en su profesión una vía madura y gratificante de desarrollo y realización personal aun a pesar de los esfuerzos y las dificultades que se puedan encontrar.

¿Humor o diversión? ¿Caviar o mermelada…?

Re-flexiones… 60, 194, 216, 304, 577, 685 y 766 –

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

Los Reyes Magos ya tienen su mala falsificación

El vendedor de humo

Cuando hace algo más de dos mil años, Melchor, Gaspar y Baltasar firmaron en Oriente su primer contrato de trabajo como Reyes Magos, se encontraron solos en el gratificante negocio mundial del reparto de ilusión a los niños de cualquier país y condición. Siglos después y por sorpresa, les apareció un orondo competidor venido del Norte y ataviado con un grueso pijama rojo con blancos ribetes que parecían de algodón, que era experto en el marketing de la televisión y que adoptó diferentes nombres (Papa Noel, San Nicolás, Santa Claus,  etc.) según los países que visitó. La guerra comercial en el mercado de la fantasía y la emoción había comenzado, aunque ninguno de ellos sospechaba entonces que aquella larga y amigable rivalidad derivaría muchos años después en la irrupción de otros competidores que desatarían una agresiva y multitudinaria revolución.

Es bien cierto que cualquier negocio basado en ofrecer al consumidor algo por nada, sino antes si después, estará llamado comercialmente a triunfar pues no es costumbre en las transacciones mercantiles él no cobrar por los productos o servicios propuestos, lo que en definitiva es como regalar sin más contraprestación. Si además el cliente final es tan inocentemente agradecido como lo son los niños, la pervivencia del negocio estará secularmente asegurada con una pequeña excepción que afecta sensiblemente a la cuenta de explotación: ¿quién financiará los juguetes repartidos?

Este problema no pudo tener una mejor solución que la de franquiciar la real compañía nombrando tantos delegados como padres de criaturas hubiere, quienes en pago de sus risas y alegrías sufragarían al contado y sin más discusión los regalos entregados, llegando así a lograr configurar la fórmula mágica que se convirtió en éxito arrollador.

Pero todo éxito nunca es ajeno a su inevitable difusión entre quienes buscan ideas para prosperar y carecen tanto de ellas como del pudor ante la zafia copia de lo que ya tiene un dueño y señor. Para ellos, solo era necesario cambiar algunas de las piezas del triunfal entramado y así reproducir descaradamente un negocio milenario y universal que ha llegado a convertirse en una burla a la razón.

En principio fue necesario abaratar costes, cambiando el producto (los juguetes) por un servicio que ofreciese los mismos anhelantes resultados al consumidor: habría que vender directamente la ilusión. ¿A quién…? Pues a los padres de los niños que, aunque adultos, seguro es que no se resistirían a una mágica propuesta como es la de la consecución del éxito sin esfuerzo (basada en alquimistas recetas cuya argumentación solo tenía amparo en la manipulable emoción). ¿Y quién lo debía financiar? Nadie ejercería de mejor franquiciado pagador que las empresas en donde trabajaban los esperanzados progenitores, siempre en busca de alcanzar un resultado profesional mejor. Y todo ello además, logrando desestacionalizar la facturación.

Se había inventado el Showching (definido en… ¿Coaching o Showching…?) para arrebatarles a los Reyes Magos y a Santa Claus el monopolio de la venta de ilusión en forma de humo envasado en un tarro de cristal cerrado a presión (ver video pinchando en la imagen de encabezamiento de este post).

¿Quién ha sido finalmente el culpable de esta mala falsificación…?

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

2015

2015

No esperéis al 2015 para lamentaros de lo que no haréis en el 2014…

¡Productivo Año Nuevo!… os desea Antonio J. Alonso Sampedro  

La “Fortuna Geográfica”

La fortuna geografica

Mañana es 22 de Diciembre, el que popularmente todo el mundo considera como día de la Fortuna en España pues se celebra (desde 1812) el Sorteo Extraordinario de Navidad, sin duda la manifestación anual de clonado costumbrismo patrio más emocionalmente peculiar y que es toda una fuente inagotable de ideas para las reflexiones (o en mi caso para las… Coach-tiones) sobre los anhelos y aspiraciones de quienes compartimos el territorio nacional.

El año pasado por estas fechas escribía… La casualidad no existe… ¡ni aun hoy! con igual pretexto y arranque que el del presente artículo, que desea ser la pieza complementaria de un ludofóbico díptico sobre la diosa Fortuna. Si entonces pronuncié vehementemente una sincera declaración de principios que me distanciaba de la Esperanza para abrazar la Decisión, ahora quiero completar esta posición (para evitar malos entendidos) al incorporar como innegable condicionador de nuestras decisiones al factor circunstancial .

Pues bien, lo primero que salta a la vista es que la Fortuna derivada de la lotería española de Navidad es cosa local (normalmente toca a habitantes del territorio nacional pese a venderse también en el extranjero) como así lo es la naturaleza intrínseca de la suerte, que no se reparte territorialmente por igual. Quizás el ejemplo más evidente de ello sea el severo condicionante que para la vida de una persona supone el hecho fortuito de nacer en un determinado país, en especial si este es pobre o esta sumido en  la lucha social.

Si pudiéramos esquematizar gráfica y sencillamente un Mapa de Decisión en la vida de toda persona a partir de círculos concéntricos, el más próximo a cada cual sería el que viene determinado por su propia capacidad decisional, siendo el siguiente aquel que representaría a sus circunstancias condicionantes (que principalmente se rigen por el género, la raza y el entorno geo-socio-económico). De esta manera, toda decisión (por muy convencida y proactiva que sea) quedará siempre subordinada por un marco exógeno y estructuralmente superior que la restringe de manera total. Así las cosas, parece que es difícil aceptar eso que ahora tanto se predica del… si quieres, puedes, pues más bien debería ser… si puedes, quieres, en orden a no malgastar ilusiones creadas a partir de imposibles auto-expectativas de éxito de donde no hay.

A menudo me pregunto que hubiera sido de mi vida de haber nacido en Sierra Leona. Es evidente que la respuesta nunca podrá ser concluyente pues para ello sería necesario haberla vivido allí, aunque parece sensato pensar que mis oportunidades de desarrollo personal se habrían visto muy reducidas por más que mi impronta resolutiva hubiese sido la del mismísimo Napoleón antes de fracasar. La realidad es que nací en España y sinceramente, en más ocasiones de las debidas, olvido la Fortuna que el destino me ha querido regalar.

Quienes habitamos nuestra vida en países desarrollados nos beneficiamos de un Mapa de Decisión cuyo radio del círculo exterior (el circunstancial) es mayor que el que correspondería en otras regiones menos favorecidas, lo que favorece a que el radio del círculo concentrico interior (el decisional) se pueda agrandar.

Ahora bien, tener a nuestro alcance mayores posibilidades vitales… ¿se traduce normalmente en un aprovechamiento, al menos proporcional, de las mismas? Pues considero que no necesariamente y yo mismo creo ser un ejemplo de ello al estar plenamente convencido de que, habiendo nacido en Africa, hubiera apurado más mi menor superficie circular. Una vez más nos topamos con que la necesidad llama a la actividad, algo que sin duda salpica de adormecida reactividad nuestro comportamiento, al reaccionar por la causa sobrevenida en lugar de actuar en pos del efecto a lograr.

En conclusión, la Fortuna Geográfica brinda oportunidades distintas que cada cual deberá esforzarse en saber maximizar allí donde desarrolle su vida, decidiendo proactivamente lo que mejor le convenga en lugar de esperando lo que le venga, que para eso ya está inventado el Gordo de Navidad

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

La “mueblerización” de la Vida

Viejo sofa

Confieso que, tras dieciséis años de satisfactoria residencia en mi vivienda, cada día al entrar en ella me tranquilizo al comprobar que el mobiliario de su interior parece ser adecuado y actual, no percibiendo en absoluto la necesidad o tan siquiera conveniencia de ningún cambio a realizar. ¡Qué equivocado estoy, aun sin saber que lo pueda estar…!

Es evidente que, por más que yo me hubiese esforzado allá por 1997 en decorar mi casa recién adquirida a la moda que entonces se llevaba, aquella ya no es la de ahora, con independencia de que yo no sea capaz de reparar en ello al haberme instalado inconscientemente en la habitual miopía que produce la fosilizante cotidianeidad.

Cuando visito a una de mis tías, que vive rodeada de muebles con más de sesenta años de presencia y uso en su hogar, me dice que a ella le pasa igual pues nunca repara en su antigüedad.  Sinceramente, no creo que esto sea cosa de una costumbre familiar, pues más bien me parece que el asunto es universal y se extiende no solo a los muebles de una casa sino también a la vida en general.

Admitiendo que la rutina en forma de cotidianeidad es, de todos los estilos de vida, la gran equilibradora existencial por su efecto facilitador de la serenidad, también es cierto que su desmedida extensión a la totalidad de momentos y situaciones de nuestra vida puede llevarnos a una especie de analgesia actuacional que nos instale en la peligrosa y depresiva repetición vital.

Aceptar como válido e inmutable lo que somos y lo que nos rodea por el mero hecho de haberse cómodamente instalado en nuestra vida a fuerza de tener reiterada presencia, frecuentemente deriva en un envejecimiento mental que nos va distanciando de la dinámica actualidad que implacablemente nos supera, pues no se detiene en avanzar.

Desgraciadamente, a medida que transcurre nuestra vida y más nos conocemos, menos somos capaces de imparcialmente vernos por llegar al acostumbramiento en nuestra realidad. Lo que somos ya no lo cuestionamos, dándolo por bueno y proyectándolo reactivamente hacia lo que seremos, pese a lo que pueda pasar. Y así, todos hoy tan momentáneamente contentos. Y así, todos mañana tan finalmente insatisfechos. La vida es como una casa, siempre por actualizar.

Creo que mañana cambiaré aquel viejo sofá de mi hogar…

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

La Suciedad de la Sociedad

Corrupcion

La magia de la escritura puede lograr que una sola letra llegue a cambiar totalmente el significado de una palabra o bien que dos palabras con sentidos muy diversos se acerquen tanto que puedan confundirse por azar. El titulo de este artículo, desgraciadamente así lo viene a probar.

No descubriré nada nuevo si afirmo que vivimos en una etapa de la historia de la humanidad en la que la asepsia (de las personas y de las cosas) se ha convertido en una de sus señas de identidad, tras siglos de evidente desaseo condicionado principalmente por unos menores niveles de desarrollo tecnológico y también cultural. Está comprobado que los instrumentos e instalaciones pulcras parecen funcionar mejor y las personas higiénicas viven más y . Hoy la limpieza es ya una costumbre social.

En definitiva, gusta lo limpio pues ello nos traslada automáticamente señales de orden, control, sanidad y perdurabilidad. Tanto es así que el término limpieza y su antónimo suciedad trascienden a su primera y más directa acepción para metafóricamente denotar valores de honradez en las personas, que suelen estar relacionados con sus comportamientos éticos en el proceder. Quien tiene las manos limpias suele ahora decirse alegóricamente de quien es honesto consigo mismo y con los demás.

Desde hace muchos meses, el Barómetro que puntualmente y con esa periodicidad publica el CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas) coloca entre las tres mayores preocupaciones de los españoles la situación económica, el paro laboral y la corrupción/fraude (ver La improductividad laboral de los políticos). Pero es evidente que tanto la economía como el desempleo son cuestiones diferentes a la corrupción por cuanto las primeras son determinadas por las decisiones interconexionadas de muchos agentes (nacionales e internacionales) mientras que esta última solo lo es por la responsabilidad de cada cual, al caer o no en la tentación de obrar deshonestamente ante los demás.

Por tanto y simplificando, podríamos decir que uno de los tres problemas más evidentes de la sociedad española actual y que está arruinando su credibilidad (tanto para propios como para extraños) tiene por sencilla solución la que cada infractor a su vida sea capaz de administrar. De ser así, parece que este problema no sería tal al reducirse mucho en su complejidad, lo cual no es nada cierto y con un ejemplo lo trataré de explicar.

Hace tiempo ya, todos los intentos de incorporar a la vida cotidiana de los españoles aquellas civilizadas maquinas autoexpendedoras de periódicos y revistas con pago posterior a su retirada (que asombrados descubríamos en las películas) fracasaron porque, de forma mayoritaria, la gente disponía de las publicaciones evitando dejar luego las monedas que las abonaban y ello sin causar mucho asombro general. En cambio, es curioso que muchos de esos mismos pícaros pagaban cuando las usaban en países donde todo el mundo cumplía con su obligación, pues de lo contrario su conducta era contundentemente afeada por los demás.

Desgraciadamente la corrupción/fraude, además de ser cuestión de conciencia personal de quienes la practican, aparece y prolifera pues se ampara en la permisividad de una sociedad que suele ponerse de perfil ante estos condenables comportamientos que no son denunciados comprometida y valientemente por quienes los conocen de verdad (quien sabe si por aquello de… el que esté libre de pecado…). Por esto mismo y no nos engañemos, en la Suciedad de la Sociedad intervenimos responsablemente todos por más que al mirar nuestras propias manos nos justifiquemos complacientemente comprobando una vez más que están limpias de suciedad…

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro