¡Sonreir antes de llegar al trabajo…!

La tercera Receta de Éxito probado que hoy recomiendo tiene mucho que ver con la exteriorización del positivismo:

“Sonreír antes de llegar al trabajo, propiciando el optimismo por anticipado y llenando nuestro depósito de la energía más poderosa que podemos encontrar: el buen humor”

Dicen que la cara es el espejo de nuestra alma y algo de cierto debe haber en esta aseveración cuando todos somos capaces de adivinar los estados de ánimo de los demás mirándoles de frente. Sin duda, nuestro semblante anuncia nuestra predisposición hacia el exterior y así es captado siempre por nuestro entorno relacional.

Está probado que una sonrisa predispone a quien la recibe mucho mas favorablemente para cualquier tipo de comunicación entre los dos, hasta el punto que se recomienda al hablar por teléfono el sonreír, pues la entonación de las palabras cambia positivamente y es percibida mas favorablemente por el interlocutor.

Pero también sonreír es un activador del buen humor para quien sonríe. Podemos probar a esbozar una sonrisa aun sin motivo para ello y lo que en un principio pueda ser una mueca forzada, rápidamente se torna en la expresión de un sentimiento auto-generado que inunda nuestro interior de la gasolina suficiente para afrontar los retos profesionales y personales que se nos presentan todos los días.

Y si alguien tiene dudas sobre todo esto, solo debe valorar lo que siente al contemplar el maravilloso espectáculo que nos regala la risa de un niño…

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

¡Evitar condicionarse por la climatología…!

La segunda Receta de Éxito probado para capear el temporal en que estamos inmersos es…

“Evitar condicionarse por la climatología, ajena siempre a nuestra voluntad y por tanto, caprichosa y variable (después de la lluvia siempre sale el sol)”

Desde luego, cuando hablo de climatología no solo me estoy refiriendo a la meteorológica sino a todos aquellos factores que, imprevistos y ajenos a nuestro control, no podemos modificar como lo puedan ser por ejemplo un embotellamiento al acudir al trabajo, el mal humor de alguno de nuestros compañeros de trabajo, la derrota de nuestro equipo deportivo favorito, etc.

Una de las habilidades vivenciales más apreciadas por los expertos en equilibrio personal es la de “saber navegar” en este proceloso mar de inconvenientes y obstáculos en el que se ha convertido la lucha diaria por defender nuestra vida cotidiana. El famoso spot publicitario protagonizado por Bruce Lee en donde él mismo recomendaba eso de “…sé como el agua, amigo mío…”, no es más que la constatación televisiva de una gran verdad íntimamente ligada al orden natural: la adaptación al medio.

Al igual que todos aceptamos la conveniencia de vestir un impermeable para evitar mojarnos cuando llueve, también es recomendable la precaución de proveerse del chubasquero emocional que nos preserve de las frecuentes inclemencias “vidatológicas” que, inevitable e imprevisiblemente, nos encontramos todos los días al salir de casa…

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

¡Comenzar bien el día…!

Al hilo de lo comentado en mi entrada anterior hoy comienzo una serie de 10 escritos, cada uno de ellos referido a una de las 10 Recetas de Éxito probado que expongo en algunas de mis últimas conferencias y que están recogidas, en sus titulares, en la entrada del 24/02/09 de este Blog (“De la Motivación a la Auto-MOTIVACIÓN…”).

La primera (no necesariamente por orden de importancia) es…

“Comenzar bien el día, tratando de organizar y allanar convenientemente nuestras primeras tareas de la jornada para que no puedan ser fruto de enfados y malhumores que hipotequen el resto de nuestras actividades”

Sin duda, empezar algo bien es el mejor seguro para su conveniente desarrollo y acertada consecución. La unidad temporal de productividad personal más básica, que es el día, sigue esta misma regla. Comprometer el resto de una jornada por un mal principio es un riesgo que debemos evitar. Pero, ¿cómo…?

No hay mejor herramienta para asegurarnos desde su principio una eficiente trayectoria de la jornada laboral que la Planificación. Comenzar cada día sabiendo lo que “debemos” y “podemos“ hacer (hay que conjugar siempre estos dos verbos y no solo el primero, para evitar la frustración de trabajar con sensación de deuda) concreta el horizonte de tareas a realizar, protegiéndolas de injerencias externas y predispone positivamente hacia su ejecución.

La ausencia de Planificación introduce demasiados componentes de imprevisibilidad como para añadirlos a los propios que la vida nos regala cada día sin solicitarlos. ¿O nadie se acuerda de todas esas mañanas que le ha faltado su camisa favorita por no haberla lavado cuando debía y ha acudido al trabajo contrariado y por tanto, de mal humor…?

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

“Una Imagen vale mas que Mil Palabras”

En mi querida actividad profesional siempre visto con traje de chaqueta, camisa blanca y corbata. En invierno y también en verano, pese a residir en Valencia.

Sin duda preferiría, por comodidad, llevar algo que fuera más de sport como así lo hacen muchos de mis colegas de profesión pues se está extendiendo, en lo que a la apariencia se refiere, una imagen del Coach en España cercana al “casual friday” (americana con pantalones “chinos” y sin corbata), sobre todo en los polos de mayor desarrollo de esta disciplina como son Madrid y Barcelona.

Entonces, ¿porque me someto a la tortura diaria del centenario uniforme decimonónico con soga al cuello?. Sencillamente porque, ¡Una Imagen vale más que Mil Palabras!.

En toda profesión hay que trasladar a los demás una información de seriedad y competencia y el aspecto exterior (otros detalles, sin duda también) habla mucho de ello. No todos los trabajos requieren el mismo “look”. Los hay en los que una indumentaria excesivamente formal puede ser paradójica y en ocasiones contraproducente (agricultura, construcción, bellas artes, etc.), dependiendo siempre nuestra elección de la vestimenta habitual de nuestros interlocutores.

En la ya varias veces citada aquí película “12 Hombres sin Piedad” que apoya mi Taller de Liderazgo esto se aprecia con gran claridad, pues parte de la riquísima caracterización de los personajes se ampara en las tipologías de sus trajes (estamos en los años ´50 y entonces todos vestían así) y sobre todo en el mantenimiento de la americana puesta por algunos de ellos que, en un ambiente de sofocante calor, se manifiesta como signo de integridad, competencia y convicción en sus planteamientos.

Yo soy Business Coach, por lo que trabajo habitualmente con empresas y como el Coaching es todavía una disciplina poco conocida en España (sobre todo fuera de las dos grandes capitales financieras), presentándome de una manera más formal me ahorro muchas más argumentaciones sobre la competencia de mis propuestas y la calidad y seriedad de mis servicios, obteniendo un retorno de la inversión.

Cuesta llevar la corbata, pero cuesta mucho mas convencer sin ella…

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

El Temperamento y el Carácter

Temperamento y caracter

Qué equivocados estamos cuando, habitualmente, culpamos a la imposibilidad de cambiar nuestro Carácter como la responsable de aquellos pequeños errores y fracasos que acontecen cotidianamente en nuestro periplo vital. No somos conscientes de que hay otro actor de nuestra personalidad al que también debemos conocer para mejor valorar nuestras actuaciones. Se llama Temperamento y este si es estructural.

Sin pretender profundizar en los innumerables estudios psicológicos publicados sobre el Temperamento y el Carácter, hay dos sencillas definiciones que si me gustaría apuntar:

–      Temperamento: Conjunto de las inclinaciones íntimas que brotan de la constitución fisiológica de los individuos.

–      Carácter: Conjunto de las disposiciones psicológicas que nacen del temperamento, modificado por la educación y el trabajo de la voluntad y consolidado por el hábito.

Por tanto, podemos apreciar que el Temperamento tiene mucho que ver con lo genético pues se basa en la fisiología mientras que el Carácter con lo psicológico al vincularse a la disponibilidad. Y aquí es donde aparece la gran paradoja a la que todos nos enfrentamos tantas veces en nuestra vida: siéndolo el Temperamento, creemos que el Carácter es lo que no se puede modificar.

Ampararnos en la invariabilidad de nuestro Carácter es la mejor fórmula para no esforzarnos en mejorar. El Carácter si podemos cambiarlo y si no, solo tenemos que recordar los cambios que producen en nuestro Carácter un par de cervezas (no más).

La mayoría de los rasgos que son determinantes para navegar mejor por la vida (escuchar activamente, ser positivo, empatizar, ser puntual, orientarse hacia los demás, ser comprensivo, planificar, etc.) no son de Temperamento sino de Carácter y por tanto modificables por la educación, la voluntad y el hábito, según la definición anterior nos viene a indicar.

Por consiguiente, no conviene confundir Temperamento con Carácter y todo un mundo de posibilidades de mejora se abrirán…

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

¡Vivo sin Esperanza!

Si, vivo sin Esperanza y esta es mi elección, convencido de apostar por el mejor camino pero también comprimido por la responsabilidad y el esfuerzo que supone renunciar al azar.

No voy a darle muchas vueltas a la justificación de este posicionamiento vital que puede extrañar y por supuesto despertar una compasión que no me apetece aceptar.

Vivo sin Esperanza o lo que es lo mismo, sin esperar.

Sin esperar a que aparezca el trabajo ideal. Sin esperar a encontrar a la compañera de mis sueños. Sin esperar a adelgazar ese kilo de más. Sin esperar a la presencia de nuevos amigos. Si esperar a escribir la nueva entrada de mi Blog. Sin esperar a ser agraciado por la lotería nacional. Sin esperar a que el Valle del Jerte en flor venga a mí. Sin esperar a otra oportunidad para escuchar buena opera. Sin esperar a alegrarme cuando llegue la primavera. Sin esperar a felicitar cuando alguien lo merece. Si esperar a leer ese libro que siempre está allí. Sin esperar a conocer. Sin esperar a que me conozcan. Sin esperar a mejorar mi ingles. Sin esperar a salir de la crisis. Sin esperar a tener que envejecer. Sin esperar a saludar. Sin esperar a… sin esperar a tener que todo esto esperar. Sin esperar.

Sin esperar, en fin, a ser quien quiero ser. Sin esperar que sucedan los acontecimientos que deseo y puedo acometer. Porque quiero buscarlos y acercarme yo a ellos, tomando las riendas de un destino propio con ánimo, confianza, compromiso y actuación .

¡Vivo con decisión! , asumiendo el posible error…

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

¿Qué nos mueve a actuar?

Que nos mueve a actuar

El ser humano no se diferencia tanto como creemos del resto de especies de la Tierra. De no ser por el milenario proceso de civilización al que nos hemos auto-sometido, mantendríamos todavía la mayoría de los comportamientos que nuestros vecinos de planeta evidencian en su trayectoria vivencial.

Uno de esos comportamientos y quizás de los más importantes, todavía permanece intacto en nosotros. Me refiero al motor que a todos los habitantes vivos de este mundo nos mueve a actuar. Sin duda, actuar, en cualquiera de sus acepciones, requiere esfuerzo pues la actuación implica movimiento y el movimiento precisa de energía y esta nunca parte de la gratuidad. Así, la consecución de un beneficio o la evitación de una perdida se constituye como la regla que determina cuando actuar. Por tanto, todos nuestros actos están precedidos por una valoración (razonada o intuitiva) de lo que vamos a ganar o dejar de perder al realizar cualquier actividad.

Soy consciente que, de ser cierto lo que afirmo, puede que esté renunciando al altruismo en la vida, aunque esto lo debo matizar.

En efecto, defiendo que no existe altruismo puro en la vida. Desde el amor conyugal que se mantiene por el beneficio mutuo que obtienen dos personas por compartir la vida, hasta la participación en una ONG que, además de contribuir al bien de los demás, nos retorna un sentimiento de bienestar que justifica el esfuerzo económico o personal.

Solo encuentro una excepción a mi hipótesis que no desvirtúa la regla y es la relación de la casi totalidad de las madres con sus hijos, capaces de protagonizar toda una esforzada vida de generosidad sin límites y sin esperar nada a cambio. En los animales también ocurre esto al tratarse de un mecanismo, en ambos, natural.

Todos nuestros actos son interesados y ello, lejos de ser malo, es el mejor regulador de eficiencia vital que se pueda dar. De no ser así, nuestras actuaciones transcurrirían entre la casualidad y la suerte, sin duda malas brújulas en nuestro constante empeño de alcanzar en la vida un buen trozo de felicidad…

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro