“BRUNILDA” (¿Tiene género la violencia?)… Fragmento-16


…Después, con el propósito de compulsar como esos principios deslumbrantes de emoción se tornan en oscuros finales granados de aburrimiento y desilusión, a modo de contemporáneo tribunal inquisidor, observábamos a las parejas para constatar en sus caras y ademanes que, conforme avanzaban en edad, mostraban más su mutua resignación. El amor enamorado, destilado luego por los años de gastada convivencia, no tenía ya fulgor y nos brindaba la posibilidad de jugar a adivinar en cada par la exacta antigüedad de su relación…

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“BRUNILDA” (¿Tiene género la violencia?)… Fragmento-15


…Nuestra primera ocupación buscaba la demostración visual de la “Teoría de las valencias”, cuya formulación era propia y pretendía replicar en las personas lo que en los elementos químicos de la Tabla Periódica constituía una inquebrantable ley de combinación. Habíamos llegado a la conclusión de que el atractivo físico de los miembros de una unión sentimental es siempre equivalente (según los gustos de cada época, lugar o consideración) y que solo una diferencia económica o de posición social rompe este predictivo equilibrio estético, condicionando las posibilidades en los individuos de elección. Pues bien, nunca vimos excepción a nuestra regla, quizás porque nunca frecuentamos aquellos barrios elegantes en donde todas las mujeres parecían encantadoras presentadoras de televisión…

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“BRUNILDA” (¿Tiene género la violencia?)… Fragmento-14


…Desde antiguo, las relaciones entre mujeres y hombres han caminado vacilantes por el filo de un inestable equilibrio entre la encendida pasión y la normativa civilización, siendo unas y otros los incautos destinatarios de un consuetudinario manual bastante equivocado y sin suficiente concreción. Las mujeres, en cualquier forma externa de expresión como lo es su indumentaria, su peinado, su maquillaje o su conversación, buscan embelesar para conseguir la mejor elección de compañero estable o simplemente un feliz revolcón, representando todo ello además un acto de callada autoafirmación. La misma que los caballeros, ufanos, publicitan entre ellos y constituye uno de sus más deseados signos de distinción. La conquista, al no contar con reglas específicas que fijen los límites de la seducción, genera tantos equívocos como idiosincrasias se cruzan en los aventurados mercados del deseo y la fascinación. Por ello, no cabe otro posible remedio que la mutua prudencia en cada tentativa de flirteación…

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“BRUNILDA” (¿Tiene género la violencia?)… Fragmento-13


…En apariencia, ya eran muy evidentes los rasgos físicos definidores de una femenina condición, que nos resistíamos a resaltar tal y como insinuantes se afanaban las demás, convencidas nosotras de ser el mejor remedio contra ese tipo de primitiva tracción que parecía irrefrenable en cualquier varón. Sobre esto recuerdo que, al llegar a la adolescencia y sin que nadie me advirtiese la razón, noté las febriles miradas de los empleados que trabajaban en el internado, recorriendo mi cuerpo sin ninguna discreción, evidenciando una directa proporción entre los centímetros de mi piel al descubierto y su libidinosa expectación. Además, en cualquier interlocución se mostraban solícitos y algunos hasta serviles, peligroso poder de dominación que adiviné, pero que de ningún modo utilicé a diferencia de las otras internas, competidoras entre sí por ganar el mayor número de esos piropos que coronan a la reina de la pulsión erótica y la tentación. Tampoco a ellas nadie les instruyó sobre las seculares artes de la atracción, algo consustancial por instintivo en los animales, pero que en nosotras precisaban de una resuelta contención ante los candentes peligros acechantes y que llegaban a su máxima expresión en el cuaternario delito de violación…

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“BRUNILDA” (¿Tiene género la violencia?)… Fragmento-12


…El comienzo del quinto curso en aquella mortecina Institución me descubrió, a los 15 años, el único tipo de amistad que entonces podía aceptar mi cabalgante introversión: la no buscada, esa que nace con la fortaleza de lo inevitable y crece sujeta por el eslabón indestructible del compartido dolor, un oscuro sentimiento que no precisa de presentación ni aclaración… Con ellas inicié aquella tortuosa singladura de asociación en la mísera desdicha, donde una absoluta circunspección nos gobernó y la sonrisa franca nunca existió. Regodeadas en nuestra común aflicción, buscábamos el aislamiento conventual como pura distracción, huyendo de los últimos juegos infantiles y de esas primeras ilusiones púberes de ardor que el resto de compañeras de la Institución vivían impacientes, desde el acontecer de una naturaleza radiante en anhelos de ser al fin mayor. Nos convertimos en cuatro espantajos tristes y silentes, lo máximo a que podíamos aspirar desde aquel cuarteado secarral en que se había trasmutado nuestro corazón…

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“BRUNILDA” (¿Tiene género la violencia?)… Fragmento-11


…Los primeros cuatro años de desafección, oscurecidos por mi desconfiada alarma y una obcecada precaución, me congelaron los sentimientos hasta convertirlos en aquel absorto mecanismo de relojera precisión. Allí desarrollé una capa exterior impermeable a cualquier intento de penetrar en mi interior, a cualquier tipo de conexión. Me convertí en una negra sombra sin cuerpo hermano al que poder asociar una emoción. Aquellos dos golpes sordos permanecieron vivos en mi imaginación, insolentes y presentes, atronando sin interrupción, hormigonando los cimientos de lo que sería poco después una militante animadversión hacia quienes por la fuerza de su fuerza imponían su intención, hacia quienes destruían la dignidad y la vida de millones de mujeres que, como Erda, fueron víctimas conscientes de la más brutal agresión. Así, modelé un fanatismo visceral sin parangón, sola y ajena a las corrientes político-sociales que ya ponían nombre a lo que tiempo después llevaría un siniestro apellido de revolución…

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“BRUNILDA” (¿Tiene género la violencia?)… Fragmento-10


…Vivíamos las dos en un modesto piso del barrio de Arganzuela, muy cerca de aquel ajardinado rio con nombre de huerto frutal, al que acudíamos con expectación, casi a diario, para pasear y jugar con los adorables perrillos que, a falta de otras, eran mi única pasión. Los admiraba porque conservan aquello que los humanos hemos perdido por una equivocada evolución y los amaba sin conocerlos, segura de que su noble comportamiento nunca protagonizaría una súbita traición. Llamaba y acariciaba a cualquiera que se cruzaba en mi dirección, casi siempre sin mirar ni hablar a su dueño, al que yo prefería denominar padre o tutor. Algunos se molestaban, aunque los canes no, sabedores de que eran ellos los exclusivos destinatarios de mi devoción. En aquel tiempo, las personas ya habían desaparecido del severo dial de mi atención…

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“BRUNILDA” (¿Tiene género la violencia?)… Fragmento-9


…Un año después, todo terminó. En otra apocalíptica discusión, dos golpes secos, varios desacompasados pasos, una puerta que se cierra con precipitación y el inquietante silencio posterior, me telegrafiaron al instante lo que no pude ver, pero ocurrió. Al llegar al salón, con la angustiosa confirmación de lo temido, comenzó mi existencia de orfandad infinita, matasellada por aquello que llamaban violencia de género y que yo sentí como un puñal eléctrico atravesando mi novicia razón. De nada sirvió que Budli fuera apresado y condenado a toda una vida de prisión, porque la mía, siendo libre, en aquel momento quedó encarcelada entre las cuatro desnudas murallas de mi propia negación…

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“BRUNILDA” (¿Tiene género la violencia?)… Fragmento-8


…Por entonces, yo era una avispada niña y ya intuía que una madre lo es todo el tiempo y sin objeción, pero que también es alguien con necesidad de otros ámbitos de relación. Porque un hijo de ningún modo debiera creerse en el derecho natural de serlo todo para sus padres y por mi parte haberlo pretendido hubiese sido tan egoísta como falto, incluso a mi corta edad, de la más elemental comprensión. Mi madre estaba cerca de emparejarse de nuevo y yo no lo interpretaba, hacia mí, ni hacia mi difunto padre, como una potencial traición…

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