El Mañana Siempre Muere

El mañana nunca muere

Todo aquel que haya leído Ser como James Bond conocerá de mi declarada admiración por el incombustible agente secreto de número impar e igual al de un cristiano futbolista, este con licencia para… marcar.

El Mañana Nunca Muere (1997) fue la décimo octava película de la exitosa serie de James Bond, esta vez con Pierce Brosnan en el esmoquin del incorregible seductor. Su nombre corresponde al fruto de un error casual en la edición de los títulos de crédito pues el original quiso ser El Mañana Nunca Miente, es decir, Tomorrow Never Lies que por equivocación en Tomorrow Never Dies se vino a quedar. Miente o muere me valen igual pues sobre ambos títulos podemos hablar, de uno bien por contar la realidad y de otro mal por confundir al personal.

En Ciencia Estadística se dice que la extensión de la muestra asegura un resultado con mayor fiabilidad. Pues bien, la existencia de las personas se rige por el mismo principio de manera que la situación de cada cual en su vida es tanto más o menos deudora de su pasado en función de la extensión que vengamos a contemplar. Así, un verdadero triunfador (al igual que quien no se considere como tal) seguramente no lo será por lo acontecido en el último año sino por todo lo ocurrido en su vida de atras. Sin ningún mecanismo conocido de control y siempre con las debidas excepciones (que, como define la citada Estadística, serán las menores), mayoritariamente la vida reparte en el largo tiempo una causal justicia que premia merecimientos y castiga deméritos, ubicándonos allí donde nuestros pasos nos han llevado a estar. El Mañana Nunca Miente.

Por tanto y dado que con seguridad a todos los lectores de esta Coach-tión les resta todavía una buena parte de su vida por aprovechar, será mejor ahora no mirar atrás y construir desde ya un camino para que su mañana pueda mejorar. Entonces y por continuar con el antes mencionado criterio temporal, habrá que considerar que cuanto mayor sea el plazo de consecución el resultado podrá aspirar a más, por lo que no es cuestión de gastarlo sin la orientación que mejor nos pueda encaminar (¿cuántos mañanas teníamos en la infancia y cuantos ya han muerto y no volverán…?). El Mañana Siempre Muere.

Y digo yo: si el mañana nunca miente y siempre muere, ¿a qué películas esperas para Ser como James Bond? o al menos poderle imitar…

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

2015

2015

No esperéis al 2015 para lamentaros de lo que no haréis en el 2014…

¡Productivo Año Nuevo!… os desea Antonio J. Alonso Sampedro  

Gracias a… “Españoles en el Mundo”

Españoles en el Mundo

Confieso que, hasta hace poco tiempo, no he logrado aclarar del todo un enigma en forma de paradoja territorial y cuya evidente simplicidad encierra algo más de lo que pueda aparentar.

Desde pequeño y durante muchos años no he oído otra afirmación por parte de personas y medios de comunicación que aquella que asegura que como en España no se vive en ningún otro lugar del mundo, llegando incluso a manejar en este sentido algunas discutibles estadísticas que lo parecen corroborar. Si a esto le unimos que yo comencé a viajar al extranjero a mediana edad, es fácil entender que también fuera preso de esta provinciana creencia, más propia de anticuadas veleidades autárquicas cuyo sabor endogámico no resiste un riguroso análisis geográfico y social.

Es evidente que lo que los medios dan los medios quitan y gracias al éxito de programas al estilo… Españoles en el Mundo ahora sabemos que, a la pregunta de si volverán a España, los felices expatriados entrevistados coinciden con una espontánea unanimidad más que elocuente: todos están encantados de vivir en el extranjero y quizás algún día se lo lleguen a plantear. Por aclarar las cosas diré que estos programas comenzaron a emitirse con anterioridad a los años de crisis económica, por lo que cualquier explicación relacionada exclusivamente con asuntos de necesidad laboral no sería del todo real.

Algo similar ocurre también con ese sentimiento muy mayoritario y tan arraigado por el cual cada lugar de nacimiento se constituye en el paraje más bonito de España que hay, lo cual parece harto difícil a poco que utilicemos el sentido común y la estadística más elemental.

Ahora, más viajado y estudiado, diré que España no necesariamente es el mejor lugar del mundo para habitar (aunque no podría precisar con exactitud cuál es) y además debo reconocer que nací en una población que nunca será merecedora de participar en un concurso de belleza urbana de esos que premian la imagen de postal. Estas manifestaciones mías pueden parecer el mejor ejemplo de desarraigo territorial, aunque yo prefiero pensar que obedecen más a una deliberada obsesión por cuestionármelo todo para así contar con la oportunidad de decidir por mí mismo, en lugar de tener que aceptar ajenos estereotipos de los demás.

¿Qué nos lleva a considerar nuestro territorio como el más bello y mejor de los posibles que hay?. Sin duda no es la razón (según algunas de las argumentaciones anteriormente comentadas, aunque hay muchas más), por lo que me inclino a apuntar a la emoción como responsable de esta falsedad. El análisis emocionado de la territorialidad incorpora aspectos relacionados con la tribalidad o sentimiento de pertenencia que, a poco se extremen, es evidente son fuente de graves conflictos como así lo demuestra la historia de la humanidad y más cercanamente nuestro más preocupante presente nacional e internacional .

El concepto de planeta Tierra como nave espacial que viaja por el universo y en la que debemos acomodarnos todos es la mejor metáfora antiterritorialista para aquellos que son capaces de entender que el todo solo lo es cuando las partes no buscan la exclusividad. Partes que todos debemos compartir y respetar como ciudadanos de un mundo que no es propiedad de nadie y que, aunque ahora no lo parezca, está condenado a borrar las fronteras en un futuro seguro pero aun lejano, cuando el interés de lo económico sea sustituido por el interés de lo humano en una suerte de avance social por esa pirámide que Abraham Maslow ideó como individual.

Para ello será imprescindible alcanzar un nivel tecnológico que, garantizando la sobreproducción, asegure a todos bienes y servicios para eliminar los beneficios actuales de la especulación vinculada a la escasez o lo que es lo mismo, la tentación de acumular. Esto será tan posible como imposible parecía volar o que dos personas lograran comunicarse instantáneamente y a más distancia que la del volumen de sus gritos les permitiese escuchar. El progreso, aunque zigzagueante y a regañadientes, al final siempre es progresivamente unidireccional.

Yo soy español y cuando viajo por el mundo aprendo más de la vida. Así, no encuentro mejor razón que justifique el que mi interés nunca deba limitarse solo a mi cotidiano domicilio local…

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

Personas con “Obsolescencia Programada”

El concepto de OBSOLESCENCIA PROGRAMADA, no siendo nuevo, ha cobrado plena actualidad desde la reciente emisión por la 2 de Televisión Española del ingenioso y revelador documental dirigido por Cosima Dannoritzer cuyo título lo define como toda una militante declaración de principios: “Comprar, tirar, comprar”.

Uno de los sustentos teóricos de la macroeconomía moderna como disciplina académica de análisis del comportamiento de la sociedad radica en la conocida “Ley de la Oferta y la Demanda” que, a finales del siglo XVIII, ya intuyese Adam Smith en su obra más popular: “La riqueza de las naciones”.

Hoy en día, pretender que el “Precio” es la única variable que ajusta ofertas con demandas es una tremenda ingenuidad pues el devenir de la historia comercial de los países desarrollados nos demuestra cuantos otros factores tienen también su protagonista injerencia en el comportamiento del consumidor, conformando al final una tupida red de estrategias, tácticas, técnicas e intereses que tergiversan la pureza de esta teoría y que los economistas ya no damos abasto a modelizar.

De entre todas ellas la Obsolescencia Programada es una de las más deshonestas pues comporta aquello que siempre es más condenable: el engaño. La fabricación de productos con fecha de caducidad técnicamente predeterminada y previamente ocultada con objeto de favorecer su rotación en ventas nos aboca a una paradoja sin sentido: ¡los productos mejoran paulatinamente en su calidad pero cada vez duran menos! Es decir, el verdadero valor de un producto respecto de su contribución al uso asignado queda limitado por el fabricante al acortar deliberadamente su vida útil por una razón de interés comercial, práctica unilateral que sitúa en franca desventaja al confiado comprador. Esto no parece justo.

Pero la Obsolescencia Programada no es un mal que solo afecta a los productos pues también alcanza a las personas. ¿O no es Obsolescencia Programada la fijación por decreto de la edad de jubilación laboral? Las personas contribuyen al avance de la sociedad con su trabajo a la par que el trabajo también constituye una fuente de enriquecimiento y realización personal para quien lo desarrolla con interés y pleno aprovechamiento. Limitar todo esto hasta una fecha establecida y desde la ley tampoco parece justo.

Yo no sé quien tiene finalmente la culpa pero nuestra sociedad, hace ya varias generaciones, ha interiorizado una práctica que se ha convertido en ese derecho incuestionable y consolidado de vivir sin trabajar a partir de cierta edad. Derecho que, siendo solidariamente aceptable, no es neutral pues ejerce de invisible agente disuasor de toda iniciativa personal hacia la prolongación de su vida laboral y que en ocasiones (como lo son los tiempos de crisis actual y quizás puedan ser los futuros) no es fácilmente asumible en su financiación por las arcas del estado.

Excepto en algunas determinadas ocupaciones, hoy en día el talento prima más que la fuerza física al contar con maquinarias que resuelven muchos de los esfuerzos que antaño debían realizar las personas. Además, el talento no se agota con la edad, antes al contrario normalmente suele incrementarse fruto de la experiencia y los conocimientos adquiridos. No vamos bien si renunciamos a él aparcando con un sueldo de supervivencia a quienes más lo detentan por una razón meramente consuetudinaria.

Hacia todo esto se deberían dirigir comprometidamente las miradas de los agentes sociales que tienen poder de influencia en la opinión pública para plantear un necesario cambio de paradigma social. Cambio que viene motivado por una realidad que parece ser difícilmente inevitable: el cuestionamiento del omnicomprensivo “Estado del Bienestar” como modelo de progreso en el mundo desarrollado.

En plena discusión social sobre el sistema de pensiones del estado español, algunos se quejan de la propuesta gubernamental de ampliación de la edad de jubilación PROGRAMADA hasta los 67 años, ignorando que a esa edad la vida no necesariamente es presa de la OBSOLESCENCIA, pues puede y debe ser mucho más que la perezosa y paseada contemplación diaria del avance en el estado de las obras comenzadas en cada barrio… 

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

¿Cuantos años “tienes”…?

Esta pregunta es quizás una de las más comprometidas de cuantas cotidianamente suelen formularse, pues quien responde cree (erróneamente) que debe informar sobre los años transcurridos desde el de su nacimiento (su edad) y eso parece se ha convertido en el mayor secreto a guardar en un mundo gobernado por la tiránica imposición de aparentar una eterna imagen de mocedad.

Pero ser joven, para todos los que ya lo hemos sido, sabemos lo que representa: mucho ruido y pocas nueces, pues no hay correspondencia equitativa alguna entre la riqueza exterior (el cuerpo) con la interior (la mente). Correspondencia que el sabio transcurso del tiempo, en una suerte de ying/yang-escos vasos comunicantes, se encargará siempre de equilibrar .

La cuestión de la edad cronológica debería ser secundaria pues los años vividos no pueden volverse a vivir y por lo tanto no son susceptibles de aprovechamiento directo futuro. El único y gran patrimonio que pueda atesorar cada cual es el tiempo que le resta por gastar. Los años que tenemos no son los vividos sino los esperados, pues si algo se tiene es para usarlo y no para guardarlo. Esta es, sin duda, la verdadera paradoja del tiempo en cualquier momento de la humanidad.

De este modo, ¿cuántos años tienes…? es una difícil pregunta a responder pues nadie conoce cuánto tiempo le queda por vivir y parece ser que la mayoría ni siquiera quisieran saberlo, postura pueril donde las haya pues la posibilidad de concretar con que contamos siempre nos permitiría mejor poderlo administrar (ocurre lo mismo con el dinero…).

Por otra parte, hay otro factor que es tan o más determinante que la perspectiva de vida futura y no atiende tanto a la cantidad cuanto a la calidad. Se trata de cómo vivir los años que nos restan. Los veinteañeros parecen ser unos privilegiados por contar con un largo horizonte vital, privilegio solo potencial pues de cómo lo vivan dependerá el cómo lo lleguen a aprovechar. Quien ya ha cumplido la sesentena no debiera creerse con menor valor que el joven, si en su voluntad está el maximizar el aprovechamiento del tiempo que todavía tiene en lugar de sestear

A un año de cumplir los cincuenta confieso no saber cuántos años tengo (por vivir), pero si puedo asegurar que los quiero disfrutar sin mirar atrás y con la ilusión de contar con una oportunidad para mejorar cada día un poco más… 

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

El Plan de Pensiones Físico

Plan de pensiones fisico

Los que ya estamos instalados en la cuarentena de nuestra vida sabemos lo recomendable de crearse un plan de pensiones que complemente económicamente las prestaciones de jubilación pública, cuando accedamos a ella.

En definitiva, aceptamos sacrificar renta disponible actual por futura al ahorrar para un plan de pensiones, considerando que este esfuerzo se encamina hacia la obtención de un bienestar futuro.

Además, el nivel de desarrollo socioeconómico actual está permitiendo que nuestra esperanza de vida se alargue hasta edades inimaginables años atrás: cuando los cuarentones de hoy tengamos más de sesenta años, todavía nos quedarán otros veinte o treinta de expectativa vital asegurada.

Pues bien, ¿cómo nos gustaría vivir esos años? Pues seguro que con una cobertura económica que permita disfrutar sin apreturas de un merecido retiro.

Pero, ¿de qué valdría esa disponibilidad económica si nuestra salud no nos acompaña entonces? Cuantos viajes, excursiones, desplazamientos y actividades varias con nuestros seres queridos no podremos emprender si el deterioro físico ya se ha apoderado de nosotros y nos tiene limitada nuestra capacidad de actuación.

Por tanto, al igual que todos buscamos preservar nuestra seguridad económica para un futuro, yo recomiendo también asegurar la salud abriendo un Plan de Pensiones Físico, cuyos componentes no será necesario explicar (ejercico continuado, alimentación equilibrada y descanso reparador).

El Plan de Pensiones Físico, en su vertiente de ejercicio, tiene las mismas características que el económico…

–      Hay que renunciar a algo de ahora por algo de luego, es decir, destinar tiempo actual al ejercicio físico para ralentizar el proceso de envejecimiento.

–      Hay que asumir el esfuerzo que ello supone.

–      Hay que comenzar ahora pues, de aplazarlo para el momento de la jubilación, no habrá rentabilidad suficiente sobre esfuerzo realizado.

–      Hay que elegir el mejor rendimiento para el esfuerzo, seleccionado el tipo de ejercicio que se ajusta mejor a cada idiosincrasia.

–      Hay que dejarse asesorar por especialistas acreditados.

…pero una distinta y muy ventajosa…

–      Además el esfuerzo actual repercute positivamente en la vida presente al mejorar el estado de salud general, sin duda, plataforma de despegue del resto de aspectos de la vida que importan y hay que mejorar.

¡Comienza ya…!

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro