El engaño de las vacaciones

Parece ser que no somos lo suficientemente inteligentes como para caer, todos los veranos, en el mismo error. Error cuyas desagradables consecuencias nos duran varios días, incluso algunas semanas postvacacionales.

Al acercarse el periodo de descanso estival, todos los expertos en salud y equilibrio personal nos recomiendan que lo más importante es cambiar de estilo de vida para provocar una desintoxicación de la rutina diaria y “recargar las pilas”.

¡Qué gran error! ¿A qué lanzador de peso se le ocurriría que una buena medida para progresar seria practicar salto de altura? El hábito (la costumbre) hace al monje y el monje es monje. Pretender no serlo solo lleva a la confusión, el desengaño y la frustración.

Tras más de 11 meses al año practicando un determinado estilo de vida, no tiene ningún sentido modificar aquello en lo que nos reconocemos como individuo para pretender ser ese otro que los medios de comunicación se esfuerzan en promocionar: despreocupado, indolente, perezoso, chiringuitero, desparramado y glotón.

El ocio bien entendido no puede ser una ruptura radical con todas esas buenas costumbres que durante el resto del año nos han ayudado a ser mejores y conseguir nuestros propósitos. Abandonar los buenos hábitos invernales tiene el mismo efecto desastroso que la falta de entrenamiento en un maratoniano al enfrentarse a una carrera.

Mucho me temo que el próximo día 1 de Septiembre, la mayoría de todos nosotros nuevamente intentaremos correr nuestra particular maratón laboral al incorporarnos a la vida real y una vez más lo haremos… ¡DESENTRENADOS!

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

¡Ser el protagonista de nuestra propia vida…!

Llegamos al final de esta serie de “10 Recetas de Éxito” para abordar nuestro presente con grandes posibilidades de alcanzar un futuro mejor. La décima y última quizás se configura como resumen de las anteriores, pues marca un estilo de vida que solo conseguiremos aplicando los consejos precedentes:

“Ser el protagonista de nuestra propia vida, decidiendo en cada momento los destinos que queremos alcanzar y planificando razonadamente los caminos que a ellos nos llevan”

Si fuéramos actores y nos preguntarán cuál es el papel que queremos interpretar en nuestra próxima película, estoy convencido de que la mayoría responderíamos que el de protagonista. Pues bien, nuestra propia vida no es más que la única película que tenemos la posibilidad de interpretar y la elección del personaje solo depende de nuestra voluntad.

Sin duda yo quiero ser el protagonista de mi vida, pero ello no es gratuito pues para lograrlo debo constantemente hacer algo: “Decidir”. Si, decidir qué hacer y porqué hacerlo. Decidir para qué y con quién. Decidir cuándo y cómo. Decidir continuar o parar. Decidir sobre lo que tengo que decidir.

Tomar protagonismo en nuestra propia vida es imposible si esta no está gobernada por nuestra decisión, pues de lo contrario otros participan con las suyas moviendo los hilos de nuestra existencia que así se torna en reactiva, propia de un personaje secundario de película.

¿De qué valdría iniciar un largo viaje si desconocemos el destino al que queremos llegar? Decidir dónde ir y por donde forma parte del gran secreto de la vida. Vida que toda ella es un camino que merece mucho la pena transitar…

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

¡Fijarse metas concretas y realistas…!

En esta ocasión, voy a hablar de lo atractivo que se torna el futuro cuando se fundamenta en un horizonte de propósitos a alcanzar. La novena receta de Éxito nos habla de ello:

“Fijarse metas concretas y realistas y perseverar en su realización, porque solo aquello que está bien definido es susceptible de generar el esfuerzo necesario para perseguirlo sin interrupción”

Yo estoy convencido de que todos tenemos “Deseos” pero su nivel de formulación es muy diferente en cada persona. Desde los que conciben sus Deseos de forma borrosa como los cuadros de una exposición impresionista (sin detalle), hasta aquellos que son capaces de perfilarlos al máximo, auto-comprometiéndose por escrito (con detalle) a eso que quieren lograr.

Realmente, es en el nivel de concreción alcanzado en la definición de nuestros Deseos personales y profesionales en donde radica la posibilidad de su éxito o la seguridad del fracaso.

Todas aquellos Deseos que nacen y permanecen navegando “impresionistamente” en nuestra mente están condenados a no realizarse, pues lo indefinido y generalista es mucho más difícil de alcanzar que lo concreto y particular. Por eso, escribir nuestros Deseos y convertirlos así en Objetivos o Metas es la mejor forma de perfilarlos y de constatar su factibilidad. Factibilidad que nos asegura un acercamiento del propósito a la realidad y nos aleja de continuas frustraciones por no lograr lo esperado, animándonos ininterrumpidamente a su consecución.

Pero de nada serviría concretar nuestros Deseos y definirlos realísticamente en forma de Metas si no somos capaces de perseverar en su consecución. No me equivocaré mucho al asegurar que la mayoría de Objetivos que nos proponemos en la vida no los alcanzamos por abandonar anticipadamente el camino a recorrer, por no dedicarles todo el esfuerzo que merecen y “tirar la toalla” precipitadamente.

¿Qué posees actualmente en tu vida, que le des gran importancia y te hayan regalado…?.

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

¡Apoyarse más en la reafirmación interna…!

La octava Receta de Éxito vuelve a significar el que, sin olvidar que la vida se desarrolla inevitablemente “en red”, todas nuestras actuaciones se apoyan al final en lo más interno de cada cual:

“Apoyarse más en la reafirmación interna que en la externa, considerando que los ánimos de los demás no llegan necesariamente cuando son más convenientes, por lo que un cierto grado de independencia positivista orienta mejor nuestro camino hacia adelante”

La sociedad que nos ha tocado vivir presenta una paradoja muy curiosa además de tremendamente condicionante para cada uno de nosotros: por una parte es la que mas y mas sofisticados canales de comunicación ha desarrollado (televisión, radio, telefonía, Internet, mensajería rápida, etc.), pero por otra es la que más aislamiento personal provoca.

Vivimos dentro de grandes comunidades pero aislados en nuestras burbujas unipersonales de comodidad y seguridad tecnológicas, reduciendo las comunicaciones directas (las cara a cara, emocionales y altruistas) a su mínima expresión. Nos resbalamos tanto que nunca nos tocamos. El desarrollo lo permite, pues la supervivencia ya no depende como antes del esfuerzo de todos, sino solo del propio.

Todo esto ha propiciado un estado de vida independiente que no censuramos cuando las cosas nos van bien, pero que nos angustia cuando algo se tuerce. En esos momentos es cuando añoramos la ayuda emocional de los demás en forma de apoyo y empuje motivador. Ayuda que no siempre llega cuando la necesitamos y que no podemos permitirnos el lujo de convertirla en imprescindible para seguir adelante.

El secreto entonces se encuentra en la “Auto-Ayuda”, término que hay que desvincular del tan manido y referido a la popular literatura con tapas de color amarillo que tanto abunda en las librerías del centro de las ciudades.

Cuando necesitemos Ayuda, antes de aburrirnos de esperar la ajena, busquemos en nuestro interior y generemos la propia, la que más nos reafirma y que nunca nos abandona…

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro