La Embriaguez Mental

Todos nos hemos emborrachado alguna vez un poco (algunos más y más veces que otros…) y sabemos cuáles son las consecuencias que provoca semejante estado.

Una de las más habituales es el optimismo y la mejora temporal de nuestro carácter que, entre otros aspectos, suele tender a disculpar los comportamientos propios y los ajenos en busca de un estado positivista de bienestar (”buen-rollista”) del que solemos carecer en nuestra cotidianidad.

Pues bien, en la mayoría de las ocasiones, no necesitamos injerir alcohol para experimentar los mismos síntomas, si somos capaces de generar ese mismo espíritu en nuestra vida.

¿Qué me impide mirar hacia delante con positivismo? Solo el miedo. El miedo a que algo me salga mal e incumpla las expectativas que había inicialmente depositado en esa actuación y que me lleven a la frustración.

Tener miedo ante lo desconocido es tan incoherente como no tenerlo, pues lo desconocido nunca es predecible. La vida es un estado de prueba permanente que invita a descubrir lo que podemos conseguir y lo que no, pero siempre tras intentarlo.

Sin probar nunca podremos saber cuan largo es el alcance de nuestras posibilidades, autolimitándonos en nuestros logros y lo que es peor, macerando la sensación de que la resignación vital es el mejor remedio ante el fracaso.

Embriagarse de positivismo mental, siempre desde la factibilidad, es la mejor vacuna para afrontar los retos de la vida propia y también de las de los demás…

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

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