Líder-tiones… 3

Capítulo III – El relato de Davis

(viene de Líder-tiones… 2)… Cuando el juez nos invitó a salir de la sala para dirigirnos a deliberar, quise mirar por última vez al acusado, un muchacho moreno y delgado cuya etnia no pude bien identificar y que temblando se mostraba asustado o quizás peor, resignado a un destino que percibía inevitable pero que yo no estaba dispuesto a aceptar. En ese momento consideré, desde mi natural racionalidad, que sería mejor un criminal suelto que un inocente ajusticiado en la silla eléctrica, pues tanta evidencia de supuesta culpabilidad me resultaba sospechosa de irreal. Poco después y hasta hoy, de todo aquello y de algo más mi parte emocional se ha empeñado en dudar.

Al entrar en la sala del jurado, pequeña y funcional, con su armario a la izquierda y unidas en el centro dos viejas mesas de madera rodeadas de sillas dispuestas en un desorden tal como si otro jurado acabase de marchar, me dirigí instintivamente hacia una de las ventanas para mirar al exterior mientras me encendía un cigarrillo que me procurase algo de tiempo para reflexionar. En ese momento desconocía la opinión de los demás, pero podía apostar sin temor a errar que la mayoría se habría dejado llevar por aquella cadena de supuestas evidencias que, aunque no sabía cómo rebatir, no podía admitir sin llegar a contrastar. Quizás por ello me mantuve un buen rato absorto y de espaldas al grupo, soportando aquel calor sofocante que el ventilador averiado no podía remediar y aceptando la imposibilidad normativa de salir de la estancia hasta finalizar. Todo parecía se confabulaba para estorbar nuestra tarea, aunque en verdad nada era distinto a lo que en la vida viene siendo habitual… (continuará en Líder-tiones… 4)

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.