“DE ENTRE LOS VIVOS”… Preámbulo

Anoche soñé que volvía a San Francisco, como tantas otras más. Me encontraba ante la verja de la antigua Misión, pero no podía entrar. Entonces, sentí un poder sobrenatural y la atravesé transfigurado como un ser espiritual. El camino serpenteaba, retorcido y tortuoso como siempre, pero según avanzaba percibí que la naturaleza se había posesionado del mismo invadiéndolo con sus tenaces dedos, recuperando su lugar. Y al final, allí estaba la Misión, reservada y silenciosa, en la que el tiempo parecía no haber desfigurado la perfecta simetría de sus muros, blancos como el albar. La luz de la luna, a veces engañosa, me hizo ver cierta inquietante imagen en lo alto del campanario, pero de repente una nube cubrió el cielo como la mano sombría que esconde el rostro y toda aquella ilusión se desvaneció, apareciendo una iglesia desolada sin que el menor murmullo del pasado pudiera recordar su belleza colonial. Nunca podré retornar a mi existencia de antaño, esto es seguro, como también lo es que nada volverá a ser igual. Los muertos no pertenecemos a ningún época ni a ningún lugar, pero tampoco a la vida de los demás y la nuestra, ya solo es un lejano recuerdo con el que poder fantasear. Por eso, en algunas ocasiones sueño que regreso a mi ciudad y al extraño día en que el sargento Graham perdió su vida por ayudar a quien, aterrorizado e incapaz de sostenerse más, no tardaría en seguirlo hasta el suelo en su angustiosa caída mortal.

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