“y Jorge… acertó”

Remontada 5-0

Desde mi vivienda en Valencia solo me separan apenas cinco minutos del estadio de futbol de Mestalla, breve distancia que no acostumbro a recorrer por ser yo uno de esos descafeinados seguidores no practicantes del Valencia CF. El pasado 10 de Abril si acudí, invitado por un amigo y resignado ante lo imposible que suponía una hazaña en forma de remontada de las de antes, cuando el futbol era algo más que estrategia y planificación.

Jorge me esperaba (con su habitual gesto circunspecto que escondía una tensa concentración) a las puertas de un atestado bar, frente a la entrada de Tribuna del viejo campo de futbol con nombre pirotécnico, para tomar en la barra una disputada cerveza previa a lo que todos los que por allí comentaban sería un mero trámite: el de certificar en este partido de vuelta la segura eliminación del Valencia de los cuartos de final de la Europa League 2014, dado que la ida supuso una dolorosa derrota por 3 a 0 frente al Basilea, un equipo sin historia conocida pero sorpresivamente venido a más por yo no sé qué razón.

Antes de entrar, el lacónico pronóstico del resultado que Jorge me aventuró puso en duda mi escasa fe en los milagros y al salir confieso que algo cambió mi religión, perpetua heredera de Descartes pero desde ahora un poco también amiga de la confianza y de la ilusión.

Cinco veces brinqué desde mi asiento y sin posible remedio pese a mi habitual contención. Cinco veces me acorde de Jorge cuando su disparatado vaticinio de una manita de goles finalmente se materializó. Una noche histórica de encendida emoción por algo que solo es deporte, aunque muchos como Jorge lo llevan muy dentro de su corazón.

Jorge es un personaje ciertamente singular, conocido en España por su insobornable pasión desde hace décadas a los colores valencianistas que le lleva a seguirlos sin falta alguna en todos los desplazamientos oficiales del equipo Che, con la más que dudosa recompensa de los interminables regresos postpartido conduciendo de madrugada de vuelta a su casa, acompañado solo de los sabores agridulces que la aleatoriedad de los resultados ofrece en vaivenes que van desde la decepción a la satisfacción.

¿Qué hace que algunas personas perseveren en sus proyectos y aficiones sin muchas veces una aparente compensación…? ¿Dónde se encuentra el misterio del esfuerzo continuado sin el debido retorno de la inversión…? ¿Cuál es el nombre que define eso que no se compra ni se vende y ejerce de combustible alternativo e inagotable en un mundo donde la energía parece solo venir de los asuntos económicos o de la búsqueda de algún que otro revolcón…?

Se llama Pasión, un sentimiento que se engancha en nuestro corazón para hacerlo voltear llenándonos el cuerpo de mariposas que pugnan por elevarnos del suelo en cada ocasión que tenemos de pensar en lo que nos hace felices y nos produce emoción. La Pasión que Jorge encuentra en el Futbol y yo hallo en la Ópera (Music-tiones) y que nos mueve a viajar tras la búsqueda de un estremecimiento que la vida cotidiana solo nos ofrece a media ración.

No abjuro hoy de mi confesada condición racionalista pero aseguro también que en la vida no todo es matemática explicación, pues quien se alimenta solo de lo visible y previsible renuncia a lo que está oculto detrás de lo supuestamente imposible, aquello que únicamente puede alcanzar el puro deseo y la firme determinación.

Terminó el partido… y Jorge… acertó.

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

La Cualificación mejor que la Cuantificación

Calificación

Llegó hace más de medio siglo con la ilusión que trae la abundancia y parece no querer marcharse pues hoy cuenta con una mayoritaria aprobación. El imperio de lo cuantitativo gobierna nuestras vidas sometiéndolas a una desbocada carrera por la acumulación, cuando la Historia nos ha probado que el número no tiene nunca la importancia del valor y que la arrogante cantidad siempre se empequeñece frente a la discreta calidad de lo que es bueno y con seguridad mejor.

Ser o tener mucho, por más que ahora pueda parecer la solución, nunca será comparable a ser o tener algo especial que posea distinción. El mérito no se encuentra en la ansiosa colección sino en el frugal deleite de lo singular y único, aquello que nos hace sentirnos tan particulares como lejos de la masificación.

Prosperar en la vida es ya un acto reflejo que, marcado en el ADN del hombre, no requiere por este de ninguna reflexión. Nacemos para progresar y cuando por aconteceres de la existencia detenemos nuestro avance, llega la frustración. De jóvenes todos queremos triunfar en la vida y para ello mecánicamente tomamos el camino que la sociedad equivocadamente nos muestra como ganador: el de ser y tener más que los demás, el de ser un acumulador. ¡Qué general engaño maquiavélicamente urdido para perpetuar esta situación! Y todo por no detenernos a buscar una salida a esta autopista sin límites de velocidad que nos lleva desgraciadamente al obligado consumismo y la trasnochada representación. Esa salida que nos desvíe hacia la ponderación del crecimiento personal frente al material pues en ello se encuentra la clave de ser, de ser no más sino mejor. Cantidad y calidad, una dualidad que cada vez menos resiste una serena comparación.

Normalmente el éxito de los negocios se evidencia por el incremento de la facturación, pero esto en las personas realmente no tiene la misma significación. Las personas no prosperan por poder contar por decenas sus viviendas, por cientos sus zapatos, por miles sus acciones y por millones sus saldos en lejanas cuentas bancarias de Sebastopol. Las personas crecen en su vida por fomentar su capacidad de distinción, aportando a los demás destellos de calidad, la que siempre acompaña a quien descubre y promueve sus competencias personales en aquello para lo que mejor nació.

No me interesa mucho la gente acaudalada o con posición pues de ellos solo obtengo presunciones varias y aun más, en ocasiones aviesas miradas de un soslayo prepotente y ganador. Tienen lo que no me dan ni quiero, pues prefiero a quienes ofrecen algo especial que no pueda comprarse con dinero (un consejo, un beso, una felicitación) y que en definitiva es todo lo que si requiere de una verdadera cualificación.

Los cuantificados atesoran bienes y cargos mientras que los cualificados te asesoran bien y sin cargo. ¿A quién le concedes más reputación?

Mucho cambiarían las cosas si todos nos educásemos en la cualificación en lugar de la cuantificación pues seriamos más capaces de dar, al no ser nuestro destino el acopio y la recolección. Pero además ofreceríamos algo mucho mejor, al haber invertido nuestro tiempo en enriquecernos de la única forma que tiene sabor y es eligiendo que es lo mejor que podemos hacer con nuestra vida para que nos valga algo más que para dejar una buena herencia que nunca incluyó un abrazo sincero y reconfortador…

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

¿Es peor la maledicencia que la “benedicencia”…?

Maledicencia

Decir algo malo o negativo referido a los demás y con independencia de ser mentira o verdad es lo que se define como maledicencia, pero… ¿es maledicente quien se remite a la evidencia y a la sinceridad?

Nuestra vida se gobierna por comunicaciones, unas interiores que responden a nuestros pensamientos y otras exteriores que formalizamos con los demás. Las primeras no afectan a nadie más, mientras que las segundas siempre lo hacen, incluso en ocasiones a nuestro pesar. Hablar comporta una ineludible responsabilidad, dado que el destino de nuestras palabras nunca será neutral, al no ser nosotros los dueños de su significado por más empeño que en ello pongamos, pues lo finalmente entendido será propiedad de quien las reciba y de su manera de interpretar.

Por tanto, mediatizados por una interpretación que es ajena y casi siempre desconocida, será aconsejable cuidar al máximo el contenido de nuestras comunicaciones cuando estas se refieran a los demás. Pero… ¿qué significa cuidar?, ¿cuidar es decir lo que conviene o decir la verdad?, ¿lo que conviene puede llegar a ser maledicencia tanto como lo pueda ser decir una incómoda verdad?, ¿dónde se encuentra la frontera entre lo conveniente y la realidad? Reconozco no contar con respuestas universales a estas preguntas tan generales, que sin duda tendrán su caracterización y solución en cada situación particular.

Por otra parte, sí parece fácil aceptar la existencia de un irreprimible afán por hablar de los otros como fórmula de congraciarnos con los unos, en una especie de amable fomento de la complicidad que suele ser traicionada frecuentemente cuando esto lo realizamos sin discriminar, no distinguiendo unos de otros y por tanto, convirtiéndonos en incontrolados mensajeros del chismorreo y la procacidad. Frecuentemente, las palabras se nos van y en especial cuanto mejor nos vamos encontrando en una conversación de esas que, al final, nos lleva a hablar más allá de la cuenta, opinando sin freno alguno de los demás.

Hablar mal mintiendo es claro que no tiene justificación ni perdón, pues normalmente suele venir explicado por asuntos de envidia, venganza, rencor o enemistad. Los infundios pronto se traducen en calumnias y sus problemáticas consecuencias llevarán finalmente a la insatisfacción de todos los que activa o pasivamente participan de esa feria contagiosa de la difamación social.

Pero hablar mal, asistidos por la razón y la verdad, si puede encontrar en algunos casos exculpación, pues de lo contrario, el silencio precautorio y equivocadamente conciliador ejerce de ocultador de las incorrectas actuaciones de otros, cuya responsabilidad será siempre necesario demandar. Sin denunciar, nunca nada se corregirá y la valentía que para ello se requiere no puede convertirse en cobardía por el que dirán. Callar por no hablar mal, aun diciendo la verdad, en mi opinión conlleva tanta culpa como hablar mal mintiendo, en lugar de honestamente callar.

En este asunto tratado aquí confieso mi asumida inflexibilidad, pues nunca he congeniado ni estimo que en un futuro lo haga con aquellos maestros del guardar su ropa al nadar, amigos proclamados de todos aunque enemigos ocultos de los demás, que nunca toman postura incómoda frente a los otros convirtiendo su engañosa benedicencia en la peor maledicencia que podamos encontrar…

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

Dime con quién andas… y te diré quién podrás ser

Dime con quien andas

Resignado una vez más en la demostrada capacidad que tenemos los españoles de reconvertir nuestra opinión sobre los finados en todo un festival de amnesia selectiva, asisto estupefacto a las exequias de Estado por el recientemente fallecido ex Presidente del Gobierno de España, Adolfo Suarez González, a quien yo no restaré los merecimientos robados en vida por otros cuyas dudosas apologías de hoy niegan sus olvidadas críticas de ayer.

Pero tomo de esta actualidad otro asunto que me ha llamado poderosamente la atención y es la muy principal presencia sin tregua ni omisión de los dos infantiles hijos de Adolfo Suarez Illana, primogénito del fallecido, quien en ningún momento perdió oportunidad de presentarlos orgullosamente a cuanta personalidad desfilaba por el paseíllo de condolencias organizado en el velatorio del Congreso de los Diputados. Los muchachos, pese a su corta edad que no es propia de exagerados protagonismos en luctuosos actos como estos, impasible el ademán, seguro entendían que su participación en el funeral contaba con alguna razón añadida a la de solo pertenecer a la familia y estar para a su abuelo honrar.

No descubriré ahora que todo padre bien quiere lo mejor para sus hijos y en ello se encuentra de manera muy destacada el cuidado de su futuro que, entre otros factores, con seguridad se verá estrechamente condicionado por los entornos relacionales en los que se muevan desde niños y luego a cualquier edad. Principiar la vida frecuentando círculos de amistad significantes es condición por muchos conocida (aunque también por algunos discutida) para canalizar adecuadamente en el mañana las valías personales a desarrollar desde el hoy y que, por tanto, difícilmente podrán brillar en el anonimato o la exclusión social.

Cuando era niño siempre me preguntaba si un ministro era elegido por ser, entre todos los demás, el mejor. Algo me comenzó a revelar que no cuando frecuentemente descubría que el titular de una cartera pasaba a serlo de otra sin solución de continuidad, rompiendo así el concepto más lógico de competencia en la especialización profesional. De mayor ya tuve que aceptar que un ministro lo es fundamentalmente por pertenencia o cercanía a un entorno político-social y especialmente a su Presidente, pues así lo confirma la historia conocida de todos los gobiernos, lo que demostraría que saber con quién estar parece incluso mejor que estar con quien sepa, aunque en ello es cierto que hay una tremenda dificultad.

La por muchos anhelada oportunidad que pueden brindar los círculos de influencia relacional es precisamente la razón del éxito cósmico de las redes en Internet y ello pese a que constituyen un remedo pobre de la socialización, pues la distancia presencial que impone el uso del ordenador limita insoslayablemente lo que entenderíamos como verdadera interacción personal. Aventuro extraño que un ministro lo pueda ser por sus incontables contactos y seguidores en Facebook, Twiter, Google+ o Linkedin, de no establecer vínculos de relación personal con quienes le apoyen y verdaderamente puedan ayudar a progresar. Mirar a los ojos no tiene parangón y mucho me temo que en el futuro la confianza a distancia seguirá siendo todavía una ilusión.

En mi opinión, Internet (cuyo mañana nombres acreditados como Dan Dennett cuestionan) es un excelente vehículo de comunicación pero no de relación, para lo cual precisamos compartir vida presencial con los demás. De niños hacemos amigos íntimos jugando, de jóvenes bailando, de adultos trabajando, de viejos paseando y todo ello estando, no tecleando. Los lazos de amistad requieren del estrechamiento de manos para construirse y sostenerse, por lo que cualquier telegrafismo relacional sin duda a poco podrá aspirar.

De todo ello parece ser muy consciente el hijo mayor de Adolfo Suarez quien posiblemente a los suyos recomendó no llevar su tableta de chatear a tan mediático funeral que, solo por físicamente estar, con seguridad ya les ha incluido en ese selecto club social de los que su futuro seguro mejor podrán aprovechar…

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

La Autoconfianza y el Éxito

Autoconfianza

Para tener Éxito hay que proyectar sensación de Éxito, aun muchas veces sin contar todavía con él, lo que únicamente será posible amparándose en la Autoconfianza como vehículo motivante y predictivo de un futuro que buscamos mejorar. Sin Autoconfianza no habrá Éxito pero sin este, aquella deberemos tratar de fomentar. No hay fórmula alternativa ni mejor porque nada se consigue nunca sin la necesaria convicción que nos lleve a actuar.

En general, la confianza depende de la fiabilidad mostrada en el cumplimiento de nuestros compromisos. Consumar lo pre-dicho ejerce del mejor aval personal ante nosotros mismos o ante los demás para trasladar seguridad. Por ello, será siempre conveniente ajustar bien el alcance de lo fijado para evitar pasarse o no llegar.

La confianza propia es la Autoconfianza y esta, una vez ganada, se torna como la compañera ideal de un viaje cuyo destino busca, de la manera más particular, triunfar. Si definimos Éxito como la consecución mayoritaria de nuestros deseos, siendo estos propios y valiosos para cada cual, alcanzarlo requerirá de un esfuerzo que difícilmente podremos desarrollar sin contar con el respaldo que nos ofrece creernos capaces de ello. Todo comienza con la Autoconfianza, hasta el límite del horizonte donde queramos mirar. Todo termina con la Autoconfianza, cuando abandonamos nuestros propósitos por dudas sobre nuestra capacidad y su factibilidad.

La Autoconfianza se extiende a cualquier ámbito de nuestra vida personal, pero especialmente es determinante en el ámbito laboral y en este sobremanera para aquellos profesionales que detentan responsabilidades directivas, pues la necesaria y constante interacción con sus colaboradores habitualmente suele devenir en focos de disensión que requerirán de aplomo y convicción para mantener fija la sintonía en el dial. Todo líder lo será primero por confiar en sí mismo para así luego también poder confiar en los demás. Las incertidumbres sobre la propia competencia personal solo valen para trasladarse a quienes puede no las merezcan, pero que si desgraciadamente las asumirán.

Pero… la Autoconfianza, sin tenerla, ¿se puede aparentar…? Puede que inicialmente si pero no en la continuidad. A la Autoconfianza le ocurre como a lo de aprender a nadar: hasta que logramos flotar todo son precauciones y malestar que no podemos ocultar ni aun bañándonos en soledad. Cualquier estrategia para simular Autoconfianza falsa se derrumbará siempre a la primera oportunidad de lidiar con una importante dificultad. Nadie puede mantener una pose artificial mucho tiempo sin explotar. Lo vemos todas las temporadas en el programa de televisión Gran Hermano, popular laboratorio de la inevitable transparencia de nuestra idiosincrasia personal.

Pero no desesperemos, pues la Autoconfianza también se puede ganar de la misma manera que en las guerras son las batallas el elemento crucial. Paso a paso hay que comenzar por pequeños retos que podamos afrontar con garantías de Éxito, para luego buscar otros mayores que en espiral nos lleven a más y a más, ganándonos el crédito y la seguridad. De verdad que no es tan difícil, solo es cuestión de paciencia para lograr encadenar pequeños triunfos poco a poco y eso sí, luego no parar…

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

¿Día Internacional de la Mujer… o de la Persona?

Dia Internacional de la Persona

Me llamo Antonio, soy varón y tengo la sensación de que la ONU se olvidó de mí al configurar su calendario anual de Días Internacionales. Esto no sería tan grave si no fuera porque, junto a la mía, la omisión alcanza a la mitad de la población mundial. El resto, desde hace más de un siglo, ya tiene en todos los marzos su representatividad.

En un intento por focalizar la atención mundial hacia aquellos asuntos globales y de interés que siendo relevantes requieren de una necesaria reparación, la Organización de la Naciones Unidas hace algunas décadas instituyó una suerte de internacional competición con el santoral cristiano al dedicar ciertos días del año al recuerdo, la publicidad y en algunas ocasiones a la reivindicación. Batalla presumiblemente perdida pues, no siendo festivos, su atractivo popular seguro es menor, pese a los esfuerzos exagerados de los medios de comunicación por darles notoriedad.

El pasado 8 de marzo, un año más, se celebró el Día Internacional de la Mujer, que si antes incluía lo de Trabajadora ahora parece que ya no. Quizás ello sea para no limitar la atención a uno solo de los aspectos que preocupan a las féminas y así aprovechar la jornada para extender el ámbito reivindicativo, además, a todo lo demás. Por ellas, sinceramente no me parece mal. Nunca quitaré a nadie su derecho a reclamar lo que considere merece, siempre que ello discurra por los cauces del respeto general.

Pero… ¿y yo? Soy hombre y no por ello carente de demandas también ante la sociedad, que algunas bien podría considerar propias de mi género pues estimo no solo son mías sino que afectan a muchos varones más (demandas que para no distraer el objeto de este artículo no es ahora el momento de identificar). ¿Cuál es la razón por la que, como hombre, no se me facilita también un Día de visibilidad y expresión internacional? ¿Será quizás por una suerte de condena secular al silencio que debo penar por los excesos pasados y presentes cometidos por aquellos varones que nunca me representarán? Pueda serlo, pero en mi opinión esto no es lo principal, pues si seguimos buscando soluciones por el camino de los bandos llegaremos al destino de los reinos (de taifas), enfrentados siempre pero obligados a cohabitar.

No puede haber mayor paradoja que la de pretender acercar en derechos y obligaciones a los dos géneros de la especie humana desde la reivindicación corporativa y particular de mujeres y hombres, cada cual por su cuenta y lugar (Día Internacional de la Mujer y si fuera el caso, Día Internacional del Hombre). Así, siempre iremos mal pues desde trincheras enfrentadas y armadas solo hay posibilidad de herir y matar, nunca de pactar.

Siempre he defendido el dialogo en mesa circular, donde posicionalmente nadie es de nadie pues todos se encuentran juntos al estar siempre en un mismo lateral. Por tanto, no se trataría de compensar buscando otro Día Internacional… para la defensa masculina sino más bien plantear uno solo, el de la Persona como tal y sea cual sea su condición sexual.

Incluso mejor, podría ser festivo, el que celebraría la ilusión por compartir desde la búsqueda del derecho a la equidad una vida que bien merece la pena juntos caminar…

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

El teletrabajo y algunos descendientes de Adán

Teletrabajo

Trabajar a pie de obra fue la dolorosa condena sentenciada al pecado de Adán que, según el relato bíblico, todos resignadamente hemos heredado a la espera de un milagroso indulto que ahora ya nos parece mucho más cercano por el efecto salvador del imparable desarrollo de los Sistemas de Información, que han logrado estrechar veloz y visiblemente la cintura del mundo actual.

Adán falleció, pero hoy algunos de sus descendientes se obstinan en que no nos llegue el perdón y así perpetuar el rito procesional sufrido en las horas punta de las jornadas laborables en la gran ciudad. Todos juntos a su sitio a trabajar y luego de vuelta a casa consumiendo el apretado tiempo del que mal disponemos y unos nervios que luego nos impiden disfrutar y descansar.

Si algo caracteriza a la Tercera Revolución Industrial (¿o es la Cuarta ya?) que ahora nos contempla es que precisamente ya no es materialmente industrial sino nebulosamente virtual, constituida a partir de nada que se pueda tocar pues se basa en la electrónica comunicacional. La geografía, como histórica condicionadora de nuestro actuar, ya no tiene ese sentido escolar cuando las distancias en lugar de medirse entonces en kilómetros ahora se calculan en un caudal de bits transferencial. Valencia puede llegar a estar más lejos de Alicante que de Paquistán para asombro de cualquier cartógrafo de un siglo atrás. De aquí a la teletransportación de personas y cosas parece que solo media el transito restante a una próxima Revolución Industrial.

La realidad del geométrico progreso tecnológico actual nos permite hasta que ya no sea imprescindible estar en cada lugar para interactuar, gestionando nuestra vida a una distancia tal que la Tierra parece una canica de cristal. Esto es tan así que, en muchas ocupaciones, bien parece no sería necesario desplazarse a trabajar si no fuera porque siempre hay alguien que no confía en nuestra honestidad, sospechando que la ausencia de presencia necesariamente derivará en fraude e impunidad.

No nos confundamos, el teletrabajo como alternativa generalizada laboral en el mundo empresarial hoy en día es una autentica entelequia, que no viene condicionada por una tecnología ya suficiente para lograr garantizar la deslocalización efectiva de muchos empleados, sino que dependerá de la consideración a su responsabilidad que de ellos tengan sus superiores y esta doy prueba por conocimiento propio que ahora es muy limitada o aun diría más, es desgraciadamente marginal.

Aquellos descendientes de Adán son estos jefes que parece se alimentan compulsivamente de la asistencia presencial de unos subordinados para los que fichar parece debe ser más una cuestión de esclavismo territorial que de simple reporte eficiente de su actividad profesional. Y es que muchos de quienes gobiernan nuestras empresas todavía no entienden que…

¡Lo importante es el rendimiento y no el tiempo o el lugar…!

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

A solas con la soledad

Georges Moustaki

Para mí, el mundo se divide entre quienes al entrar en casa buscan conversar y aquellos que prefieren el silencio. Unos necesitan la sociabilidad y otros la soledad. Ambas elecciones son válidas y lícitas por igual pues a nadie hacen mal, excepto a uno mismo cuando lo acontecido se aleja de lo querido y además no hay intención de cambiar.

No es casual la elección del entorno hogareño como el medidor más puro del componente relacional de cada cual, pues tras la puerta reinará mejor nuestra voluntad que en la calle, donde es evidente impera un mayor condicionamiento social. Por esto mismo los hay solitarios que, por ejemplo, llevados por su trabajo no paran de reunirse y hablar sin por ello traicionar a su idiosincrasia, cuya línea de sincera expresión tenderá más a inscribirse en su ámbito particular.

La soledad se elige mientras que la marginalidad se nos impone. De aquí que no puedan ser soledades las forzadamente devenidas (divorcios, defunciones, disputas, animadversiones, etc.) sino más bien penas por condenas a que muchas veces nos lleva la realidad. Es solitario quien, pudiendo relacionarse, elige la contención social mientras que es marginado el ninguneado o abandonado por los demás. No todo es soledad y no a todo se debería llamar soledad. La verdadera soledad es estructural por decidida y no coyuntural por soportada, pues quien decide podrá ser feliz pero sin duda nunca lo será el que asume y se resigna a soportar.

Además, la soledad no depende de entornos y situaciones que puedan condicionar. Se puede ser solitario en Nueva York y socialitario (italianismo tomado prestado) en la Fuentealbilla más local. Se puede ser solitario participando de todos los grupos de la Red más social y socialitario sin acceso alguno al Internet de alta velocidad. Se puede ser solitario compartiendo habitación con siete hermanos y socialitario siendo hijo único y durmiendo en el desván. Se puede ser solitario vendiendo en El Corte Inglés y socialitario vigilando un faro escocés. El hábito no hace al monje cuando este lo ve como un disfraz. Ser adaptable no traiciona el ser cuando se mantiene la personalidad.

Es un hecho visible también que últimamente la soledad no está de moda y aun más, es frecuentemente catalogada como equivocación vital, en una promoción altamente sospechosa de la sociabilidad como fuente inagotable de felicidad. Pertenecer a una gran familia, contar con legiones de amigos y trabajar en entornos multimilrelacionales es considerado necesario para la salud y las buenas costumbres de un tiempo actual que solo pareciera buscar la roma unanimidad en lugar de la incisiva identidad. Aun por paradójico que pueda parecer, siempre será más fácil dirigir un rebaño que a uno de sus miembros en soledad.

De otra parte, uno de los ataques más flagelantes a la soledad es su miope asociación con el egoísmo, cuando lo peyorativo de este (el desinterés por los demás) en nada corresponde con la naturaleza, quizás oculta pero generosa, de aquella que desde la individualidad busca la mejora social sumando singularidad y no duplicidad. Las grandes aportaciones a la humanidad provienen de espíritus solitarios que dedicaron el crecimiento de su vida al progreso de la comunidad. Posiblemente haya más egoísmo escondido en el parabán que ofrece la colectividad que en la franca desnudez de la particularidad.

En fin, que yo me reconozco socialmente un solitario vocacional pero más a la manera cantada por el gran Georges Moustaki en Ma solitude, ese inolvidable poema musical que proclama con melancólica serenidad aquello de… no, yo no estoy nunca solo con mi soledad, estribillo confesional que abandera aquello que algunos sentimos al vivir la ausencia de compañía socialmente institucionalizada y regular como otra suerte de acompañamiento más singular basado en el que es siempre fiel, propio e intransferiblemente personal…

Re-flexiones…21, 126, 159, 208, 220, 223, 261, 265, 276, 410, 517, 554 y 651

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

Pensar en GRANDE para actuar en pequeño

Pensar en grande para actuar en pequeño

Pocas defensas a la coherencia del título de un artículo podrán haber más sencillas que la del presente y para ello bastará solo con intercambiar maliciosamente las adjetivaciones del mismo para finalmente llegar a un desconcertante… Pensar en pequeño para actuar en GRANDE. ¡Ya está!

No obstante, sospecho que muchos lectores ahora mismo albergarán la tentación de proponer otra modificación nominal que aparentemente pueda resultar más ambiciosa y supuestamente eficaz como… Pensar en GRANDE para actuar en GRANDE, lo cual con gran probabilidad llevará a un error pues ninguna tarea o actuación (nótese que hablo en singular) puede ser grande sin evidente riesgo de fracasar debido precisamente a su intrínseca dificultad (pensar en hacer el Camino de Santiago es posible, pero solo si lo planteamos en el número de etapas que podamos afrontar).

Pensar en GRANDE para actuar en pequeño resume mucho de lo que contiene la que quizás es más valiosa regla de vida y que además ha sido demostrada como muy eficaz, pues combina la visión del mañana con la percepción del hoy, sin duda los dos componentes esenciales a la hora de planificar. El mañana, más lejano, permite ambicionar mientras que el hoy, más cercano, recomienda la  sobriedad. Lo grande deberá ser distante para que lo pequeño quede próximo y sea el vehículo para poderlo alcanzar. Quien use lentes progresivas o bifocales lo entenderá.

Pensar en grande conviene pues, como poco, ya estaremos alargando el autolímite fijado a nuestra posibilidad. Y digo posibilidad atendiendo a aquello que realmente seamos capaces de abordar, pues apuntar hacia lo imposible no será pensar en grande sino solo soñar. El conformismo es el primer limitante creativo de lo que podamos desear y la resignación el último y más letal. Abrazando a los dos habitualmente se encuentra el mismo sentimiento, el de la comodidad, ese hipnótico espejismo que logra convertir desiertos en oasis con tal de detener la marcha y descansar. Pensar en grande es luchar por llegar a ser en lugar de quedarse a la mitad.

¡Lo grande como destino final!

Actuar en pequeño, pese a su evidente facilidad, no es hoy nada habitual al no estar de moda la paciencia que requiere la constancia necesaria para no abandonar los retos que precisen de un largo caminar. Se pretende todo instantáneo y sin tardar pues en caso contrario se opta por mirar a otro lugar.  Pensar en grande requiere actuar reiteradamente en pequeño como única garantía para avanzar pues cumplir pequeñas tareas, aunque puedan ser muchas, será normalmente un procedimiento mejor que atajar abordando pocas pero de mayor dificultad (ver… Comerse un Elefante). Quienes han corrido un maratón lo saben: todo es una cuestión de muchas pequeñas zancadas que sumadas nos llevan hasta esa meta que nunca parecía llegar. El éxito es siempre secuencial.

¡Lo pequeño como camino inicial!

Así las cosas, finalizo volviendo al inicio de esta Coach-tión pues parece ser que el… Pensar en pequeño para actuar en GRANDE que me servía para demostrar por reducción al absurdo la coherencia de mi título propuesto es precisamente lo que ahora más se pueda dar, lo cual nos puede hacer pensar si no será por causalidad este el motivo que explicaría muchas de las situaciones vivenciales insatisfactorias que contemplan a cada cual. Por esto mismo, yo también me lo voy a hacer mirar…

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

El Mañana Siempre Muere

El mañana nunca muere

Todo aquel que haya leído Ser como James Bond conocerá de mi declarada admiración por el incombustible agente secreto de número impar e igual al de un cristiano futbolista, este con licencia para… marcar.

El Mañana Nunca Muere (1997) fue la décimo octava película de la exitosa serie de James Bond, esta vez con Pierce Brosnan en el esmoquin del incorregible seductor. Su nombre corresponde al fruto de un error casual en la edición de los títulos de crédito pues el original quiso ser El Mañana Nunca Miente, es decir, Tomorrow Never Lies que por equivocación en Tomorrow Never Dies se vino a quedar. Miente o muere me valen igual pues sobre ambos títulos podemos hablar, de uno bien por contar la realidad y de otro mal por confundir al personal.

En Ciencia Estadística se dice que la extensión de la muestra asegura un resultado con mayor fiabilidad. Pues bien, la existencia de las personas se rige por el mismo principio de manera que la situación de cada cual en su vida es tanto más o menos deudora de su pasado en función de la extensión que vengamos a contemplar. Así, un verdadero triunfador (al igual que quien no se considere como tal) seguramente no lo será por lo acontecido en el último año sino por todo lo ocurrido en su vida de atras. Sin ningún mecanismo conocido de control y siempre con las debidas excepciones (que, como define la citada Estadística, serán las menores), mayoritariamente la vida reparte en el largo tiempo una causal justicia que premia merecimientos y castiga deméritos, ubicándonos allí donde nuestros pasos nos han llevado a estar. El Mañana Nunca Miente.

Por tanto y dado que con seguridad a todos los lectores de esta Coach-tión les resta todavía una buena parte de su vida por aprovechar, será mejor ahora no mirar atrás y construir desde ya un camino para que su mañana pueda mejorar. Entonces y por continuar con el antes mencionado criterio temporal, habrá que considerar que cuanto mayor sea el plazo de consecución el resultado podrá aspirar a más, por lo que no es cuestión de gastarlo sin la orientación que mejor nos pueda encaminar (¿cuántos mañanas teníamos en la infancia y cuantos ya han muerto y no volverán…?). El Mañana Siempre Muere.

Y digo yo: si el mañana nunca miente y siempre muere, ¿a qué películas esperas para Ser como James Bond? o al menos poderle imitar…

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro