La coherencia y Londres

La coherencia es una de mis tres palabras favoritas que comienzan por C y que solas, bastan para manejarse exitosamente en la vida. Las otras son compromiso y constancia, a las que me referiré en otro momento y lugar.

Una definición del sustantivo coherencia lo explica de la manera más simple que hay:

Armonía o relación lógica de una cosa con otra, de forma que no haya entre ellas contradicciones

La coherencia, hablando ya de las personas, es esa cualidad que confiere unicidad a la identidad de cada cual, pues facilita que nuestras decisiones sean afines a nuestros valores y en conjunto, presenten un estilo propio, armónico y cabal. Ser coherente aporta equilibrio personal y además contribuye a que nuestra imagen ante la sociedad gane mucho en identidad y confiabilidad. Quien practica la coherencia, en sus dichos y en sus hechos, se gana el respeto propio y el de los demás.

Pero la coherencia, como significaba la definición anteriormente mencionaba, también afecta a las cosas y como ejemplo de ello citaré algo personal. El pasado puente del 12 de Octubre visité Londres, principalmente para asistir a la representación de una nueva producción de Tristán e Isolda en el Royal Opera House Covent Garden. Londres es una ciudad maravillosa pero no es coherente, al menos en algo tan idiosincrático para ellos como la elección del sentido en sus calles para avanzar. Lo coherente es que si los vehículos marchan por la izquierda en las calzadas, los peatones lo hiciesen igual en las aceras. Pero no, caminan por la derecha, lo que me llena de preplejidad.

No ser coherente provoca confusión en los demás, como podemos apreciar en los torpes pasos de cuantos desorientados turistas pisan por primera vez esa preciosa ciudad…

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

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