¡Si te aclimatas… te aclimueres!

Piratas del Caribe

Es evidente que el título de este artículo nunca lo suscribiría Charles Darwin pues él sería más partidario del original, un proverbio peruano que reza… O te aclimatas o te aclimueres y que, en mi opinión, vale bien para mis respetados y siempre queridos animales pero no tanto para los seres humanos en su eterna aspiración por progresar.

La evolución de las especies se ha caracterizado desde el comienzo de los tiempos por una lucha por la perdurabilidad en la que la vida se trata de preservar. No ha habido mejor razón para aceptar las reglas del juego que la naturaleza impone, pues de no hacerlo no se es y esto indudablemente es lo que evita todo ser vivo, tenga instinto de supervivencia o incluso conocimiento intelectual .

Excepto aquellas personas que desgraciadamente todavía en este mundo deben pugnar por sus necesidades más básicas (prácticamente a la manera de los animales) y de las que nunca me olvido, las restantes nos manejamos en terrenos de anhelos de mejora socioeconómica, cuyos grados son diferentes según las aspiraciones de cada cual. Las sociedades desarrolladas, complejas y probablemente injustas, imponen una reglamentación vital distinta a la de la naturaleza y por tanto parece que en correspondencia también deberá ser diferente la enunciación del antes citado refrán.

Que la vida sea un asunto de sabia navegación en ríos de aguas cambiantes (procelosas unas veces, calmas otras) no debe suponer que nuestro timón tenga siempre que adecuarse buscando la fácil continuidad de la corriente, pues en ocasiones convendrá aproar remontando con esfuerzo el curso fluvial para conseguir alcanzar nuestros deseos. Una vida descansada en el rio que nos lleva puede llegarnos a fatigar de puro aburrimiento y desesperarnos por falta de ese rumbo propio que nos lleve a lo que queremos alcanzar.

Me parece que aclimatarse no es malo, de no hacerlo norma exclusiva en nuestra vida al quererlo extender a todas sus manifestaciones (normalmente llevados por la comodidad), en lugar de seleccionar aquellos momentos y situaciones en los que desmarcarse de lo colectivo (de la corriente) sea necesario para ejercer una distinción proactiva y protagonista, pues no olvidemos que lo igual nunca es ni será tan apreciado como lo diferente por los demás.

Es cierto que la vida tiene sus reglas y muchas de ellas convendrá seguirlas, pero hacer de todas una ley invariante es la mejor manera de encontrar la coartada para llegar a confundirnos mansamente con la colectividad, apagando nuestra voz en la de un coro que suele cantar igual. Aunque no podamos ser siempre solistas, debemos reclamar nuestros pequeños momentos de singularidad alzando la voz y rompiendo en ocasiones algún que otro precepto que, sin dañar a nadie, nos permita testimoniar con educada rebeldía nuestra presencia en nuestro entorno vivencial.

Cuando en esto pienso siempre recuerdo esa impactante escena de En el fin del mundo, una de las películas de la saga Piratas del Caribe, en la que el marinero Bill Turner (el padre de Will Turner/Orlando Bloom) vive insertado simbióticamente en una pared del barco, en un proceso de condenada transformación hacia la misma, perfectamente aclimatado a su entorno pero contemplativamente aclimuerto en su desdichada vida de marinero inmortal…

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro