Lo integral no solo es cuestión del pan

Pan integral

Siempre me ha gustado el pan integral, incluso cuando hace más de veinte años todavía no estaba nada de moda en aquella sociedad. Siempre he admirado al hombre integro, incluso ahora que su práctica ya casi no forma parte de la costumbre actual. Lo integral es al pan lo que lo integro a lo personal y en ambos casos hablamos de aquello u aquel que, siendo entero, no defrauda pues es y se muestra con todo lo que tiene y sin engaños de su ser, tal y como definen los diccionarios que guardan la verdad.

No es esta la primera vez que confieso públicamente haber recibido gran parte de mi formación como persona en los añorados cines de mi adolescencia y juventud, al contemplar ensimismado y con vocación de copia esa integridad que destilaban en cada acto y decisión aquellos míticos actores (Clark Gable, James Stewart, Humprey Bogart, Gary Cooper, Cary Grant, John Wayne, Gregory Peck, Burt Lancaster, Kirk Douglas, Henry Fonda, Robert Mitchum, etc.) que encarnaban los personajes de las edificantes películas de la época clásica del cine universal. No nos equivoquemos, en el cine (también en el teatro, en la novela o en la opera) la definición de los personajes responde al gusto de cada momento y es por ello que en la cinematografía actual se ha olvidado la integridad como distintivo de la personalidad actoral. No está de moda ahora y mucho me temo que por largo tiempo no lo estará.

Maria Moliner asocia a la persona íntegra cualidades como las de cabal, cumplidor, escrupuloso, estricto, exacto, honesto, insobornable, probo, puntual, puro, recto, etc.; muchas de las cuales sin duda perdidas en la reciente noche de estos deslucidos tiempos y por tanto ya olvidadas por no usar. La integridad, como línea de conducta humana, hace referencia al comportamiento recto, honesto e intachable ante la vida y por consiguiente ante los demás, que son siempre quienes lo deberán juzgar.

Todos nos creemos íntegros, no lo ocultemos, pero no todos lo somos. Es más, yo diría que pocos lo son y para demostrarlo no será necesario aventurarse mucho más allá de los noticiarios diarios para comprobar cuál es el auténtico reflejo de nuestra actualidad. Valorarse personalmente como integro es muy fácil si no contamos con la opinión de los demás, pues todos llegamos a desarrollar una singular destreza interior que nos facilita la autojustificación de cualquiera de nuestros actos y además con razones que nos parecen siempre con suficiente veracidad. Así, nadie se reconoce en sus culpas. Así, todos las reconocemos en los demás. Así… así nos va como individuos y como sociedad.

Cada nuevo curso, en mis clases universitarias de postgrado, trabajo con mis alumnos el Taller “12 Hombres sin Piedad: Las Claves del Liderazgo”, basado en la película homónima de 1957 dirigida por Sidney Lumet y que ejemplifica a modo de caso de éxito muchas de las cualidades necesarias para transitar por la vida y acertar. Pues bien, desencantadamente debo decir que ahora ya nadie es capaz de reconocer a Henry Fonda, el actor que la protagoniza con especial integridad.

Mis queridos alumnos, ¿qué tipo de pan comerán…?

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro