Líder-tiones… 10

Capítulo III – El relato de Davis

(viene de Líder-tiones… 9)… Pero en aquel momento y pese a los tímidos intentos del Presidente por continuar con el turno de opiniones, nº10, tan acatarrado como empeñado en hostigar, sin atender a lo acordado lo vino a quebrantar para significar como determinante el testimonio de una mujer que dijo haber visto como el acusado mataba a su padre. Testimonio que al instante me encargué de debilitar, pues la mujer habitaba al otro lado de las vías de un ferrocarril y en el momento del homicidio cruzaba un tren a través de cuyas ventanillas no parecía fuera nada fácil precisar lo que ocurría detrás. Pero no siendo esto suficiente para doblegar la opinión de nº10, quise buscar lo que podría apagar su convencimiento aprovechando su propio razonar y así me acordé de los prejuicios varias veces manifestados por él hacia la clase menos favorecida, de quien aseguraba no se podía confiar. A partir de aquello, solo tuve que recordarle que la mujer que aseguraba haber reconocido al muchacho pertenecía también a esa misma clase social. Como era de esperar, mi argumentación no fue bien recibida por nº10, quien buscó en la ofensa lavar una herida que no pretendí causar. Mi reacción no pudo ser otra que la de ignorar su provocación, pues la templanza en estos casos conviene anteponerla a cualquier deseo de batallar por un honor personal que luego el razonamiento lógico podrá tener mejor oportunidad de reparar.

Tras esta contrariedad, recuerdo que el Presidente nos invitó de nuevo a retomar el orden de intervenciones y siendo nº5 el siguiente, a todos extrañó que declinase hablar. Se trataba de un hombre reservado cuya indumentaria marcaba con claridad su humilde extracción social dado que, en aquel asfixiante verano del ´57, vestía americana de invierno, quizás la única que su economía le permitió comprar. Al instante quise interpretar aquel silencio como un síntoma de inseguridad a la vez que una manera de no traicionar ese espíritu de clase que en los Estados Unidos parece solo es privativo de quienes llegan a triunfar. Desde entonces, tuve la certeza de que su voto no tardaría en cambiar… (continuará en Líder-tiones… 11).

Líder-tiones… 9

Capítulo III – El relato de Davis

(viene de Líder-tiones… 8)… Así las cosas, algo estancada la situación y tras varias opiniones sobre como continuar, al fin conseguimos acordar que cada uno de los once jurados explicase las razones que le llevaron a votar culpable para que yo las pudiera objetar y de esta manera contrastar y analizar todas las opiniones sobre las pruebas presentadas, lo que hasta ahora todavía no conocíamos de cada cual.

Comenzamos las intervenciones con nº2, un joven empleado en un banco, bajito, delgado y apocado que basó su decisión en un error de manual: nadie había podido demostrar la no culpabilidad del acusado. De inmediato, a ello tuve que contestar que nuestra Constitución dice todo lo contrario, pues la inocencia se presupone siendo la culpa lo que hay que probar. Pues bien, no salí de mi asombro cuando nº2 aceptó de buen grado mi rectificación a su argumento pero mantuvo su voto, toda una contradicción que a ojos de los allí presentes en ese momento le hizo perder su cuestionable credibilidad. A nº2 nadie le volvió a preguntar y sus opiniones navegaron perdidas en un mar de insinuaciones a su falta de personalidad.

Después habló nº3, un tipo de fisonomía pétrea y aparente gran seguridad, de esos a los que el enfado en la cara nunca les parece abandonar y que basó su convicción en el testimonio del anciano vecino del piso inferior, quien dijo haber escuchado al acusado gritar que iba a matar a su padre, luego oír un cuerpo desplomarse y al salir a la escalera, ver al muchacho bajar tras lo cual llamó a la policía que encontró el cadáver con el pecho atravesado por un puñal. Sin duda esa era una de las pruebas que más parecían apuntar hacia la culpabilidad, quizás por su supuesta objetividad. Por ello me extrañó que nº3 mencionase, sin necesidad, que no le movían sentimentalismos personales al juzgar. Declaración que escondía un secreto que más tarde sería trascendental para que este proceso tuviera final.

Tras nº3 fue nº4, un caballero circunspecto y discreto, quien comenzó a hablar desde su aséptica frialdad, manifestando desconfianza total en la coartada del acusado, que dijo haber estado en un cine mientras su padre fue asesinado pero no llegó a recordar el titulo de la película, además de que ningún espectador le pudo identificar. Desde el comienzo noté que nº4 no era como los demás por su vestimenta pulcra, su educación manifiesta y esa meditada serenidad que otorga a las personas un halo de autoridad. Si pretendía salvar a ese muchacho, que ya parecía apoyar un pie en el cadalso, nº4 se configuraba como el obstáculo principal, tanto por él como por su creciente influencia en los demás… (continuará en Líder-tiones… 10).