Los imprevistos reales e irreales

Esta tarde tenía una sesión de Coaching con un cliente (Gerente de una conocida empresa valenciana) que ayer domingo me pidió aplazásemos pues su hija tuvo un percance, se rompió el codo y hoy la operan (le deseo lo mejor).

Sin duda, tanto para él como para mí, esto supone un imprevisto que nos ha obligado a modificar nuestras agendas apresuradamente para, en mi caso particular, buscar una alternativa de ocupación del tiempo eficiente. Supongo que él no tiene otra elección distinta a la de acudir al hospital.

Cuando aparece un imprevisto en nuestra cotidianeidad lo primero que deberíamos preguntarnos es su naturaleza: real o irreal.

Los imprevistos reales son aquellos cuya detección anticipada es imposible, como en el caso de mi Cliente, que de ningún modo podia presagiar el desagradable accidente de su hija. En estas situaciones, siempre debe imponerse la cordura y el sentido común para administrar las tareas que ya estaban programadas y que deben reconsiderarse con un nuevo ejercicio de priorización.

Pero existe otro tipo de imprevistos llamados irreales que suelen ser anticipables y deben su causa a una falta de planificación.

Veamos un ejemplo: El Director General de una compañia valenciana debe acudir al aeropuerto de Madrid a las 14:00 h. para firmar un importante contrato con los representantes de una multinacional americana, que hacen una escala de dos horas en Barajas en su viaje desde Pekin hasta Nueva York. Calculando con holgura el tiempo de desplazamiento de Valencia a Madrid, nuestro DG se monta a primera hora de la mañana en su coche de gerencia y a mitad de camino debe detenerse por una inesperada avería mecánica. El problema es mas serio de lo común y la reparación no puede realizarse con tiempo suficiente para llegar a Madrid.

La sensación de gran contrariedad del DG al saberse impotente para llegar a tiempo para la firma del contrato puede ser pareja a su percepción de inevitabilidad del percance ocurrido, al considerar que se trató de un imprevisto.

Posiblemente sea así, pero que pensaríais si os dijera que el automóvil se estropeó porque nadie en la empresa del DG se preocupó de llevar el coche a las revisiones mecánicas preceptivas.

En este caso, ya no estaríamos ante un imprevisto real sinó ante uno ireal o por falta de planificación, que podría haberse evitado calendarizando las fechas de revisión.

Efectivamente, muchos de los imprevistos que nos sorprenden cotidinamente son evitables pues se deben a falta de planificación de nuestras tareas repetitivas y si no, pensad en los correcalles de última hora que todos los años protagonizamos para entregar la Declaración de Renta o para cumplimentar las felicitaciones a nuestros clientes por Navidad…

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

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